CAPITULO 11

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Antigua

Antes de aterrizar, Dan decidió dar unas cuantas pasadas sobre la ciudad. Desde el aire, la visión de tan majestuosa ciudad era impresionante. Aunque, más impresionada estaba la gente que, desde las calles, observaban a la enorme criatura alada surcar los cielos.

— ¿Quieres ver el Faro de cerca? —dijo Dan antes de hacer que Drogon pasase tan cerca del Faro que casi lo roza con una de sus alas.

— ¡Cuidado! —gritó Alyra, quién se encontraba sentada detrás de ella, abrazada fuertemente a su cintura.

— Tranquila, ya he hecho esto otras veces.

Dio un par de pasadas más antes de aterrizar en una gran plaza. La gente se aglomeraba alrededor de Drogon para observar más de cerca al animal; aunque se asustaban y retrocedían unos pasos cuando este les dedicaba un rugido. Sin bajarse aún del dragón, Dan se volvió hacia Alyra, que aún estaba muy impresionada.

— ¿Qué tal tu primer viaje en dragón?

— A partir de ahora, montar a caballo ya no va a ser tan divertido —respondió la joven dorniense antes de soltar unas carcajadas.

Dan sonrió, le agradaba ver tan alegre a su bella amante. Incluso olvidó por unos momentos que la estaba exponiendo al mismo peligro al que se enfrentaba ella al haberla traído consigo. Cuando aún estaba en Desembarco del Rey, trató de irse a escondidas, ya que no quería que nadie se enterara hasta que ya se hubiera ido. Sin embargo, Alyra la sorprendió con su ropa de montar y preparando sus armas.

Trató de tranquilizarla diciéndole que no corría peligro, ya que nadie sabía que iba a Antigua y, además, esta vez sería muy difícil que la pillaran desprevenida. Pero aquello no tranquilizó a la joven dorniense, que entre lágrimas le suplicó que no fuera y volvió a hablarle de los temores que le expresó cuando estaban en la cama. Dan no pensaba suspender ese viaje, el cual podría darle respuestas sobre quienes intentaban matarla; además, sabía que Alyra jamás la delataría pese a su miedo. No obstante, no se quería ir dejándola tan asustada. Así que, para tranquilizarla, le propuso ir con ella.

***

Nada más bajar del dragón, un grupo de seis soldados de la guardia de la ciudad salieron a su encuentro. Les comandaba un séptimo hombre que no vestía con el uniforme de la guardia, si no con una armadura dorada con el emblema de la Casa Hightower grabado en el pecho. Era un hombre joven, más o menos de la edad de Dan, de cabello negro muy corto y una barba que le hacía parecer algo más viejo de lo que era.

—Bienvenida a Antigua, princesa Daenerys —dijo el hombre joven adelantándose unos pasos —. Soy Gregor Hightower, hijo de Lord Uthor Hightower, Voz de Antigua, Señor del Puerto, Señor del Faro, Defensor de la Ciudadela y Faro del Sur. Os pido disculpas en nombre de mi padre por no salir a recibiros. En el Faro estamos muy ocupados con los preparativos del viaje a Desembarco del Rey para la fiesta del Centenario y, además, no hemos sido informados de vuestra llegada.

Dan se sintió algo aliviada al saber que aún no había llegado ningún cuervo de su padre exigiendo su regreso, pero era cuestión de tiempo que llegara. Debía darse prisa en hacer lo que había ido a hacer allí.

— No hace falta que os disculpéis. Esto no es ninguna visita oficial. He venido a hacerle una visita al Archimaestre Manfred para que me oriente en algunas cosas. No estaré en la ciudad más tiempo del necesario.

Gregor asintió.

— Cómo deseéis, alteza. Estos hombres —señaló a los soldados de la guardia que le acompañaban —os escoltarán mientras estéis en la ciudad. Supimos de vuestro atentado en Bastión de Tormentas y, aunque Antigua es mucho más segura, no queremos correr riesgos.

El Legado de la Reina Dragón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora