• Enrredo
Me sentía sumamente agotada. El cuerpo me dolía y sentía mis extremidades dormidas. Respiré profundo abriendo los ojos, giré mi cabeza y allí estaba él. Observándome, sin embargo había algo diferente en su mirada. Un atisbo de preocupación, de miedo. En el poco tiempo que conocía a Elián, jamás me dió indicios de sentir algo parecido al temor.
—Hola— Susurré débilmente.
—¿Cómo te sientes bonita?—. Sonreí, me encantaba ese apodo. Tan real, tan dulce pero no del tipo de dulce que se hace pastoso e incómodo. Si no, como un caramelo fresco, con la suficiente azúcar para cerrar tus ojos de placer.
—Cansada. ¿Qué fue lo que pasó?— lo último que recordaba era el ataque de la manada.
—Estamos en Alemania, en la manada del Alpha Ikender. Atacaron la mía, pero créeme que esto no se quedará así Alderin—. Asentí con la cabeza. Recordé la marca de mi brazo, levanté la manga de la blusa que traía puesta, en efecto traía una venda allí.
—¿Que me está pasando Elián?
—Estarás bien te lo prometo.
Me relató la historia sobre la maldición. Aquello que no podía creer que existía, ahora es realmente, parte de esta realidad. Tiempo después Amara entró a la habitación, era un chica realmente linda. Traía una toalla en la cabeza porque según esto, recién se había cambiado el tinte de su cabello.
Mientras ambas nos quedamos charlando un poco, Elián salió a ver cómo seguía su manada. No quería comentarle lo sucedido a su hermana, hasta que todo esto estuviese resuelto.
No deseaba alejarme de Elián en lo más mínimo, sentía que una parte de mí no estaba lista para ello. La posibilidad de salir del país para tratar de encontrar una solución a mi problema seguía latiendo fuertemente.
—Ustedes dos son verdaderamente lindos. Cómo te mira es...hermoso— Comentó secándose su cabello.
Recordé lo que el peliblanco me había comentado.
«¿Por qué no aceptarse mutuamente»
—William él...
—Me rechazó cuando nos conocimos, realmente no hay mucho que decir— Comentó bajando la cabeza.
—Él me rechazó y bueno, soy hija de Ikender Claster, tengo mi propio orgullo.
— Tu padre...
—Oh no, si le hubiera dicho a mi padre lo hubiera matado. A parte no debe de importarme mucho. Es alguien odioso— sonreí de lado. En el fondo moría por él. Era una sensación que, entendía perfectamente.
—Estoy segura que las cosas cambiarán para ti. Si algo he aprendido en este corto tiempo de saber de su especie es que, aunque la vida sea la enemiga, el destino nunca deja de pelear—. Amara me miró fijamente, cerró sus ojos y un largo suspiro salió de sus labios.
—Quisiera poder pensar lo mismo pero, William jamás me aceptará—. Me relambí los labios nerviosa. Ruidos se escucharon detrás de la puerta, la cual fue abierta dejándome ver al Alpha Ikender llegar con dos mujeres detrás suyo.
Eran verdaderamente hermosas, una de ellas vestía un traje conformado por tonos violetas, un vestido de una sola pieza, fino, elegante. Y si cabello del mismo color trenzado a su lado izquierdo. Incluso sus ojos estaba adornados de ese tono. A su lado le acompañaba otra mujer, eran muy parecidas, a diferencia que si cabello, vestimenta eran en tonos rosados, sus ojos rosas y labios rojos como la sangre. Compartían peinado a diferencia de que su trenza estaba colocada al lado derecho.
—Hola Alderin, ellas son las hermanas Drasto. Han venido desde Bretaña.
—salut ma cherie. Soy Hansel y ella es mi hermana Gisell.
—Han, siento el calor del sol quemarme las entrañas— Comentó la hermana de cabellos rosas. Inmediatamente Hansel, como la habían presentado, se aproximó a mí.
—Maldita Zela, aún después de apagarse sigue causando
problemas.«Zela»
La mujer que enamoró a Elián.
—Hermanas— giré mi cabeza viendo entrar al peliblanco. A su lado lo acompañaba el rubio, Sander y su amigo japonés, Hirok.
—¿Pueden hacer algo para
ayudarla?—. Preguntó el lobo.—Podemos tratar de quitar una parte de la maldición pero, no podemos erradicarla Elián, sin embargo creo que la tribu Ketare puede
lograrlo—Cerré mis ojos con fuerza. No quería irme.—Shengil eliminará la maldición pero necesitamos que tenga las fuerzas necesarias para soportar el ritual— Agregó el asiático.
—Elián, Hirok, Sander, necesito que la sostengan, esto no será fácil—. Tragué en seco. Los tres se apepximaron hasta donde me encontraba. Elián me retiró la frazada que cubrían mi cuerpo.
—Tranquila, pasará rápido—. Y está bien, confiaba perfectamente en él.
—Sœur— Hansel llamó a su hermana.
—Linda sentirás calor, mucho calor. Pero no te asustes, debemos sacar lo más que podamos de tus venas—. Asentí con la cabeza.
Ambas hermanas se colocaron al pie de la cama, abrí los ojos con asombro al notar como un par de alas aparecían detrás de ellas haciendo que estás flotarán.
Una especie de luz violeta empezó a envolverme el cuerpo. Al momento que ambas recitaban palabras que no lograba entender. Ni siquiera era un idioma, se sentían como notas, como susurros que hacían eco en la habitación. Empecé a sentir algo recorrer mi cuerpo, desde mis pies hasta el pecho. Se detuvo allí, oprimiendome con fuerza, de pronto sentí que me sacudía con violencia. Los chicos trataban de mantenerme quieta.
Un inmenso calor me atravesó como pequeñas navajas, observé las venas de mis brazos volverse negras.
Grité, grité cuando empezaron a salir de mi piel, tal cuales gotas cuando el vapor se junta. Ardía, ardía más que el dolor que sentí en el brazo anteriormente.
—Elián— Gemí entre lloriqueos.
—Ya casi terminamos linda— Respondió Gisell. Aunque en este punto ya no sabía quién me estaba hablando. Cerré mis ojos deseando que el ardor cesara, poco a poco una capa de hielo empezó a envolverme. Saqué el aire que mis pulmones llevaban reteniendo. Mi cuerpo se relajó.
—Lo hiciste bien linda, ya pasó— Asentí con la cabeza débilmente. Tenía sueño, bastante sueño...
El siguiente capítulo contendrá escenas no aptas para lectores menores de edad.
Ya saben a qué me refiero puerkas...
Posdata: Lo estaré subiendo a más tardar mañana.
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El aullido del Alpha (Terminada)
WerewolfElián, uno de los más poderosos Alphas acude a una reunión al norte de Canadá. Alderin, una chica que no sabe más que meterse en problemas. Pensó que moriría, hasta que ese hombre se cruzó en su camino. La bestia había encontrado a su bella, y el...