CAPITULO 19

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Desembarco del Rey, 337 d.C.

Daenerys Targaryen bajaba las escaleras muy seria. Aún tenía el miedo en el cuerpo, pero lo disimulaba. No podía permitir que ninguno de sus súbditos la viera asustada después de lo que acababa de ocurrir. Tyrion Lannister bajaba las escaleras junto a ella, también muy serio, y tras ellos iba Brienne de Tarth, Lady Comandante de la Guardia Real, quién en todo momento se mostraba alerta sin quitar la mano de la empuñadura de su espada.

Tras bajar las escaleras, caminaron por un pasillo hasta llegar a una puerta que atravesaron, entrando en el salón del Gran Maestre. Dentro, Sam Tarly examinaba el cadáver desnudo que tenía sobre la mesa. Este dejó lo que estaba haciendo cuando entraron.

— ¿Qué has averiguado? —le preguntó Daenerys poniendo los brazos en jarras.

— No mucho, majestad. El tipo parece normal salvo por dos cosas.

— ¿Qué cosas? —preguntó Tyrion ceñudo.

— Será mejor que lo veáis vosotros mismos.

La reina, la Mano y la Lady Comandante se acercaron a la mesa y el Gran Maestre retiró entones un trapo que cubría las vergüenzas del muerto; o, al menos, el lugar donde estas estuvieron. Los tres se sorprendieron al ver aquello.

— ¡Está castrado! —dijo Daenerys asombrada —. Igual que mis Inmaculados.

Sam asintió.

— Pero no es un inmaculado. Por su aspecto, yo diría que es de Poniente. Además...

Se quedó en silencio, extrañando más a la reina.

— Además... ¿Qué?

Sam respiró hondo antes de continuar.

— No sabría decirlo con seguridad pero, por la forma de los cortes, yo diría que se lo hizo él mismo.

Daenerys, Tyrion y Brienne se quedaron boquiabiertos.

— Estás diciendo que se castró por voluntad propia y lo hizo por su propia mano... —dijo Daenerys tratando de asimilar lo que acababa de escuchar.

— Hay que ser muy fanático para hacer algo así —dijo Tyrion de la misma forma.

— Ya demostró mucho fanatismo al infiltrarse en la Fortaleza Roja para intentar asesinar a nuestra reina —dijo Brienne.

Tyrion asintió.

— Era una misión suicida. El tipo sabía que no iba a salir vivo de aquí. Hay que creer muy ciegamente en una causa para hacer algo así.

— Tenemos que averiguar cuanto antes para quién trabajaba —dijo Daenerys —. Alguien capaz de influir en una persona como para inculcarle tal fanatismo supone un peligro muy grande.

Sam asintió.

— Esa es la otra cosa. Creo que esto podría ser una pista.

Se volvió de nuevo hacia el cadáver y retiró otro trapo. Este a la altura del pecho. Los presentes se sorprendieron al ver el tatuaje que mostraba media cabeza de un dragón rojo y media cabeza de un lobo blanco, ambas juntas formando una sola cabeza.

El Legado de la Reina Dragón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora