CAPITULO 3

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Dan no quiso esperar. Esa misma noche cogió un barco y partió hacia Rocadragón. Allí era donde los dragones pasaban el tiempo, volando libres sin causar problemas a la población, ya que la isla llevaba mucho tiempo deshabitada y los únicos humanos que vivían en ella era una guarnición del ejército real destinada allí. Daenerys de la Tormenta tomó esta decisión para no cometer el mismo error que cometieron sus antepasados, que encadenaron a sus dragones en Pozo Dragón, causando con ello su extinción. Error que ella misma cometió en Meeren con dos de sus hijos y no quería cometerlo más.

Fue una decisión muy acertada por parte de la Reina Dragón ya que, viviendo en libertad, los dragones crecían fuertes, ágiles y muy astutos. El único inconveniente era tener que trasladarse hasta la isla para tener que utilizarlos, lo cual era un fastidio para Dan, que se moría de ganas de montar a Drogon cuanto antes y salir en busca de la flota de Cleos.

Afortunadamente, en esa ocasión no viajaba sola, ya que Alyra viajaba con ella. Dentro del camarote, del que a penas salieron durante todo el viaje, las dos jóvenes soltaron un fuerte gemido a la vez al llegar al orgasmo. Las dos estaban sentadas sobre la cama, abrazadas la una frente a la otra con sus piernas entrelazadas, ambas desnudas con sus cuerpos empapados en sudor.

En cuanto recuperó el aliento, la princesa besó apasionadamente los labios de la joven dorniense y esta le devolvió el beso mientras caían sobre la cama, tumbadas de lado la una frente a la otra, mirándose con una amplia sonrisa de satisfacción.

— Has estado fantástica —dijo Dan acariciando a su bella amante.

— Vos también, alteza. Jamás había visto a alguien con tanta pasión fuera de Dorne. Cualquiera diría que no vais a volver de este viaje y os estáis despidiendo.

Dan se puso seria, aunque mantuvo la sonrisa para no inquietar a Alyra. Y es que la joven dorniense no estaba muy alejada. Iba camino a enfrentarse a un enemigo al que no se había enfrentado antes y, aunque le prometió a su padre que se retiraría si la campaña se volvía peligrosa, corría peligro de no regresar con vida. Por eso quería aprovechar hasta el último momento con su amante más reciente.

Por ello, en cuanto se sintió algo más descansada, se puso encima de ella y, tras besarla de nuevo, empezó a pasar sus labios por el cuello de la joven mientras sus firmes manos jugaban con sus pechos. Alyra cerró los ojos y se puso a gozar mientras sus manos acariciaban también a la princesa.

***

En cuanto bajó del barco, fue recibida por el oficial al mando de la guarnición de la isla y unos cuantos soldados de escolta. Antes de partir de Desembarco del Rey les había enviado un cuervo avisándoles de su llegada. Ellos se encargarían de escoltarla, ya que había dado órdenes a los miembros de la Guardia Real que se quedara en el barco y protegiera a Alyra en el viaje de vuelta.

El oficial y los soldados vestían con el uniforme característico, que consistía en una armadura de placas negra, con el dragón tricéfalo de la Casa Targaryen grabado en el pecho, y una túnica roja que cubría una cota de malla. Sobre sus cabezas llevaban un yelmo con la forma de la cabeza de un dragón.

El Ejército Real fue otro de los logros de Daenerys de la Tormenta. Un gran ejército pagado por la Corona y totalmente al servicio de esta, no al de ninguno de los señores, a quienes solo se les permitía tener un cuerpo de guardia no mayor de cien soldados. Así es como ella destruyó La Rueda, no acabando con los señores, los cuales eran un mal necesario para administrar sus respectivos territorios, pero si recortando su poder y haciendo que ya no fueran necesarios para la defensa del país. Dicha defensa ahora recaía en este ejército, al que hombres y mujeres de todas partes de los Siete Reinos podían alistarse una vez cumplieran los 16 años y lograban superar un duro entrenamiento. Pertenecer al ejército suponía recibir una buena paga, mayor de la que recibirían en cualquier otro trabajo, además de recibir ciertos privilegios que no tenían los civiles, por lo que el número de alistados era cada vez mayor y el ejército se hacía más grande.

Pero, la fuerza del Ejército Real no radicaba en su número. En su día, la infantería fue entrenada por los Inmaculados y la caballería por los Dothraki, enseñanzas que se fueron pasando de generación en generación, haciendo de sus soldados los más letales del mundo conocido. Con este ejército y los dragones, los Targaryen eran en esos momentos más fuertes y poderosos de lo que lo habían sido nunca; incluso más de lo que lo fueron en los tiempos de Aegon el Conquistador.

Los soldados llevaron a Dan hasta la parte de la isla donde los dragones solían descansar cuando no estaban cazando o pescando. En esos momentos solo estaban allí los dos dragones más jóvenes, Gorgon, el dragón dorado de su hermana Visenya, y Thrilox, el dragón azul de su hermano Eddard. En esos momentos apareció volando Nieve, el dragón de la reina. Aunque, más bien era la dragona, ya que se trataba de un dragón hembra de color plateado. A Dardo no le esperaban, ya que este se encontraba en Dorne con su tía Rhaena, como ya se sabía. Solo faltaba uno. El mayor y más viejo de todos. No solo de los cinco dragones que poseía la Casa Targaryen en esos momentos, también era el mayor dragón que existía en la actualidad.

Drogon no tardó en hacer su aparición en el cielo. Su sombra lo cubría casi todo. Era un dragón enorme, aunque aún no había alcanzado el tamaño al que llegó en su día Balerion el Terror Negro. Fue el único de los tres dragones con los que Daenerys llegó a Poniente que sobrevivió a la guerra. Daenerys no quería su hijo dragón creciera solo, así que en los años posteriores envió expediciones a las Tierras Sombrías en busca de más huevos de dragón petrificados, aumentando así el número de dragones. En total consiguió ocho dragones más. Rhaegar se llevó cuatro de ellos a Meeren, mientras que Lyanna se quedó con Drogon y los otros cuatro dragones.

Pese a convivir con él, los soldados se sentían atemorizados ante Drogon, el cual atemorizaba solo con verlo, pero Dan se acercó a él sin ningún temor cuando este aterrizó. Sonrió mientras extendía una mano y le acariciaba el morro. No le tenía ningún miedo, ya que entre los dos se había establecido un gran vínculo.

— ¿Me has echado de menos, amigo?

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— ¿Me has echado de menos, amigo?

Si sintió miedo la primera vez que se encontró ante él cuando solo tenía 13 años. Desde la muerte de Daenerys,
Drogon no había sido montado por nadie más.  No dejaba que nadie más se subiera a él ni se le acercase; prácticamente, se había convertido en un dragón salvaje. Pero todo cambió cuando se encontró con Dan por primera vez. Pese a su miedo, la joven princesa se acercó a él y, ante el asombro de todos, el dragón dejó que lo tocase y se subiera a él, haciendo los dos su primer vuelo juntos. Desde entonces, el dragón y ella eran uña y carne. Participaron juntos en multitud de batallas y viajaron a numerosos sitios, tanto en Poniente como en Essos.

— ¿Listo para una nueva aventura, compañero? —dijo Dan mientras lo acariciaba.

Drogon alzó la cabeza y soltó un fuerte rugido que estremeció a todos los presentes, dragones incluidos. Luego se inclinó, dejando que ella se subiera a él y emprendió el vuelo alejándose de la isla.

El Legado de la Reina Dragón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora