Pista 1: Everybody hurts (05:20)

8.9K 253 43
                                    

Abrí los ojos y cogí aire con todas mis fuerzas, como si el acto reflejo de llenar los pulmones en ese momento, fuera lo único que me separara de la muerte; como cuando jugabas de niño a ver quien aguantaba mas tiempo sin respirar bajo el agua y lo llevabas al límite.

No reconocí el sitio donde me encontraba. El corazón me iba a mil por hora, parecía querer salírseme del pecho. Me sentía muy confundida, como flotando. Soñando.

Sentí pesadez en los párpados y apenas podía mantener los ojos abiertos. Voces ininteligibles, sonidos metálicos, pitidos. La imagen de la luminaria que flotaba sobre mi cabeza aparecía y se desvanecía nuevamente hasta que todo se fue a negro.

—Luisita, cariño, estamos aquí. —Podía escuchar una voz lejana, como desde otra dimensión, repitiendo esta frase entre sollozos.

Un pitido incesante se convirtió en mi banda sonora. Quise abrir los ojos, pero los párpados no conseguían ganarle a la gravedad y aquella tarea se convirtió en un imposible. El aire era denso y me atrapaba, como si hubiera quedado sepultada por una avalancha de nieve. A mi alrededor sólo aquel sonido agudo, acompañado de murmullos y lamentos.

No sé cuánto tiempo estuve durmiendo. No sé cuánta gente pasó por aquella habitación. No sé quienes son. No sé quien soy yo.

Abrí los ojos. ¿Había estado soñando? No, por supuesto que no. Allí estaba, tumbada, como la última vez que recordaba estar consciente. A través de la ventana se podía ver como entraban unos tímidos rayos de sol. Quise incorporarme, pero un dolor terrible, como desde lo más profundo de las entrañas, me lo impidió y un quejido se escapó de mi boca.

Entonces, de nuevo esa voz.

—Cariño... oh, mi amor, estás despierta.

Me giré hacia el lugar de donde provenían esas palabras.

Me sentía aturdida, dolorida, cansada...

—No te muevas. Espera que llamo a una enfermera.

Enfoqué la mirada en su rostro y busqué en él algo familiar, como quien intenta encontrar el hueco donde colocar la última pieza de un puzzle. Esos ojos, esa boca, ese pelo... En mi cabeza no encontraba nada que me diera una pista. ¿Quién era esa mujer? El corazón taladraba en mi pecho. Latía tan deprisa que si lo mirabas fijamente parecía que no se movía.

—Hija, Luisita, tu padre ha ido a por unos cafés pero ahora mismo vuelve. ¿Cómo te encuentras?

¿Hija?... ¿Luisita?... Espera un poco. Para.

Mi cabeza daba vueltas y vueltas, intentando recordar algo, lo que fuera. ¿Cómo he llegado aquí? ¿Quién es esta mujer?

Noté su mano sosteniendo la mía.

—¿¡Está despierta!?

De pronto una voz que entonaba a la vez sorpresa y desconcierto me sacó de mis pensamientos.

—Luisita, cariño... ¿Cómo estás? —Me preguntó aquel hombre mientras se acercaba a mí y me sujetaba la mano que me quedaba libre.

En un acto reflejo retiré la mano y una punzada me dejó sin respiración.

—Cariño, perdona, ¿te he hecho daño? No te muevas. Manolita, ¿Qué pasa? ¿Por qué no dice nada? ¿Qué ocurre? —Noté angustia en la voz de aquel hombre.

—La enfermera ha dicho que el médico viene ahora mismo. Ya le han notificado que Luisita ha despertado.

—Cariño somos papá y mamá, ¿nos escuchas? —De nuevo aquella persona se dirigió a mí, mucho más calmado, tratando de evitar que se notara que se le rompía la voz.

¿Papá y mamá? ¿Eran mis padres? ¿Yo quien era?

Notaba que me empezaba a ahogar, que me faltaba el aire. Me estaba haciendo pequeña, microscópica, parecía que en cualquier momento iba a desaparecer. Necesitaba despertar de esta pesadilla antes de que esa cama me engullera.

En ese momento entró un médico y empezó con una batería de tests ensayados: me miró los ojos con una linterna, me hizo seguir su dedo con la mirada, me miró los reflejos, me hizo apretarle las manos, mover los pies... A continuación salió de la habitación para hablar con la pareja.

La puerta quedó entreabierta y pude escuchar parte de la conversación. El médico les informaba de un buen pronostico, dada mi evolución. Hablaron de un coma que por suerte no se había prolongado demasiado. Aquel hombre trataba de transmitir fuerza a la pareja y su confianza en que las secuelas serían mínimas a largo plazo y que ahora todo dependía de la rehabilitación y de mí misma, ya que la operación aunque había resultado un éxito, no dejaba de ser neurocirugía de un hematoma subdural y por tanto una operación complicada y con un riesgo muy alto. Me quedó claro que no estaba allí porque me hubieran quitado el apéndice, vaya.

¿¿¿¡¡¡¡¡¡HEMATOMA SUBDURAL!!!!!!???... Pero... ¿Qué coño ha pasado?

Escuché a la mujer darle las gracias entre sollozos y al hombre preguntarle porque no hablaba, que si podría ser a consecuencia del accidente o de la operación tan delicada. A lo que el médico respondió que creía que era cuestión de tiempo, ya que el hematoma aunque estaba localizado en el área motora, no se encontraba en la región del habla por lo que no creía que pudiera haberse visto comprometido el área que controlaba la capacidad de hablar y comunicarme, pero que lógicamente habría que ir viendo como evolucionaba.

A lo largo de la mañana un sinfín de caras pasó al rededor de mi cama: Médicos, enfermeros... También arrastraron mi cama por los pasillos para hacerme mil y una pruebas.

Quería estar sola, quería gritar, quería despertar y volver a ser yo... Pero no lograba recordarme.

Lo de hoy no sabría como describirlo. Estaba desconcertada, completamente incrédula de que se tratase de algo real. Estaba soñando. Estaba cansada. Estaba realmente agotada.

.

When your day is long

And the night

The night is yours alone

When you're sure you've had enough

Of this life, well hang on

Because everybody cries

And everybody hurts

Sometimes

Everybody hurts - R.E.M.

Eternal FlameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora