CAPITULO 12

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Desembarco del Rey

Visenya caminaba por uno de los jardines de la Fortaleza Roja cuando un sonido de pelea llamó su atención. Corrió hacia donde provenían esos sonidos, descubriendo que quienes se peleaban eran sus hermanos, Eddard y Daemon. Bueno, no era exactamente una pelea, ya que Eddard le estaba dando una paliza al benjamín de la familia. Daemon era un joven de 16 años bajito y delgado, no era rival para Eddard, un joven de 22 años alto y robusto al que le gustaba meterse con los más débiles.

Junto a ellos, había una joven doncella en el suelo llorando. Tenía la ropa rasgada, el cabello despeinado y algunas magulladuras. A Visenya no le costó adivinar lo que había ocurrido.

— ¡Ya basta! —gritó la joven princesa.

Eddard iba a descargar un nuevo puñetazo contra la amoratada cara de Daemon, pero se detuvo y miró a su hermana con mala cara.

— Lárgate, hermanita. Esto no te incumbe.

Lejos de obedecerle, Visenya se encaró con él.

— Deja a nuestro hermano y a la doncella ahora mismo o se lo diré a padre y te obligará otra vez trabajar en las cuadras.

— ¿Decirle qué? No hacía nada malo. Sólo le enseñaba modales a esta torpe —señaló a la doncella —. La próxima vez se lo pensará mejor antes de derramar mi bebida.

— ¡Mentira! —replicó Daemon mientras se ponía de pie trabajosamente —. La estaba forzando, lo he visto.

— ¡Cállate! —le gritó Eddard mientras le daba una bofetada tan fuerte que le hacía caer de nuevo al suelo.

Visenya no pudo aguantar la rabia y le dio una patada en la pierna.

— ¡Serás zorra¡ —gritó Eddard furioso mientras se volvía bruscamente hacia ella con intención de cruzarle la cara de una bofetada a ella también. Sin embargo, se vio obligado a contenerse mientras que por primera vez mostraba algo de temor.

Visenya sonrió maliciosamente.

— Adelante, hazlo. Dan lo sabrá cuando regrese y te las tendrás que ver con ella. A ver si te pones tan gallo con nuestra hermana mayor.

A Eddard no le quedó más remedio que tragarse su rabia e irse de allí a toda prisa. Si había algo que más miedo le daba en el mundo era Dan. Ya le había escarmentado varías veces; muchas de ellas delante de sus súbditos, para hacerlo más humillante.

Una vez se largó, Visenya corrió a socorrer a la doncella.

— Puedes denunciarlo a mi padre. Mi hermano y yo seremos tus testigos.

— Sois muy amable, princesa —dijo la doncella poniéndose en pie sujetándose sus desgarradas ropas —. Pero estoy bien. Sólo deseo volver al trabajo.

Visenya quiso insistir para convencerla, pero sabía que la joven estaba muy asustada y solo quería pasar página cuanto antes. Así que dejó que se fuera para que pudiera asearse, cambiarse de ropa y regresar cuanto antes al trabajo. No obstante, eso no iba a quedar así. Se iba a encargar de que Dan supiera lo que había ocurrido. Su hermana mayor no necesitaba pruebas ni ningún testimonio para saber que decía la verdad, puesto que conocía muy bien a Eddard.

Una vez la doncella se marchó, fue hacia su hermano, que volvía a ponerse en pie trabajosamente.

— ¿Cómo estás? —preguntó preocupada.

— Estoy bien —respondió él avergonzado.

Visenya, en cambio, vio que le salía sangre de la nariz. Se acercó a él para comprobarlo.

El Legado de la Reina Dragón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora