Las risas emocionadas y el correteo de los pequeños de la casa por el pasillo me despertaron. Salté de la cama para no perderme las caritas ilusionadas de Catalina y Ciriaco abriendo sus regalos.
—Luisi, que ya ha venido Papá Noel. ¡Corre! —me informó Cata, a voces, después de abrir mi puerta de par en par, para salir corriendo de nuevo en dirección al salón.
Pocas cosas son comparables a la alegría de un niño el día de Navidad.
—Ciriaco, aún no. Vamos a esperar a tu hermana —solicitó Marcelino a un niño que no sabía ya cómo sentarse de lo nervioso que estaba.
—Buenos días, hija —saludó Manolita.
—Buenos días, familia. Feliz Navidad. —Sonreí al ver a todos reunidos alrededor del árbol.
Con mi entrada se dio el pistoletazo de salida. Los pequeños corrieron a abrir sus regalos. Los mayores les observábamos más emocionados que ellos. Mi abuelo, que estaba sentado en el sillón, justo al lado del abeto de plástico que todos los años presidia el salón, fue repartiendo los regalos a los demás allí reunidos.
—Manolín. Éste pesa. Mira a ver qué es. —Le entregó la caja a mi hermano, que aceptó con ilusión, como si no supiera ya que dentro estaba la Play Station que le había pedido a mis padres.
—No sé yo si se ha portado tan bien —bromeó mi padre.
—Luisi, cariño. Toma.
Empecé a desprender el papel que envolvía la caja alargada que mi abuelo me había ofrecido hasta que llegué al contenido.
—Natalia nos dijo que ya podías dejar de utilizar el bastón cuadrípode y pasar a uno normal —comentó mi madre. —Tiene el mango ergonómico para que te resulte más cómodo. ¿Te gusta?
—Es muy bonito. Gracias.
—Las gracias a Papá Noel —aclaró mi padre.
Estuvimos un rato más dando y recibiendo regalos. Todos y cada uno de ellos sabían lo duras que iban a ser estas Navidades para mí y se aseguraron de que no me faltara nada, desde ropa a productos motivacionales de Mr. Wonderful, pasando por material que les había aconsejado Natalia y que me vendría bien para seguir entrenando en casa.
—Mamá, ¿cuándo va a venir Amelia a por su regalo? —Catalina se acercó con la caja hasta donde estábamos los mayores.
Un pellizco en el corazón me puso en guardia. Mi madre me miró, sin saber que yo ya había descubierto esa caja la noche anterior. Le guiñé un ojo para que supiera que todo estaba bien.
—Pues cuando ella pueda, cariño. Es que está muy ocupada —respondió.
—¿Por eso ya no cuida de Luisi?
Creemos que los niños van a su rollo, cuando en realidad se dan cuenta de todo. Esas palabras hicieron más daño de lo que podría haber imaginado.
—Sí, es por eso —contesté poniéndome de pie. —Voy a pprobar un rato mi bastón nuevo.
Me notaba un poco más inestable, pero todo era cuestión de acostumbrarse. Me dirigí a mi habitación con cuidado, mientras me hacía a la sensación de tener un sólo apoyo y me senté en la cama. Observé ese bastón nuevo que ahora tenía entre las manos. Ya no necesitaría más el que me había regalado Amelia; quizás tampoco necesitaba ya a Amelia. Ella ya no cuidaría de mí porque se había marchado, ahora era yo quien cuidaba de mí misma. De cualquier manera, iba a ser mucho más fácil almacenar ese trozo de metal en un armario, de lo que iba a ser guardar todo lo que yo sentía en lo más profundo de mi ser.
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Eternal Flame
FanficUn grave accidente cambia la vida de Luisita para siempre. Todo lo que había planeado en su ordenada vida se desmorona como un castillo de naipes y tiene que aprender a jugar con las nuevas cartas que le han tocado. La vida se ha guardado un as bajo...