Pista 10: Eternal Flame (03:50)

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El fin de semana se me llegó a hacer corto de todas las visitas que tuve. Incluso amigos de mis padres que yo apenas conocía, pero no de ahora, tampoco les trataba mucho cuando era capaz de recordar. Visitas de cortesía pero que me tuvieron bastante entretenida.

Cuando el ritmo de visitas descendía aprovechaba para echar un vistazo a mi móvil y leía emails, algunos de trabajo que archivaba en una carpeta sin llegar a abrirlos, miraba Facebook, Instagram y viajaba en el tiempo gracias a la nube de Google fotos, donde había miles y miles de mis fotos, las cuales hasta estaban separadas por carpetas con viajes, comidas, trenes, bosques, animales, conciertos.... Ni sé cuántas categorías podría haber ahí. Agradecí inmensamente que Google se encargara de clasificar todas mis fotos, de por lo menos los últimos cinco años, porque me hizo mucho más fácil revisarlas. Me venía genial que estuvieran organizadas por meses y años porque me facilitaba mucho llevar un orden cronológico de los acontecimientos que correspondían a cada foto y fueron el billete que me hacía falta para seguir viajando entre mis recuerdos.

Podría decirse que en los últimos días había avanzado mucho y ahora no me encontraba habitando un cuerpo tan extraño, ya podía reconocerlo como mío y a la gente que me rodeaba podía verla de verdad como mi familia, no era sólo algo biológico, aquellas personas eran mis padres, mi abuelo, mis hermanos y mis amigos. Si bien había quedado vacante el hueco de mi novio, no me importaba, o intentaba que no me importara. Me había propuesto una tarea: No volver a pensar en él. No fue fácil, todo hay que decirlo. Inmersa en mis álbumes de fotos era imposible no topar cada dos por tres con fotos de Sebastián o selfies de él y yo juntos. Incluso encontré la foto que nos hicimos después de que me pidiera matrimonio a los pies de la torre Eiffel, los dos con cara de felicidad y yo con los ojos un poco rojos de haber llorado segundos antes.

¡Qué tonta!

Dudé por un momento, si debía borrar aquellas fotos de él y yo juntos, pero mi historia no iba a cambiar porque dejara de verlas. Lo que vivimos juntos fue bonito, aunque acabara de una forma tan fea y no puedo dejar que lo malo eclipse lo bueno. Quizás en algún momento sepa separar la rabia que va acompañada a mis recuerdos y pueda verlo de otra forma. De momento, era mejor ignorar esa parte.

Anoche, después de hablar con mi padre, éste me abrazó y lloró como un crío y yo también, para que negarlo. Había conseguido decir mis primeras palabras desde el accidente, como cuando aprendí a hablar siendo un bebé, volvía a ser "papá" lo primero que había salido de mi boca y esta vez no se lo perdió, como la otra vez, que le pilló trabajando y se lo tuvo que contar mi madre. Y como aquella vez, mi padre lloró.

A ver, aquel momento fue desconcertante, porque simplemente me deje llevar y lo dije sin pensar. Cuando esas dos sílabas salieron de mi boca, me quedé casi yo mas sorprendida que mi padre. Dentro de mí se entremezclaban los sentimientos, de sorpresa, alegría y miedo. No soné como me esperaba sonar, y es posible que lo dijera con mayor soltura cuando tenía 8 meses de edad, pero era el principio y todo iba a mejorar. Estaba decidida a recuperar mi vida.

Esta mañana vino mi madre a hacer el relevo a mi padre. Entró en la habitación y vino directa a la cama a darme los buenos dias con un beso.

—Hola cariño. ¿Qué tal has dormido?

—Bien —me faltaba velocidad pero había conseguido decirlo del tirón.

Mi madre se emocionó y me volvió a besar, esta vez un beso ametralladora, mientras me sujetaba la cara muy fuerte, como si me fuera a escapar.

—Cariño, lo has conseguido. ¡Qué alegría! Ya me lo había dicho tu padre anoche, pero por un momento pensé que lo había soñado.

—Ya te lo dije Manolita, tenemos una hija muy fuerte. No se riende nunca, como mi Atleti. —Sacó pecho orgulloso, ya no se si más por mí o por el Atleti.

Eternal FlameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora