CAPITULO 5

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Bastión de Tormentas

Al conocerse la noticia de la victoria de Dan en Nido del Grifo, Baelon Baratheon, señor de Bastión de Tormentas y Lord protector de las Tierras de la Tormenta, organizó un gran festejo en honor a la princesa dragón, quién llegó allí a lomos de Drogon siendo recibida entre ovaciones.

El Señor dela Tormenta había organizado un gran torneo en donde participarían los principales señores de la Tormenta. No obstante, el gran favorito era Maegor Baratheon, el hijo mediano de Baelon, quién ya había ganado otros torneos y roto muchas lanzas. Así que se esperaba que también saliese victorioso en ese torneo. Era lo que Lord Baelon esperaba. Quería que Maegor ganara el torneo y coronara a Dan como Reina del Amor y la Belleza para que esta se fijará en él. Dan estaba destinada a ser reina de los Siete Reinos y él quería que uno de sus hijos se casara con ella y ser el abuelo de un futuro rey o reina, alguien que llevaría el apellido Targaryen —ya que Daenerys de la Tormenta decretó que prevalecieran los apellidos de las mujeres que llegasen a reinar, ser cabezas de sus respectivas casas o protectoras de alguno de los reinos —, pero que también tuviera sangre Baratheon corriendo por sus venas.

Maegor no decepcionó. Uno a uno fue derrotando a sus oponentes ante el clamor de los asistentes, que disfrutaban con el espectáculo. Dan, en cambio, se aburría. A ella le gustaba estar cerca de la acción, no verla desde la grada, aunque fuera en el palco principal. No obstante, no le quedaba más remedio. El torneo se hacía en su honor y, además, nadie más de la familia real había acudido, puesto que estaban muy ocupados en Desembarco del Rey con los preparativos de la fiesta del centenario, por lo que le tocaba a ella representar a la Corona.

Lord Baelon se sentaba a su lado y no paraba de hablarle "maravillas"de Maegor para vendérselo como esposo. A su otro lado se sentaba Aerys Baratheon, el primogénito y heredero de Lord Baelon, quién tenía a su esposa a su lado con el hijo de ambos, quién acababa de cumplir cinco años. Aerys le había puesto de nombre Gendry en honor a su abuelo, Gendry Baratheon, padre y antecesor de Lord Baelon.

Dan conocía muy bien la historia de Gendry, a quién su bisabuela nombró señor de Bastión de Tormentas y Lord protector de aquel reino, reconociéndolo como un Baratheon, en agradecimiento por su participación en la batalla de Invernalia. Antes, fue uno de los muchos bastardos del Usurpador, viviendo en Desembarco del Rey como un simple herrero hasta que se vio obligado a huir de la ciudad cuando el rey Joffrey, alentado por su madre, ordenó asesinar a los bastardos para quitarse de encima posibles aspirantes al trono. Convertido ya en Señor de la Tormenta, pasó muchos años sin contraer matrimonio hasta que, estando cercano a los cincuenta, se casó con una mujer joven que pudo darle herederos y poder seguir su linaje. Se dice que fue Tyrion Lannister, mano de Daenerys, quién concertó el matrimonio para evitar que la Casa Baratheon se extinguiera.

Las razones de que Gendry fuera tan reacio a tener una esposa no están claras, pero se dice que se debe a la pérdida de su gran amor, Arya Stark, la gran heroína de la batalla de Invernalia, quién lo abandonó y marchó al oeste, no sabiéndose más de ella. Por lo que se ve, él nunca la olvidó y eso le hizo desgraciado pese a ser el Lord protector de uno de los Siete Reinos.

Gendry era otra víctima del amor, igual que su bisabuela, pensó Dan. Más de una vez escuchó a su abuela hablar de lo muy triste que se sentía Daenerys pese a haber conseguido lo que quería, todo porque había perdido al gran amor de su vida. Aquello, y otras historias más —como la de Robb Stark —, había llevado a la princesa a tener cierta reticencia al amor, al que consideraba una fuente de sufrimiento. Había decidido de antemano que si alguna vez se casaba sería en un matrimonio de estado para darle a la Corona herederos. En público, ella y el que fuese su esposo interpretarían el papel de matrimonio feliz, mientras en privado ella seguiría disfrutando de sus muchos amantes, hombres o mujeres, y él seguramente haría lo mismo, cosa que a ella no le importaba.

Dan no sabía lo muy equivocaba que estaba en esos momentos, pero no sería Maegor quién le haría cambiar de opinión.

Dan no sabía lo muy equivocaba que estaba en esos momentos, pero no sería Maegor quién le haría cambiar de opinión

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Como era de esperar, Maegor salió victorioso de las justas. A estas le siguió una serie de combates con espada donde Maegor también salió victorioso, derrotando uno a uno a sus oponentes hasta que nadie quiso retarle. Desafiante y con tono chulesco, el hijo mediano de Lord Baelon se volvió hacia la grada preguntando si había alguien dispuesto a retarle, riéndose al no obtener respuesta; incluso su padre se sintió abochornado, aunque trataba de disimularlo. Dan apretó los dientes de rabia. Con mucho gusto hubiera saltado a la arena y le habría bajado los humos a ese idiota, pero no podía participar.

Sin embargo, hubo alguien que si saltó a la arena. Era un joven imberbe, de 15 años, algo bajito y de constitución muy delgada; incluso le costaba sostener la espada. No era rival para Maegor, un tipo cercano a la treintena, alto y muy robusto. Aún así, se enfrentó a él sin miedo. Fue derribado varías veces, pero siempre se levantaba y seguía enfrentándose a él, aún sabiendo que terminaría en el suelo una vez más.

— ¡Ríndete de una vez! —le exigió Maegor, que empezaba a impacientarse.

— Aguantaría todo el día —replicó el muchacho.

Aquello impresionó a Dan. Ver tanto valor en alguien con esa apariencia débil le fascinaba mucho. No se podía decir lo mismo de Lord Baelon, quién se mostraba molesto con el espectáculo.

— Maldito mocoso —gruñó.

— ¿Le conocéis? —preguntó Dan interesada.

Lord Baelon asintió antes de contestar.

— Es Aemon, el menor de mis hijos —Dan arqueó las cejas —. Maegor siempre se está metiendo con él y ahora quiere vengarse —Maegor volvió a derribarlo en ese momento —. Aunque, dudo mucho que vaya a conseguir mucha venganza.

— No es buen luchador —dijo ella mirando como el chico se ponía de nuevo en pie y volvía a hacerle frente a su hermano mayor —, pero al menos es valiente. Con entrenamiento sería un guerrero formidable.

— Mis maestros de armas no han sido capaces de hacer nada con él. No se le da muy bien acatar las normas.

Dan sonrió.

— A mí tampoco —dijo sin despegar la mirada del chico —. A lo mejor, yo podría entrenarlo en Desembarco del Rey.

Lord Baelon arqueó las cejas. No se podía creer que la princesa estuviera interesada en ese niñato. Sin embargo, pronto se dio cuenta del error que había cometido. Dan era una princesa guerrera, jinete de la mayor bestia voladora que el mundo había conocido y heredera del Trono de Hierro. No se iba a dejar impresionar por demostraciones de fuerza como la que estaba haciendo Maegor. Le atraían más los retos y Aemon representaba uno. Jamás había tenido esperanzas en el menor de sus hijos, un joven enclenque e indisciplinado que solo le daba disgustos, pero ese día empezó a cambiar de opinión.

Maegor ya se cansó. Cuando volvió a derribar a Aemon, no esperó a a que se pusiera en pie y le atacó cuando aun estaba en el suelo, propinándole una fuerte patada en la cara, dejándolo inconsciente. Orgulloso de lo que acababa de hacer, se volvió hacia la grada triunfante, pero las ovaciones se habían desvanecido de golpe y el público que antes lo vitoreaba ahora le observaba en silencio muy serio. Lord Baelon se llevó una mano a la frente y meneó la cabeza mientras Aerys le ponía mala cara.

— Ya he visto suficiente —dijo Dan muy seria mientras se ponía en pie bruscamente y marchándose de allí.

Lord Baelon dio por finalizado el torneo sin proclamar un vencedor. Luego tendría una reunión en privado con Maegor, con quién quería hablar muy seriamente.

El Legado de la Reina Dragón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora