CAPITULO 9

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Lord Baelon fue despertado y, al ser puesto al corriente de la situación, no dudó en movilizar a toda su guardia y hacerles registrar todo el castillo en busca de más posibles asesinos escondidos. No se encontró a nadie más, pero se descubrió que los asesinos habían entrado en el castillo dentro de unos barriles que formaban parte del último cargamento proveniente de El Rejo, los cuales habían llegado hacía dos días. Según el manifiesto, debían haber sido 55 los barriles que formaban ese cargamento, pero habían llegado 58, por lo que los asesinos debieron infiltrarse durante algún alto en el camino mientras eran llevados a Bastión de Tormentas.

Dan se encontraba en la sala del Maestre, quién tenía los cadáveres de los asesinos sobre una mesa, desnudos y descubiertos. Dan podía ver sus rostros, pero no conocía a ninguno de los tres; aunque, si pudo saber que los tres eran de Poniente. También pudo comprobar que decían la verdad, los tres estaban castrados. Aunque, lo que más llamó su atención era que los tres tenían el mismo tatuaje a la altura del pecho, media cabeza de dragón de color rojo y media cabeza de un lobo huargo de color blanco. Ambas estaban juntas, como si formaran una sola cabeza.

Esto extrañó aún más a Dan. Esos asesinos tenían tatuados a los animales que eran los emblemas de dos grandes casas de Poniente. El dragón de la Casa Targaryen, a la que ella pertenecía, y él lobo de la Casa Stark, los grandes señores del Norte, con la que estaba emparentada, ya que era bisnieta de Jon Snow, el hijo bastardo de Ned Stark.

Le preguntó al Maestre sobre ese misterioso emblema, pero este no lo había visto en su vida.

— Es posible que haya algo sobre él en la biblioteca de Antigua —dijo lo princesa —. Envía un cuervo a la Ciudadela con una copia de ese dibujo. Qué se pongan a buscar inmediatamente. Esto tiene prioridad máxima.

El Maestre asintió.

— Y envía otro cuervo también a Desembarco del Rey —continuó Dan —. Informa a mi padre de lo que ha pasado. Dile que ordene a los Capas Doradas registrar todos los cargamentos que lleguen a la ciudad, especialmente, los que estén relacionados con la fiesta del Centenario. También que ponga en alerta a la Guardia Real.

El Maestre asintió de nuevo y salió de la habitación, dejando a la princesa sola con los cuerpos. Mientras los contemplaba, su cabeza no paraba de dar vueltas a las últimas palabras del líder de esos tres asesinos. Esa gente consideraba a su bisabuela una usurpadora y seguían a alguien al que consideraban el Verdadero Rey. Pero ¿Quién se suponía que era?

Podría tratarse de Stannis Baratheon, el hermano del Usurpador. Murió en el Norte antes de que Daenerys llegara a Poniente, pero en las Tierras de la Tormenta surgió un grupo de seguidores suyos que lo consideraban el verdadero rey de Poniente y, durante los primeros años del reinado de Daenerys, protagonizaron una gran revuelta, ya que se oponían a sus reformas. La revuelta fue aplastada y este grupo fue destruido, pero algunos seguidores sobrevivieron y seguían conspirando contra los Targaryen. Sin embargo, el emblema de esa gente era el mismo que adoptó Stannis durante la Guerra de los Cinco Reyes, el venado coronado de los Baratheon dentro de un corazón en llamas.

La otra posibilidad que se le ocurría era aquel que decía ser Aegon Targaryen, el hijo de Rhaegar Targaryen, el cual fue asesinado junto a su hermana y su madre, Elia Martell, siendo solo un bebé cuando Desembarco del Rey fue saqueada por el ejército de los Lannister durante la Rebelión de Robert. Llegó a Poniente proveniente de Essos, donde se le conocía como Griff el Joven, unos años después de que Daenerys se asentara en el Trono de Hierro, alegando ser Aegon. Según su versión, antes de que los Lannister asaltaran la Fortaleza Roja, Jon Connington, un caballero amigo de Rhaegar, lo intercambió por el hijo de unos campesinos y lo sacó de la ciudad. Por ello reclamaba ser el legítimo heredero del Trono de Hierro.

Jamás pudo demostrar si decía la verdad, pero su relato bastó para que las casas que no aceptaban a Daenerys como reina se unieran a él, proclamándole como rey con el nombre de Aegon VI. Así se inició una revuelta que derivó en una guerra civil que duró más de un año y que terminó ganando la Madre e Dragones. El supuesto Aegon VI fue capturado y, para demostrar que mentía, Daenerys hizo que Drogon los quemara a los dos en la plaza pública. El pueblo vio asombrado como Daenerys salía de entre las llamas, desnuda pero sin una sola quemadura, mientras Griff el Joven se abrasaba entre agónicos gritos.

Muchos dejaron de creer en Griff ese día pero, aún así, todavía quedaba gente que aún le apoyaba alegando que no todos los Targaryen podían resistir el fuego. Ponían como ejemplo al propio hermano de Daenerys, Viserys Targaryen, que murió cuando Khal Drogo derramó oro fundido sobre su cabeza. Tras su derrota en la guerra, los seguidores de Griff no volvieron a protagonizar más revueltas, pero sí han estado conspirando contra la Corona desde su exilio en Essos.

Esto les convertía en los principales candidatos para perpetrar ese atentado. Sin embargo, una vez más el tatuaje volvía a desorientarla, ya que Aegon VI había adoptado el emblema que usó Aegon II durante la Danza de los Dragones, que era el emblema de la Casa Targaryen reemplazando el dragón rojo por un dragón dorado. Además, una de las casas que se mantuvieron fieles a la Corona durante esa guerra fue la Casa Stark, pese a que su señora, Sansa Stark, no sentía ninguna simpatía por Daenerys, por lo que no tenía sentido que un lobo huargo formara parte del emblema.

La puerta de la sala se abrió, sacándola de sus pensamientos. Por ella entró Lord Baelon quién, una vez más,volvió a disculparse con ella.

— No sabe cómo lamento lo ocurrido, princesa.

Dan alzó una mano en señal de calma.

— Tranquilo, no es la primera vez que intentan matarme. Además, nos enfrentamos a una nueva amenaza, según parece.

— Aún así, espero que esto no le plantee dudas sobre la seguridad de Bastión de Tormentas.

Dan negó con la cabeza.

— Esa gente eran profesionales. Estuvieron todo el tiempo dentro de los barriles, según indican las bolsas con restos de provisiones que hemos encontrado dentro. Se habrían infiltrado, incluso, en Desembarco del Rey. Ya he ordenado a vuestro Maestre que ponga a mi padre sobre aviso.

— Os complacerá saber que ya hemos terminado de registrar el castillo y no hay ni rastro de de más asesinos escondidos. Mi hijo Aerys está ahora mismo con una patrulla registrando los bosques cercanos.

A Dan le pareció aquello algo inútil, pero prefirió no hacérselo saber a Lord Baelon. Prefería que creyera que estaba ayudando.

— Más que saber si hay más asesinos ocultos, lo que querría saber es quiénes son esta gente y para quién trabajan. Está claro que son enemigos de la Corona.

— Por eso no os preocupéis. Mañana enviaré a Aerys y a Maegor a preguntar por las ciudades cercanas. Si algún traidor les ayudó lo pagará caro.

A Dan le preocupó aquello. De Aerys no tenía que temer nada, era un buen hombre y seguro que sería un gran gobernante cuando Lord Baelon muriera. Quién le preocupaba era Maegor. Si se portaba como un animal con su propio hermano, no quería ni imaginar los métodos de interrogatorio que utilizaría contra los aldeanos. No compartió estos temores con Lord Baelon, puesto que ya tenía suficientes preocupaciones esa noche. Pero, en cuanto regresara a Desembarco del Rey, le enviaría un cuervo al general que dirigía a las guarniciones del Ejército Real desplegadas en esas tierras para que enviara un batallón que, con la excusa de ayudar, tuvieran controlado a Maegor.

Tras terminar de hablar con Lord Baelon, Dan se retiró a sus aposentos para, al menos, dormir lo poco que quedaba de noche. Lord Baelon puso vigilancia en su puerta pero, aún así, la princesa durmió con un cuchillo bajo la almohada. A la mañana siguiente, montó sobre Drogon y marchó hacia Desembarco del Rey.

El Legado de la Reina Dragón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora