CAPITULO 29

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Catelyn se encontraba en un mirador de la Fortaleza Roja que daba al mar. Miraba hacia el horizonte, pero su mirada estaba más perdida en el vacío. Aegon se acercó a ella y se colocó a su lado.

— ¿Cómo te encuentras? Me he enterado de que has tenido otra discusión con Daenerys.

Catelyn suspiró.

— Esa chica va a acabar conmigo. Eso si no acaban con ella antes.

Aegon se alegró de que su esposa no supiera lo del ataque que su hija sufrió en Vado Ceniza. Ya estaba muy alterada con su intento de asesinato en Bastión de Tormentas o el asesinato del maestre Manfred en Antigua después de que ella lo visitara.

— Daenerys ya es mayorcita y sabe cuidar de sí misma, no deberías preocuparte tanto por ella.

— Tú siempre consintiéndola. Desde que era una niña, siempre ha hecho lo que ha querido. Ahora, encima, está influyendo mal en Visenya.

— No digas tonterías. Daenerys y Visenya han estado muy unidas desde niñas y nunca ha influido mal en ella. Sé que estás preocupada porque nuestra hija menor se haya quedado unos días en Dorne, pero ella también es mayorcita y, además, mi hermana está con ella.

Catelyn no respondió. Se limitó a suspirar y seguir mirando el horizonte. Aegon se acercó más a ella y le colocó una mano sobre el hombro.

— Deberías relajarte más. Aún no has bajado ni un solo día a la ciudad para unirte a los festejos.

— Tú tampoco —respondió ella volviéndose hacia él para mirarle.

Aegon sonrió.

— Estoy muy ocupado. Soy la Mano de la Reina, recuerda. Aunque, si lo deseas, puedo tomarme uno o dos días libres y podríamos acudir a los festejos los dos juntos.

Catelyn también sonrió.

— Me parece una muy buena idea.

Ambos iban a besarse, pero alguien llegó para amargarles el momento. Eddard irrumpió en el lugar furioso.

— ¿Es cierto eso, padre? ¿Es verdad lo que cuentan en la ciudad? ¿Dan tiene a Hermana Oscura?

Catelyn frunció el ceño.

— ¿Hermana Oscura? Pero ¿no estaba perdida?

— Por lo visto, mi hermana la encontró y se la ha regalado a Daenerys —respondió Aegon antes de mirar a su hijo con mala cara — ¿Hay algún problema?

El joven se apresuró a asentir.

— Primero se quedó al mejor dragón y ahora tiene su propia espada de acero valyrio cuando se suponía que iba a heredar a Garra. Supongo que ahora la heredaré yo.

Aegon se apresuró a negar con la cabeza.

— Garra no es para ti.

— ¿Y para quién será?

— Eso ya lo veremos. Pero, si quieres tu propia espada de acero valyrio, tendrás que ganártela. Tu hermana ha hecho méritos para ganársela, tiene muchas hazañas a sus espaldas que han ido engrandeciendo el apellido Targaryen aquí y en Essos. Tú, en cambio, lo único que haces es abochornar a la familia con tus excesos de niño malcriado. Si quieres a Garra, compórtate de una vez como un hombre.

Eddard se quedó en silencio fulminando a su padre con la mirada. Fue Catelyn quien habló por él.

— No seas tan duro con nuestro hijo.

Aegon resopló.

— No empieces otra vez, Catelyn. Eddard debe aprender a comportarse de una vez — volvió a dirigirse a su hijo —. Lárgate de mi vista y no vuelvas a hablarme de forma tan impertinente o te pasarás el resto de la fiesta trabajando en los establos o en las cocinas, ambas están estos días hasta arriba de trabajo, así que yo no tentaría a la suerte.

El Legado de la Reina Dragón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora