Pista 4: When you say nothing at all (04:18)

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Esa tarde, las visitas me habían parecido excesivamente largas. No encontraba el momento de estar a solas conmigo misma. Era algo que resultaba bastante complicado, ya que sólo ocurría cuando Manolita o Marcelino salían de este cubículo para comer algo. Se turnaban para ir a casa a cuidar de Catalina, Ciriaco, Manolín y Marisol, pero básicamente era Pelayo quien se encargaba de ser padre y madre desde el accidente. Era un héroe en la sombra.

No me imagino lo que tiene que ser dormir noche sí y noche también en un sillón incómodo, sólo para que tu hija no esté sola en la habitación de un hospital. Manolita y Marcelino encontraban esa fuerza, que únicamente tiene una madre y un padre para que noche tras noche a mí no me faltara la compañía y alguien que velara mis sueños.

Manolita estaba juntando días de permiso, con vacaciones para pasar muchas mañanas conmigo y cuando no estaba conmigo por la mañana, se pasaba por casa después de trabajar para darse una ducha, comer algo y venir a pasar la noche a mi lado. Marcelino tenía más libertad porque Pelayo y él regentaban un bar y ahora toda la carga, no sólo de la familia, sino también del negocio habían recaído sobre el más mayor, el cual aceptaba de buen grado la responsabilidad que le tocaba asumir. A eso había que sumar que alguna vez sacaba tiempo para quedarse conmigo, a pesar de que Marcelino le decía que bastante tenía ya con todo lo que hacía como para partirse la espalda durmiendo en el hospital, pero cuidado con el abuelo, que es un hombre de carácter y si dice que se queda a pasar la noche con su nieta, se queda. Me gusta cuando eso ocurre porque me tiene muy entretenida. Con él no hay quien se aburra. Empieza a contarte historias de cuando él era joven y la verdad es que es fascinante. Qué valiente y qué gran persona es Pelayo.

Al final, como bién dice mi abuelo, "donde hay patrón no manda marinero" y eran Manolita y Marcelino quienes partían el bacalao y organizaban los horarios y terminaban decidiendo todo en cuanto a las visitas y quién se quedaba y quién no. Desde su instinto sobreprotector de padres preocupados, no podían dejar solo a su polluelo,  consideraban que esa era su responsabilidad y de nadie más. Yo creo que se exigían demasiado y terminaría por pasarles factura. Por otro lado yo ya no era una niña, podía quedarme sola, pero poniéndome en su piel, podía entenderles ya que yo haría lo mismo por un hijo. Eran buenos padres, de eso sí que no tenía ninguna duda. Eran mis padres.

Hoy he recibido muchas visitas y aunque deseaba tener un poco de tiempo para mí, me gustaba conocer un poco más a la gente que conformaba mi familia desde el más grande al más pequeño.

Pelayo, aquel día, se había liado la manta a la cabeza y había cerrado el bar por la tarde. Había puesto el cartel de "cerrado por asuntos familiares" y había decidido que era un día para pasarlo con la familia, todos juntos, al menos todos los que se podía y así se había plantado con toda la tropa en el hospital y un tupper gigante de galletas caseras de avena, plátano y chocolate, que según palabras textuales de Marcelino "estábamos todos en el lugar perfecto si nos morimos del gusto". Mi abuelo, qué grande es mi abuelo.

Mi hermana María vino con Nacho, su marido. Parecen muy buena gente, aunque mi cuñado ha estado más tiempo al teléfono enfadado, que atento a lo que pasaba allí dentro. Creo que le tienen muy estresado en el trabajo. Por otro lado ese ir y venir de Nacho, dentro y fuera de la habitación, cada vez que sonaba su teléfono me concedió más tiempo para escuchar a mi hermana y ver que parece una mujer estupenda. Diría, sin temor a equivocarme, que debo llevarme muy bien con ella. Lo noto en la manera en que me mira. Siento como si me dijera, sin palabras, que se cambiaría por mí sin dudarlo, para que no tuviera que cargar yo con todo lo que me está ocurriendo ahora. Me encantará seguir conociéndola y que ella me ayude a conocerme a mí misma.

Catalina y Ciriaco. Sólo los conozco de oídas. Mis padres creen que son muy pequeños para venir al hospital y para entender la situación. Creo que tienen toda la razón, el hospital es un sitio que habría que pisar lo menos posible y no es lugar para unos niños. Hoy se han quedado con Benigna, amiga de la familia de toda la vida, a la que todos los Gómez le tenemos un gran cariño, al parecer.

Eternal FlameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora