Pista 34: Creep (03:55)

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—Cariño, vamos a cenar —susurró mi madre tras entrar sigilosamente en la habitación y acercarse a la cama.

—No tengo hambre, mamá —contesté sin mirarla, tumbada de lado hacia la ventana.

—¿Te encuentras bien? Tienes mala cara —preguntó poniendo su mano en mi frente.

—No me encuentro muy bien. Si no os importa, pprefiero acostarme sin cenar.

—Has entrado directa a tu habitación y no hemos podido hablar de qué tal ha ido el día. Menos mal que Amelia me ha mandado fotos.

—¿Te las ha mandado? ¿Ccuándo?

—Hace media hora o así.

—¿Puedo verlas? —me incorporé.

Mi madre se sentó en la cama, sacó el móvil del bolsillo y abrió su chat con Amelia.

«Creo que a Luisita le ha gustado mucho la sorpresa. Te mando alguna de las fotos que hemos hecho».

Una foto era de Coral y mía en nuestro primer contacto, justo antes de sacarla del box; la siguiente era yo cepillándola; otra era yo montada sobre su lomo tras acabar la sesión. En las dos últimas fotos salíamos Amelia y yo, una riéndonos mientras le hacíamos trenzas y en la otra, ella se abrazada a mí sobre Coral. Creo que captó el momento exacto en el que acababa de estrecharme entre sus brazos.

¿Habría analizado esas dos últimas fotos antes de enviarlas? ¿Se habría fijado en mi manera de mirarla o de sentir su abrazo? Las estaría viendo ahora de una manera diferente.

—Qué guapas estáis ahí. Son unas fotos muy bonitas, ¿verdad?

—Sí que lo son —contesté sin poder quitar los ojos de Amelia riendo.

—¿Te lo has pasado bien?

—Ha sido genial. —Forcé una sonrisa para no preocupar a mi madre.

Me reenvié todas las fotos y le devolví el móvil, para después dejarme caer de nuevo sobre la cama y retomar mi posición.

—Estoy muy cansada, mamá. Qquizás deberíamos anular la sesión de mañana. 

—Es que han sido muchas emociones esta semana y muchos cambios. Ya mañana es viernes, haz un último esfuerzo.

—Yo es que creo qque estoy incubando algo —me quejé mientras ponía esa cara ensayada de cuando no quería ir al colegio.

—Vale, cariño. Cuando te despiertes, si no te encuentras bien, aviso a Amelia. Ahora descansa.

Dejó un beso en mi frente antes de bajar las persianas y cerrar la puerta detrás de mí.

Hacía menos de una hora que Amelia le había mandado ese mensaje a mi madre, pero ni rastro de notificaciones en mi teléfono.

Con la tranquilidad que me daba saber que mi familia me daba por dormida y no entraría a molestarme me aferré a esa almohada para que embebiera mis lágrimas. ¿Cómo había sido tan estúpida? ¿Qué me había pasado por la cabeza para creer que aquello podía salir bien? No sólo me había expuesto, y había confesado mis sentimientos, es que lo había hecho con su canción. Había tenido los santos cojones de sentirme con derecho de robarles algo que era suyo, de transformar el significado de esa canción para siempre.

Me atormentaba pensar que se lo podía contar a Sara. Ya bastante vergüenza me estaba dando la actual situación, como para que además lo supiera su novia. Me la imagino riéndose de mí, como diciendo «¿Dónde cree que va esta chica?».

Al cerrar los ojos podía volver a ver la cara de Amelia: su ceño fruncido, sus ojos confundidos, su mirada esquiva. Pude volver a verla retirando su mano y arrancando el coche para escapar de ahí. Para escapar de mí.

Eternal FlameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora