CAPITULO 37

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Dan respiró aliviada cuando, nada más entrar en la cueva, vio que Alyra se encontraba bien. La joven dorniense en esos momentos estaba de pie dándole la espalda.

— Alyra, me alegra que estés bien —dijo con una ligera sonrisa que desapareció cuando vio que esta permanecía en silencio sin hacer un solo movimiento — ¿Ocurre algo? ¿Esos cerdos te hicieron daño? —preguntó ceñuda.

La joven dorniense se puso a reír de una forma maliciosa, lo que hizo que Dan empuñara con más fuerza a Hermana Oscura al tiempo que se ponía en una posición de combate.

— ¿Por qué no te giras y me miras a la cara, Cuervo de Tres Ojos?

Alyra finalmente se giró, dejando ver en el bello rostro de la joven una diabólica sonrisa y sus dos ojos completamente blancos.

— Encantado de conocerte personalmente, princesa Daenerys Targaryen, más conocida como Dan. Debo decir que has conseguido sorprenderme, no esperaba que hubieras heredado la resistencia al fuego de tu bisabuela. Claro, que después de heredar su dragón y su testarudez, esto no debería sorprenderme.

Dan se fijó mejor en Alyra, era la primera vez que hablaba con alguien controlado por un cambiapieles. En aquellos momentos, no reconocía a la que era su amante. Puede que su cuerpo estuviera frente a ella, pero Alyra había desaparecido.

— Déjala marchar, ya no la necesitas.

Bran volvió a reír.

— Al contrario. Esta chica te importa mucho, lo has demostrado viniendo hasta aquí por ella, dejando solos a tu familia y tus amigos. Y todo para nada.

— Ni se te ocurra hacerle daño —dijo Dan amenazante y Bran volvió a reír.

— ¿Y que me harás? ¿Matarme con tu espada? Solamente destruirás este cuerpo. Yo escaparé, mientras tú te quedarás aquí llorando el cadáver de tu chica.

Dan se quedó petrificada. Por primera vez en mucho tiempo se sintió impotente. No podía atacar a Bran sin hacerle daño a Alyra y Bran lo sabía. El muy cabrón se había buscado el mejor escudo para combatirla.

— Ahora eres consciente de mi poder. Ni tú fuerza, ni tu habilidad con la espada son útiles ahora. Por no hablar de que tus sentimientos por esta joven te hacen más débil.

Dan lo fulminó con la mirada. Pero, inesperadamente, sonrió maliciosamente.

— No eres tan poderoso como crees. No puedes poseerme a mi, ni tampoco a Drogon, de lo contrario, lo habrías hecho ya. Además, se ve que aún no controlas bien a los muertos, lo prueba el que ninguno de los cadáveres que hay en esta isla se haya lanzado contra mi. Algo me dice que el Rey de la Noche no te lo contó todo lo que necesitabas para controlar a los muertos.

Bran no pudo evitar sorprenderse. Aquella chica era más astuta de lo que pensaba, sus habilidades no solo se limitaban a las armas. Si llegaba al Trono de Hierro iba a ser un gran peligro para sus planes, tanto como lo fue en su día la Madre de Dragones. Afortunadamente para él, en aquellos momentos controlaba uno de sus puntos débiles.

Miró el cuerpo del pirata que había sido degollado por Cleos, el cual tenía al lado, y recogió su espada, la cual apuntó contra la princesa. Esta, al principio, se puso en posición de combate. Sin embargo, pronto desistió y bajó la espada.

— Se lo que quieres, pero no voy a hacerlo. No dañaré el cuerpo de Alyra.

— Entonces, deja que haga yo los honores —y se llevó la hoja de la espada al cuello.

— ¡No!

La princesa volvió a ponerse en posición de combate. Bran sonrió de forma diabólica antes de lanzar su espada contra ella. A Dan no le costó esquivar los golpes, ya que los movimientos de Bran eran lentos y torpes. Sin embargo, aún así, el Cuervo de Tres Ojos tenía las de ganar, puesto que aquello solo podía terminar con su muerte o la de Alyra. Podría matarla en cualquier momento. Si no lo había hecho ya, era porque no se atrevía a hacerlo, ya que sabía que aquello no mataría al Cuervo de Tres Ojos, pero si terminaría con la vida de Alyra. Pese a lo mucho que lo negaba, la joven dorniense le importaba mucho y no quería sacrificarla.

El Legado de la Reina Dragón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora