CAPITULO 2

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Dan no se equivocaba. Nada más terminar la ceremonia, su padre reunió de urgencia al Consejo Privado. Cuando llegó al Salón del Consejo, todos los miembros ya estaban sentados en sus respectivos asientos, pero la Mano todavía no había llegado.

— ¿Sabes por qué nos ha reunido tu padre? —le preguntó el Gran Maestre.

Ella negó con la cabeza mientras se sentaba en su asiento. Aegon no tardó en hacer su aparición. Cruzó el salón muy serio y se sentó en el asiento de la Mano, el cual presidía la mesa. En una de sus manos portaba un rollo de cuervo que, sin duda, sería la razón de su preocupación.

— Tenemos un gran problema entre manos —mostró a los presentes el rollo de cuervo —. Esto ha llegado esta mañana desde Bastión de Tormentas. Baelon Baratheon nos pide ayuda. Varias ciudades costeras de las Tierras de la Tormenta están siendo atacadas por una flota de barcos cuyos tripulantes saquean las ciudades, matan a los hombres, violan a las mujeres y se llevan a los niños; seguramente, para venderlos. Las ciudades quedan completamente arrasadas a su paso.

Los presentes escucharon aquello con expresión de horror. Con excepción de Dan, cuya expresión era de furia.

— Pero... ¿Quién es el responsable de esta locura? —preguntó el Gran Maestre.

— ¿Quién se atrevería a atacarnos? —dijo el Consejero Naval —. Somos el estado más fuerte del mundo conocido.

Aegon se quedó unos segundos en silencio antes de contestar.

— Los pocos supervivientes afirman que los barcos llevan la bandera de la Calavera Roja.

Todos los presentes abrieron los ojos como platos.

— ¡Cleos el Degollado! —dijo el Gran Maestre —¿Qué hace en Poniente?

— Enviamos la flota del este a Essos para proteger a nuestros aliados porque estaba atacando las ciudades libres —dijo el Consejero Naval.

— Creo que es evidente —dijo Dan —. Al ver que nuestra flota está allí, ha decidido atacarnos a nosotros.

Aegon asintió.

— Cleos es más astuto de lo que esperábamos —dijo.

— Tenemos que detenerle cuanto antes —dijo el Gran Maestre muy preocupado —. La Corona tiene que demostrar que puede defender su territorio.

— Cierto —intervino el Consejero de los Rumores —. Si no actuamos cuanto antes, el miedo se extenderá por todo el país.

— El problema es que no tenemos con qué combatirlo —dijo el Consejero Naval —. La flota del este está en Essos y la flota del oeste tardaría días en llegar. Y si enviamos los barcos de reserva quedaríamos desprotegidos.

— Enviemos dragones, entonces —le replicó el Gran Maestre.

El Consejero Naval meneó la cabeza antes de contestar.

— Cleos también está preparado para eso. Todos sus barcos están equipados con escorpiones.

— Además —intervino el Consejero de los Rumores —, Cleos ya tiene experiencia combatiéndolos. Derribó a uno de los de los Targmeeren cuando atacó Astapor.

Dan se puso en pie y todos la miraron.

— Iré yo. Drogon es el más veterano de todos los dragones y tiene mucha experiencia con los escorpiones.

— No, Daenerys —intervino Aegon bruscamente; él era el único que la llamaba por su nombre completo —. Es demasiado peligroso. Mi hermana, Rhaena, se encuentra en Dorne con Dardo, ella puede encargarse.

Dan se sentó antes de contestar.

— Confío en la tía Rhaena. Ella fue una de mis instructoras. Pero Dardo es un dragón joven y no tiene mucha experiencia en combate. Cómo casi todos nuestros dragones. El único que más se acerca en experiencia a Drogon es Nieve, pero la reina está demasiado mayor para montarlo.

— La princesa tiene razón, alteza —intervino el Gran Maestre —. El único dragón capaz de enfrentarse a Cleos es Drogon y vuestra hija es su jinete.

— Además —intervino el Consejero de los Rumores —, ella ya se enfrentó con él a la flota de Volantis hace tres años y salió victoriosa.

— Pero, hasta ahora no se ha enfrentado a un capitán como Cleos —dijo Aegon.

— Me temo que no hay otra solución, alteza —dijo el Consejero Naval —. Si no actuamos ya, Cleos seguirá atacando impunemente las Tierras de la Tormenta y podría extender sus ataques a Dorme e, incluso, a las Tierras de la Corona.

La Mano resopló y se quedó unos segundos pensativo masajeandose las sienes con ambas manos mientras los presentes le miraban en silencio. Finalmente, alzó la mirada y miró fijamente a su hija.

— De acuerdo, puedes ir en busca de Cleos. Pero, si te enfrentas a él y Drogon resulta herido, retírate inmediatamente. No quiero perder a mi primogénita y al mejor de nuestros dragones en un mismo día.

Dan sonrió y asintió. En cuanto terminó la reunión, se encaminó hacia sus aposentos pensando en todo momento en la empresa que iba a emprender. Su padre no se equivocaba, jamás se había enfrentado a alguien como Cleos el
Degollado, un Hijo del Hierro que fue comandante de la Armada Real hasta que su abuela lo expulsó y lo desterró a Essos a causa de sus violentos métodos, los cuales dejaban un gran rastro de civiles inocentes muertos; muchos de ellos niños. En Essos se convirtió en un sanguinario pirata y llegó a crear su propia compañía, juntando toda una flota de barcos. Solía dedicarse a la piratería, pero también trabajaba como mercenario. Se le conocía como Cleos el Degollado por una gran cicatriz en su garganta.

El Legado de la Reina Dragón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora