—Era Carlos. —Natalia bloqueó la pantalla del móvil y lo guardó en su bolso—. Que acaban de encontrar un sitio para cenar por el centro, que no le espere despierto.
—Bueno, así no tienes mucha prisa por volver. Gracias por venirte a casa, no tenía muchas ganas de estar sola.
—Pero no vengo por ti, ¿eh? Es que me apetecía mucho ver a Bruc —indicó Natalia, sacándole la lengua.
—Ah, pues muchas gracias, yo también te quiero —replicó con ironía la morena.
Amelia pudo escuchar el ansioso jadeo de Bruc al otro lado de la puerta incluso antes de meter su llave en la cerradura. También era un alivio contar con la compañía de aquel ser peludo, mimoso hasta decir basta, especialmente en momentos como aquel, en que la realidad distaba mucho de las expectativas que había proyectado. Aunque los mensajes de Luisita llamaran a la calma, no dejaba de sentirse sola en un piso que seguía siendo demasiado grande, en una noche que querría haber pasado junto a ella. Por eso, en aquellas circunstancias, la lealtad y el amor incondicional de Bruc y la amistad de Natalia salían a su rescate. Se agachó para saludar al animal con un puñado de carantoñas.
—Qué haría yo sin ti, ¿eh, Bruc? Dime. —El perro ladeó la cabeza orientando las orejas hacia arriba, lo que arrancó las sonrisas de las chicas, muertas de ternura—. No se puede ser más guapo que tú.
—Estoy de acuerdo —comentó la pelirroja.
—Yo también —añadió una tercera voz.
Amelia, todavía con la puerta de su casa abierta, no supo cómo reaccionar ante la sorpresa.
—Luisita...
—Sé que no tte he avisado y a lo mejor no te viene bien, pero...
La rubia contemplaba la estampa desde las escaleras. Sonreía tímida y parecía inquieta. Pero se relajó en cuanto vio a Bruc irle al encuentro ante una atónita Amelia que no comprendía de dónde había salido.
—Llegué hace una media hora —empezó a explicar, como si le hubiese leído el pensamiento. —Llamé, ppero no estabas, así que decidí esperarte en el portal. Un abuelito entrañable, vecino tuyo, se ha apiadado de mí al verme pelada de frío y me ha ddejado pasar. Estaba ahí sentada, en las escaleras.
—Perdona, es que... No me lo esperaba, eso es todo. Me encanta que hayas venido al final.
Se sonrieron sin decir nada más, como si no hiciera falta pronunciar más palabras para entenderse, y se mantuvieron la mirada y las sonrisas mientras el mundo giraba a su alrededor.
—Ejem —carraspeó Natalia con una sonrisilla cómplice.
—Natalia, perdona. —Se sorprendió Amelia, que por un momento había olvidado la presencia de su amiga, de Bruc y de cualquier otro atisbo de vida en la Tierra que no fuese la rubia.
—Nada que perdonar, chicas —dijo. —Yo creo que me voy a ir yendo.
—No, ni hablar... Disculpadme —intervino Luisita—, me he presentado sin avisar y no qquiero interrumpiros.
—Natalia, no te vayas —le pidió Amelia, secuestrando su bolso.
—Venga, no seas tonta. Tenéis mucho de que hablar y yo aquí no pinto nada —aseguró mientras extendía su mano hacia Amelia. —Dámelo.
La anfitriona dudó un momento porque no quería que su amiga se fuera. Natalia había cambiado sus planes para pasar la tarde con ella cuando se sentía insegura y llena de dudas. No era justo que se marchara así ahora. Un ladrido de Bruc volvió a espabilarla.
—Al menos podrías quedarte a tomar algo —respondió culpable Amelia.
—Por favor, Natalia, me siento fatal. No tte vayas, me voy yo —Luisita acompañó sus palabras con hechos y se giró para irse.
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Eternal Flame
FanfictionUn grave accidente cambia la vida de Luisita para siempre. Todo lo que había planeado en su ordenada vida se desmorona como un castillo de naipes y tiene que aprender a jugar con las nuevas cartas que le han tocado. La vida se ha guardado un as bajo...