Faltaban tres días para que se acabaran las vacaciones. Entré a WhatsApp:
Amanda: Chicas, ¿vamos a la fiesta de hoy?
Leah: ¡Obvio!
Natalia: ¡Ya quiero que sean las 10pm!
Catalina: ¡Todo el mundo está yendo!
Zoe: ¡Va a ser increíble!
Supongo que tendría planes para esa noche. Adiós Netflix, hola vida social.
Siete horas más tarde me encontraba alistándome en la casa de Amanda junto con mis otras cinco mejores amigas. Las seis sabíamos que esta fiesta sería inolvidable y la mejor del verano. Me vestí con un short de jean alto, una blusa floreada y unos tacos negros cerrados. Además, me laceé el pelo y me maquillé ligeramente. Creo que me veía bien, aunque en realidad nunca estaba segura de que lo hiciera. Según mis amigas, me veía bonita, así que decidí creérmelo: me lo merecía, era la última fiesta del verano. Ellas se veían increíbles, por supuesto. En realidad, siempre lo hacen. Creo que esa es una de las razones por las cuales soy tan insegura de mí misma: intenta sentirte linda cuando te encuentras rodeada de las chicas más bonitas de tu colegio.
Cuando terminamos de alistarnos, subimos al auto de la mamá de Amanda. Me cae muy bien, porque es el tipo de mamá que no se queja cuando subes el volumen de tu canción favorita en el auto, sino que la canta contigo.
Después de dar millones de vueltas por un barrio innegablemente lujoso, encontramos el edificio donde se realizaría la fiesta: tenía unos treinta pisos, todos igual o más lujosos que el anterior. Detrás de las puertas de vidrio de unos diez metros, se podía ver la recepción, donde colgaba del techo un enorme candelabro de cristal. Las seis miramos asombradas aquel panorama millonario, y por un momento pensamos que estábamos en el edificio equivocado. Cuando bajamos del auto, una desgracia nos trajo de vuelta a la realidad: estaba lloviendo. "¡Mi laceado!" pensé, lamentándome sobre lo muy esponjado que se pondría mi pelo en unos minutos más. Para evitar que eso sucediese, corrimos hacia la entrada, protegiéndonos de la lluvia. El recepcionista nos indicó que subamos por un ascensor que nos conduciría al lobby, donde se llevaría a cabo la fiesta. Nos despedimos de la mamá de Amanda y caminamos hacia el ascensor, emocionadas.
Unos segundos después, las puertas del ascensor se abrieron, revelando en la entrada a nuestras amigas Andrea, Luana y Vera.
–¡Chicas! –gritaron las tres al unísono, recibiéndonos con un fuerte abrazo.
–¡No las veía desde hacía siglos! –exclamé, entusiasmada.
–¡Nicole! Cuéntanos, ¿cuántos chicos han caído desde la última vez que nos vimos? –me preguntó Andrea con una mirada sugestiva.
–Emmm... bueno, ninguno –escuché los suspiros decepcionados de mis amigas– ustedes saben que no me gusta eso de besar a cualquier chico...
–Sí... pero no te preocupes, ya llegará alguno –respondió Vera.
¿Cuantas veces habré oído esa frase en mi vida? Sí, lo sabía, lo tenía muy claro: eventualmente, algún chico llegaría y todo sería genial entre nosotros; nos besaríamos, nos enamoraríamos profundamente, nos casaríamos y tendríamos tres hijos. ¿A quién intentaban engañar? Todas sabíamos que mi chico ideal tardaría años en llegar, y probablemente ni siquiera vivía en mi mismo continente.
Dando la conversación por terminada, caminamos entre la multitud para llegar a una sala blanca y espaciosa, rodeada de cómodos sofás rojos de cuero. A lo lejos pude ver una barra donde reposaban botellas de gaseosas y otras de alcohol, y detrás de esta, se asomaba un DJ que hacía mezclas de música electrónica.
Y así, mirando a mi alrededor, me encontré con unos ojos de color miel que veían hacia mi dirección: Alex. Ambos rompimos el contacto visual de inmediato, pero cuando mis amigas se dirigieron a su grupo de amigos, volvimos vernos a los ojos. Con la mirada, me dijo "hola", y... ¿podría ser que también: "wow, te ves bien"? No, muy poco probable. Solo sé que cuando se acercó para hablarme, lo hacía de muy cerca, tal vez demasiado.
Luego de unos minutos, los chicos se fueron por otro lado y las chicas nos separamos. Al menos yo me separé de ellas. Digamos que suelo perderme con facilidad. Caminé de grupo en grupo, viendo si, por casualidad, conocía a alguien. Por suerte me encontré con Luana y Andrea, quienes me presentaron a más personas. Mientras la gente a mi alrededor hablaba, me dediqué a buscar a Alex con la mirada. No sé por qué lo hice: tal vez quería ver si estaba con alguna chica. Y lo ví: estaba caminando hacia mi grupo. Me lo quedé viendo por un largo rato, hasta que se dio cuenta, y retiré la mirada con vergüenza.
"Tranquila, Nicole. Lo más probable es que no se haya dado cuenta de que lo veías. No fuiste tan evidente, ¿o sí?...".
Mis pensamientos fueron bruscamente detenidos por una sensación.
Tacto.
Un escalofrío.
Una mano reposaba... justo en mi cintura.
Y sentí aquel extraño calor al que estaba tan acostumbrada.
Alex.
Alex me había tomado por la cintura, sin pretexto alguno, sin previo aviso.
Solo lo hizo.
Y se fue.
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Yo
Short StorySupongo que la mayoría de las personas se guardan sus pensamientos para sí mismos, mucho más sus secretos. Pero yo no soy normal, así que... aquí voy: Yo, una chica con pocas experiencias tanto en el amor como en la propia vida. Una chica insegura e...