Pista 54: Everything (06:05)

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Una alerta encendía la pantalla de su móvil y le indicaba que un nuevo piso, con las características que ella buscaba, se había añadido a la plataforma. Lo ignoró mientras seguía removiendo su café con desgana. Se acordó de la nota de Amelia en la que le confesaba su odio a los cafés de cápsulas, sin embargo, allí estaba ella, delante de aquel liquido maldito, que no era perfecto, pero sólo le pedía que cumpliera su función.

Otro día más durmiendo fuera de casa. Tenía que darse cuenta de que tenía dos hijas peludas que atender. No podía pasarse sólo a ponerles comida y limpiarles el arenero. Llevaba durmiendo en casa de Amelia desde que su hermana y su cuñado se habían ido a buscar a Arya. De eso hacía tres noches. Era cierto que ahora sólo tenían ganas de estar juntas. En cuanto Luisita terminaba su rehabilitación, hacían lo posible por verse, y Amelia siempre conseguía que se quedara a dormir. También era cierto que Luisita no oponía demasiada resistencia. Tenían que dejar de comportarse como adolescentes y darse un poco de espacio propio o terminarían agobiándose. Por eso, esa misma mañana, cuando los labios de Amelia despertaron sobre el cuello de Luisita, y después de remolonear un rato con arrumacos matutinos, la rubia le contó su intención de dedicar algo de tiempo a sus gatas, así como a los quehaceres propios de una persona que está a cargo de una casa, como era poner la lavadora, limpiar o ir a comprar al supermercado. Amelia lo entendió perfectamente.

—Holi —saludó Laia al entrar en la cocina de personal.

—Hola, guapa —respondió Luisita, deteniendo por un momento sus pensamientos.

—Madre mía, parece que no trabajamos en el mismo sitio. Hace días que no te veo.

—Ya, tía. El mmiércoles falté porque tenía médico y ayer no salí de la sala de reuniones. No veas qué marrón tenemos ahora mismo con una de las ccarteras de inversión.

—Sí, algo he oído. No sabes lo que me alegro de no tener nada que ver con eso —confesó Laia mientras esperaba a que la Nespresso terminara de preparar su café. —Con el médico... ¿bien? —se interesó.

—Sí, gracias —respondió Luisita dando un sorbo, con asco, al café que ya se le había quedado frió. —Dice que me ve muy bien y que la mmejoría es significativa desde que salí del hospital.

—Jo, me alegro un montón.

—No diré que está siendo fácil, pero no me rindo —contestó con optimismo. —Cada avance, por pequeño que sea, es un gran logro. Me siento más segura y seguiré luchando. Eso sí, aún veo lejana la pposibilidad de dejar el bastón.

—Bueno, lo importante es lo mucho que estás mejorando. Todo llegará. No tengas prisa. Me alegro mucho de esas buenas noticias —dijo tomando asiento, con su taza, al lado de Luisita.

—Hablando de mmédicos. ¿Qué tal tu madre? ¿Cómo sigue? —preguntó Luisita esta vez.

—Pues está delicada después de la operación, pero va evolucionando muy bien. Gracias por preguntar.

—Eso ttambién son muy buenas noticias —contestó Luisita, acariciando el antebrazo a su compañera.

—Oye, ¿qué sabes tú de Nacho? ¿Cuándo regresan?

—Pues no tienen ttodavía una fecha concreta. Si nada se complica, seguramente la semana que viene puedan volver.

—¡Qué emoción! Tienen que estar como locos.

—No te lo imaginas. Ahora están bastante estresados con ttodo el tema burocrático que les queda allí. La agencia les está ayudando mucho, pero están deseando poder sacar ya a la niña y subir al primer avión. Me mmandaron una foto con ella en el orfanato. ¿Quieres verla?

Eternal FlameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora