Los días dorados contra la cruda realidad

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En este punto era conciente de tres cosas:

1. Me gustaba Alex. Mucho.

2. Zoe no tenía buenas intenciones con él.

3. Alex no parecía tener idea de que Zoe tenía pensado romperle el corazón.

No tenía idea de qué hacer: si le contaba a Alex sobre lo que planeaba Zoe, quedaría como una pésima amiga por no saber guardar un secreto, y, además, mis sentimientos por Alex se harían un tanto evidentes. Por otro lado, si no se lo decía, él terminaría con un corazón roto, pero se daría cuenta de que Zoe no era para él porque, ¿qué clase de persona quisiera romper un corazón intencionalmente? Aunque la respuesta no sería precisamente Zoe, porque ella no era así, solo estaba herida. Nunca entendí por qué quiso hacer eso, tal vez deseaba sentirse comprendida o castigar de alguna manera a los hombres por ser "siempre
iguales". Eso me hizo darme cuenta de que el amor puede cambiar a las personas de una manera impresionante. En fin, como soy pésima tomando deciones (y se darán cuenta de eso más adelante), opté por "olvidarme" de lo sucedido y seguir con mi vida como si nada hubiese pasado.

Sin embargo, no todo fue malo en esos días. Incluso los podría llamar "los días dorados", porque todo era increíblemente fácil y casi perfecto entre Alex y yo. Ya habría tiempo después para que los asuntos se compliquen, pero, por el momento, todo era justo como debía ser.

Un día entre aquellos "días dorados", estaba caminando con todo mi grupo de amigos hacia la casa de Zoe, porque había organizado una "juntita" del grupo. La mayoría de nuestro grupo (vendríamos a ser como quince en total) estaba caminando en frente mío, ya que suelo ser muy lenta al caminar. Bueno, por alguna extraña razón, Alex se encontraba a mi costado en ese momento: éramos solo nosotros dos atrás del grupo. De pronto me dijo:

-Nicole, ¿no quieres... comer algo?

-No es una mala idea -respondí, sonriendo.

Y, sin previo aviso, dimos media vuelta y caminamos hacia un McDonalds, dispuestos a ir y comer nuestras hamburguesas, nosotros dos, sin nadie más. Solamente porque sí. Porque en ese momento no nos podría haber importado menos el hecho de que estábamos yendo a la casa de Zoe con nuestro grupo de amigos, y que es de mala educación desaparecer de pronto. Porque en ese momento éramos nosotros dos, y eso era todo.

Pero como nada es como en los libros, Zoe se dio cuenta de nuestra desaparición y nos detuvo, preguntándonos a dónde nos estábamos yendo.

Terminamos yendo todos a McDonalds.

***

Otro día dorado: un ensayo, más o menos por septiembre. Esta no es una anécdota muy larga, pero sí importante. Fue importante por el simple hecho de que ese fue el preciso día en el cual me di cuenta de lo mucho, realmente mucho que me gustaba Alex.

Recuerdo que, durante todo ese día, estuvimos molestándonos, pero de una forma cariñosa.

-¿Sabes, Nicole? En realidad, me das risa. Tienes la inteligencia de un adulto y la actitud de una niña de cuatro años.

-¿Qué pasa, Alex? -le respondí con ironía-. ¿Acaso no soy lo suficientemente seria y madura para ti? Me ofendes. Pero al menos yo no soy un pasivo que solo busca el bien común y, por eso, nunca da su opinión.

-Eso sí me dolió, Nicole -respondió sarcásticamente, colocando su mano derecha sobre su pecho.

Cada vez que nos mirábamos, explotábamos en carcajadas.

Además de eso, también nos "peleábamos" en el descanso del ensayo porque empezó a tomarme fotos feas y mandarlas a nuestros amigos. Al tratar de quitarle el celular, él lo ponía en alto para que no lo alcance. No es que yo sea pequeña: él es alto, muy alto. Luego de luchar con el fin de poseer el dichoso celular, terminamos, de alguna forma, acurrucados en el sillón en el que estábamos sentados.

La canción que definía mi situación era "Rather Be" porque, de hecho, cuando estaba con él no había otro lugar en el que quería estar.

Que mal que no sabía lo que me esperaba unas semanas después...

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