CAPITULO 23

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Invernalia

El fuerte rugido sacó a la gente de su rutina. Todos miraron casi a la vez al cielo, donde la enorme bestia no tardó en hacer su aparición. Muchos sintieron deseos de salir corriendo, pero se contuvieron. Ningún norteño le iba a dar a la Reina Dragón el gusto de verlos huir.

Tras hacer unas cuantas pasadas, Drogon aterrizó en el patio de armas y Daenerys bajó de él. Tres hombres salieron a su encuentro. Los tres aparentaban serenidad, pero no paraban de mirar de reojo al dragón, que los seguía en todo momento con la mirada. Daenerys también los miraba atentamente. A dos de ellos no los conocía, ya que eran dos soldados de la guardia jóvenes que, seguramente, ingresaron en el cuerpo después de su última visita al Norte. En cambio, si conocía al tipo del centro, un hombre de 28 años, alto, delgado y de cabellos rojizos.

Era Theon Stark, el primogénito de Sansa y su heredero. Sansa lo llamó así en honor a Theon Greyjoy, quién la ayudó a escapar de las garras de Ramsay Bolton y murió a manos del Rey de la Noche durante la batalla de Invernalia. Su padre era Hallys Hurdwood, señor de una nueva casa norteña surgida tras la Gran Guerra y esposo de Sansa. No obstante, al ser Sansa la señora de Invernalia y Reina en el Norte, era el apellido Stark el que prevalecía. Así lo estipuló Daenerys en los Siete Reinos cuando llegó al Trono de Hierro.

— Bienvenida al Norte, Daenerys de la Tormenta —dijo Theon haciendo una reverencia —. Mi madre, la Reina en el Norte, os está esperando.

A Daenerys no le hacía mucha gracia que, cada vez que visitaba el Norte, la recibieran como una gobernante extranjera, ya que el Norte formaba parte de sus dominios, aunque se comportaran como un reino independiente. Pero, aunque tardó en comprenderlo, sabía que la mejor forma de tener la fidelidad de los norteños era que creyeran que eran un estado soberano. Haber intentado someterlos por la fuerza hubiera sido un error, igual que con los dorniense; suerte tuvo su antepasado, Aegon el Conquistador, de que Torrhen Stark decidiera rendirse sin presentar batalla.

Theon la llevó al interior del castillo, donde Sansa la esperaba en el gran salón. Desde su trono de madera, la Reina en el Norte miraba muy seria a la Reina Dragón caminar hacia ella hasta colocarse justo delante mientras los presentes observaban inquietos ante el nuevo choque de reinas que se iba a producir. La Dragona y la Loba de nuevo frente a frente.

Al igual que Daenerys, Sansa también seguía siendo una mujer muy bella a sus 51 años de edad. Incluso los dos mechones blancos que habían salido en sus rojos cabellos la hacían atractiva. Sentada en el trono de madera, miraba a Daenerys con aires de superioridad, como si no supiera que era reina gracias a ella.

— ¿Qué os trae por mi reino, Daenerys de la Tormenta?

"¿Tú reino...? —pensó Daenerys con sarcasmo. Pero, no había ido hasta allí buscando pelea.

— Ya sabes a lo que he venido. Bran vuelve a hacer de las suyas. Te advertí que, tarde o temprano, regresaría.

— Lo sé. Por eso tengo patrullas buscándole los últimos treinta años. Incluso en los inviernos, cuando me es imposible enviar soldados más allá del Muro, el pueblo libre y la Guardia de la Noche ayudan en su búsqueda.

— Pues no lo parece. En Desembarco del Rey muchos creen que no os habéis esforzado lo suficiente para encontrarle.

Sansa sonrió de forma irónica.

— Típico de la gente del sur. Ignoran que, aunque ahora tengamos al pueblo libre de nuestro lado, el otro lado del Muro sigue siendo un lugar peligroso. Muchos norteños han perdido la vida en las expediciones.

— Y, sin embargo, no se han visto resultados en estas tres décadas. No se si lo sabréis, pero circulan rumores que dicen que en realidad lo estáis protegiendo. Al fin y al cabo, es vuestro hermano.

El Legado de la Reina Dragón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora