Estoy en la "responsable-zone" y tomo el consejo de una ebria (Parte 2)

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Tras recordar el momento preciso en el que todo empezó entre Alex y yo, una increíble sensación de melancolía y nostalgia. Hacía exactamente un año, todo era mucho más sencillo: Alex no era tan popular como ahora, menos chicas lo perseguían por todos lados, yo no estaba tan enamorada de él... En fin, era una situación bastante más fácil de manejar. Haciendo aquella retrospección, me di cuenta de las múltiples oportunidades que el destino me había dado para hacer alguna especie de progreso en mi relación con Alex, pero yo era (y sigo siendo) cobarde.

Con ser cobarde no me refiero a tenerle miedo a las vacunas, o no atreverse a lanzarse de un helicóptero, o negarse a nadar con tiburones blancos... yo hablo de otro tipo de cobardía: uno mucho más simple y, para decirlo sin más preámbulos, uno muy, muy jodido.

Este tipo de cobardía se basa en la inseguridad de uno mismo. ¿Alguna vez te has mirado al espejo y pensado: "Wow, sí que soy perfecta"? Bueno... esa era una experiencia completamente desconocida para mí. Por más que mis amigas me decían lo "bonita que era" y "la gran suerte que tendría un chico al estar conmigo", yo, simplemente, no me lo creía. Y al no creerme bonita... ni siquiera eso. Al no creerme aceptable, al no creerme importante, al no creerme fuera de lo común... me era imposible sentirme bien conmigo misma, y eso llevaba a mi gran inseguridad con respecto a los chicos. Mi inseguridad me hacía dudar por completo sobre mi atractivo, siempre temía que, al hablarle a un chico, este terminase haciéndole un mayor caso a alguna de mis amigas... y eso sucedía muy a menudo. Todos me veían como una amiga porque nunca coqueteaba con ellos, ni siquiera lo intentaba.

"¿Para qué", me decía. "Si igual, mis amigas son más bonitas, más flacas, más graciosas, más divertidas, más sociables... mejores que yo".

Debido a esa estúpida cobardía, nunca intenté nada con Alex cuando todo era fácil, y no hay nada que me frustre más que saber eso. Ahora sé que uno se arrepiente más de lo que no hace que de lo que hace mal, porque siempre se quedará con la duda de qué pudo haber pasado si lo intentaba.

En fin, dejando de lado mis reflexiones, ese ocho de marzo del 2015, mi grupo de amigos y yo nos encontrábamos en un pequeño bus, yendo hacía la playa de Zoe para pasar el día y parte de la noche allí. Yo me moría de ganas de estar con Alex porque habían pasado varias cosas positivas entre nosotros:

1. Nos sentábamos juntos en química (¡oh sí!)
2. Nos estábamos juntos en literatura (falté al colegio el día en el que debíamos escoger nuestros sitios y Alex se sentó solo todo ese día... ¡por mí! Bueno, de alguna manera, supongo. ¡Pero igual!)
3. El día anterior a ese estuvimos en la casa de Amanda y (aparte de estar juntos todo el día) de broma, bailamos una canción lenta juntos. Sí, sé que fue de broma, pero en serio fue muy divertido.

Bueno, todo el día estuvimos molestándonos mutuamente y eso. Recuerdo, por ejemplo, que en el malecón de la playa de Zoe ¡vendían las mejores raspadillas{1} del mundo entero! Yo, muy emocionada junté mi platita para ver si tenía lo suficiente como para comprar una... pero me faltaban 50 centavos. ¡Solo 50 miserables centavos! De pronto, ví que, a mi costado, Alex sacó su billetera. Parecía tener plata suficiente como para comprarse todo el puesto de raspadillas, así que le pedí prestado el dinero que me faltaba y, el bien hijo de su madre, ¡se rehusó a colaborar por mi buena causa! ¿Qué clase de amigo era? ¿Acaso le gustaba verme sufrir? Después de mucho insistir, lo convencí:

-Está bien, pero solo si me esperas cuando me sirvan la mía.

Yo, muy alegre, acepté el trato. Pero cuando llegó mi turno, Alex, riéndose, me dejó sola.

-¡Alex! ¡Espérame! -se detuvo un momento, volteó hacia mí, se rió de nuevo y siguió caminando-. ¡Te odio!

Apenas conseguí mi amada raspadilla, corrí hacia mi supuesto amigo, con la consecuencia de que un poco de mi hermoso amor congelado se cayó al piso.

Nunca odié más a Alex en mi vida.

***

La noche llegó al mismo tiempo de que Alex se fue por su lado. Sí, con la noche, habían llegado más personas: entre ellas, chicas fáciles, el imán perfecto para los chicos como Alex. Además de la gente, podemos agregarle masivas cantidades de alcohol al asunto y vemos que el resultado no podía ser bueno.

Alex estaba ebrio. Muy ebrio. No sé cuándo lo perdí, por que yo, como niña sana, sobria y responsable que soy, había decidido cuidar a cuatro ebrios al mismo tiempo (entre ellos Alex) pero se me hizo imposible. Sin previo aviso, Alex apareció a mi lado y me dijo:

-Nicole, ¿me acompañas al mar? Dicen que los ebrios siempre quieren ir al mar, pero yo quiero ir a la orilla para tocar el agua, ver cómo está y que ya no me den ganas de meterme.

Me pareció algo razonable, así que, tras reírme, lo acompañé a su destino. Llegamos, el mar nos atacó y nos fuimos de vuelta a las sombrillas, donde la gente llenaba una enorme jeringa con ron y la vaciaban en sus bocas. Creativo, debo admitirlo.

Mientras caminábamos, decidí preguntarle algo que rondaba por mi cabeza sin ninguna respuesta. Además, dicen que los ebrios nunca mienten:

-Alex, ¿te puedo preguntar algo?
-Sí.
-Mañana, cuando estés sobrio... ¿te vas a acordar de que te cuidé?
-Sí, obvio -respondió con una sonrisa-. Además, tú eres la única en la que puedo confiar...

¿Qué?

-... porque eres responsable -concluyó torpemente.

¿Te quejas de la friendzone? ¡Mejor prueba estar en la RESPONSABLE-ZONE!

***

Todo fue increíble hasta que una chica fácil apareció y mi pequeño ebrio decidió meterle la lengua hasta la tráquea en frente mío. Se puede decir que asimilé bien la situación: fingiendo una carcajada, le pedí a una de mis amigas que me tome una foto detrás de la parejita, estirando los brazos con "emoción" mientras levantabas los dedos pulgares con irónica (y casi burlesca) aprobación. La foto permanece hasta el día de hoy, guardada en algún rincón de mi computadora.

Por más que me haya tomado la situación en plan de broma, casi muero, así que cuando Maya, otra de las ebrias que tenía que cuidar, me pidió que la acompañase al baño, no me negué. Y, sin poder soportarlo por más tiempo y aprovechando que estaba ebria, le hablé del tema. Después de desahogarme lo suficiente como para respirar con tranquilidad, ella me dijo:

-Nicole... Alex te importa mucho, ¿no? ¿O te gusta...?

-¡No! -contesté, tal vez demasiado rápido-. Solo que me decepcioné mucho de él. Recuerdo que, cuando solo había besado a una chica (Zoe), me prometió que no se iba a convertir en un pendejo... y me mintió.

-Y, ¿por qué no se lo dices? -me preguntó Maya, como si fuese algo obvio.

-¿Decirle qué? -respondí, confundida.

-Que se ha vuelto un pendejo. ¡Dile lo que piensas!

-¡No! -exclamé-. Pero... no es una mala idea. Creo que lo haré. ¡Gracias!

Tomé el consejo de una ebria, amigos. Pero valió la pena.

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{1} No sé cómo se dirá en otros países, pero en el mío las "raspadillas" son una especie de helado pero de hielo triturado, a la que le puedes agregar jarabes de distintos sabores. ¡Son la cosa más rica del mundo! Vivo por las raspadillas <3

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