Pista 2: Dreams (04:32)

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Había caído rendida. No sabía ni cómo, ni cuándo, ni por qué estaba ahí tumbada. No recordaba el momento en que había terminado el día y me había apagado arrastrada por el agotamiento.

Había vuelto a abrir los ojos en esa habitación estéril, fría... Tan vacía como yo. Ante mí un nuevo día, una nueva oportunidad para descubrir qué había pasado y quién era.

—Buenos días, cariño ¿Qué tal has dormido? —me dijo esa mujer, mientras cerraba las tapas de un libro.

No había deparado en su presencia. La miré sin contestar y volví a mirar al techo, como si éste pudiera darme las respuestas que nadie me daba.

—Hija mía, debes de tener ganas de volver a casa, ¿verdad? Catalina y Ciriaco no dejan de preguntar por ti. El médico dice que es sólo cuestión de tiempo que vuelvas a hacer una vida completamente normal. Nosotros, todos, vamos a estar ahí para ayudarte. —Noté emoción en su voz.

Yo seguía mirando al techo, mientras escuchaba ese vaivén de palabras y frases que realmente no me decían nada. No la conocía a ella y tampoco conocía a la gente de la que me hablaba. No recordaba una casa a la que volver, o una familia, o un trabajo. Mis únicos recuerdos estaban en esa habitación: la cama, la ventana, el médico, el gotero, el techo.

Ella, me acariciaba el pelo y yo sólo quería gritar, salir de allí, volver a mi vida, pero ¿es que acaso tenía una vida? Y si la tenía ¿por qué me habían arrebatado mis recuerdos? ¿Por qué no tenía nada más allá de estas cuatro paredes?

En ese momento sonaron unos nudillos en la puerta.

Apareció por la puerta una mujer joven, supongo que doctora o enfermera o qué se yo, la única pista me la daba que vestía como visten todos aquí que no son ni pacientes ni familiares, con pijama sanitario blanco impoluto. Llevaba el pelo recogido en un descuidado moño alto.

—Hola, Manolita. ¿Qué tal está hoy la mejor paciente de la planta?... Uy, ¿hoy la han dejado solita? —La nueva incorporación a la habitación se sorprendió de que la mujer no estuviera acompañada por aquel hombre bueno, que siempre, a pesar de las circunstancias, tenía ánimos para sonreír.

—Hola, bonita. Sí, hoy Marcelino ha ido a mirar con mi suegro una cama articulada para casa. Para cuando nos la podamos llevar, que espero que sea muy pronto.

—Jo, pues claro que sí, ya verá como pronto se puede manejar lo suficiente como para poder irse a casa, que además estar aquí en el hospital es un rollo. Y lo de la cama me parece una idea genial. Les facilitará mucho las cosas en casa y ella va a estar mucho más cómoda y al final lo van a agradecer. —Se aproximó a mi cama—. Pero bueno... ¡mírala! Si por fin voy a poder ver esos ojazos abiertos.

Una vez estuvo a mi lado noté su cálida mano apoyarse en mi antebrazo y en su rostro se dibujó una amplia sonrisa.

—Buenos días, María Luisa. Perdona, voy a presentarme. Yo te conozco a ti pero tú a mí no, y no estamos en igualdad de condiciones. Soy tu fisioterapeuta, me llamo Amelia. Hemos trabajado juntas todo este tiempo que has estado dormida... —hizo una pausa— bueno, mas bien he trabajado yo, pero ahora haremos un trabajo de equipo, si te parece bien.

—Bueno, Amelia, yo os dejo que trabajéis tranquilas. Voy a aprovechar para bajar a la cafetería y dar una vuelta a ver si estiro un poco las piernas y así llamo a Marcelino a ver que tal lleva lo de la cama, porque conociéndole no sabrá si decantarse por una o por otra y les veo allí todo el día para decidirse.

—Claro que sí, despéjese un poco, y dese una vuelta, que estos asientos son lo más parecido a un potro de tortura que he conocido. No sé cómo puede dormir aquí noche tras noche y no quedarse doblada.

—Uy, claro que estoy doblada, pero no me importa, con tal de estar con mi hija. Y ya te he dicho que me tutees.

—Sí, perdona, es la costumbre.

—Bueno, no os entretengo, que tendrás muchos pacientes que visitar y aquí estoy yo quitándote tiempo.

—Nada, mujer.

Escuché la puerta cerrarse. Manolita, ese es su nombre.

—Pues ya estamos solas. María Luisa, has sido muy buena paciente este tiempo atrás, espero que ahora que estás despierta sigas siéndolo. Confío en ti, ¿eh?

Me miraba fijamente pero no como esperando que la respondiera. Su mirada era sosegada y dulce. Sus ojos reflejaban ternura, como cuando miras a un cachorrito indefenso. En cierto modo me sentía así.

—Y dicho esto, vamos a currar un poquito. Esta vez me tendrás que ayudar, que hasta ahora he tenido que hacerlo todo yo sola, y no me quejo, pero yo soy más de trabajar en equipo —me volvió a sonreír y quise devolverle la sonrisa pero mi boca no lo intentó.

Y se puso manos a la obra. Me sujetaba el brazo y empezaba a moverlo y me pedía colaboración para hacer esa tarea. Incluso a veces me ponía algo de resistencia que yo tenía que intentar vencer. Luego, lo mismo con las piernas. Me sentía como un títere torpe. Muy torpe.

—Es el primer día, no te agobies. Has estado tres semanas en coma, y la operación ha sido muy delicada. Todo esto que ahora te cuesta, es sólo cuestión de tiempo que puedas hacerlo como antes, no te preocupes —me dijo cuando notó que la angustia se instauraba en mi ojos.

—Juntas lo vamos a conseguir. Estoy aquí para eso. Y no está bien que lo diga yo, pero soy muy buena.

Me guiñó un ojo y sentí, por raro que parezca, que sí, que todo esto pasaría, que todo volvería a ser lo que hubiera sido antes. Sólo tenía que descubrir que fue.

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Oh, my life is changing everyday

In every possible way

And oh, my dreams

It's never quite as it seems

Never quite as it seems

Dreams - The Cranberries

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*****El tratamiento, así como la evolución de la paciente que se narran a partir de este momento no se ciñen a la realidad. No pretenden ser una guía sobre el manejo de un paciente aquejado de esta lesión. Cualquier parecido con la realidad será pura coincidencia.*****

Eternal FlameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora