Capítulo 16: Alderin

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• Media Luna

—Yo no seré niñero de ninguna de ustedes, quedan advertidas—. Amenazó el moreno tomando su maleta mientras bajábamos del avión.

Tuvimos que hacer una parada en un puerto  antes de abordar un vuelo directo a Tokio Japón. Había sido bastante cansado, largo y tedioso.  Traía conmigo tan solo un bolso de equipaje y mi mochila. Estaba nerviosa joder si no.

— Luna, Amara. Suban a la camioneta. William acompañará a mi Beta Yiomara.

Ingresamos al vehículo una vez salimos del aeropuerto.

—Muero por un helado de chocolate—. La rubia hizo un puchero dejando escapar el aire de sus pulmones.

—¿Cuándo llegaremos?— Le preguntó al amigo de Elián quien había subido al asiento del conductor.

— Aproximadamente en hora y media. Pueden dormir si lo desean. ¿Luna, se encuentra bien?— Indagó observando por el espejo retrovisor.

Parpadeé un poco confundida pero asentí con la cabeza. —Si, algo cansada pero estoy bien—. El agachó la cabeza y empezamos el recorrido.

—Nunca había salido de Alemania, esto es, increíble— La hija de Ikender no se despegaba de la ventanilla. Fijé la atención en los movimientos del japonés. Encendió la radio, rápidamente una melodía invadió nuestro alrededor.

Se trataba de una melodía enfocada en un amor perdido, un romance incorrecto. Me recargué en el asiento notando como Amara retiraba una lágrima traicionera que caía de sus ojos. Regresé a Hirok, quién apretaba el volante con tanta fuerza que sus nudillos se habían puesto blancos.

«Amar siempre dolerá. Pero vale la pena encontrar a alguien que merezca ese dolor»

Quería a Elián, lo amaba. Pero sentía muy en fondo, que la luz había llegado feroz, violenta, desafiante. Y ahora, me encontraba algo encandilada. No estaba acostumbrada al calor, al fuego, a la lava.
Respiré profundo concentrándome en la vista del exterior,  pasamos por varios mercados, las camionetas llamaban la atención de las personas que compraban.
En la esquina de una dulcería un hombre le compraba a su hija un helado.

Cerré los ojos recordando a mi papá, lo echaba de menos, y por alguna razón temía, temía a dejarlo solo.

Me mordí el labio inferior al sentir una pequeña molestia en mi brazo, levanté un poco mi manga sin que mis acompañantes se dirán cuenta. El moretón rojo sobresalió en mi piel blanca.

«Solo espero llegar rápido»

Con el paso de los minutos perdimos de vista la cuidad y los puestos así como las personas, se fueron haciendo más ajenas.

Decidí descansar un momento, tomé una frazada de mi mochila y la coloqué sobre mis hombros.

Desperté a causa de un movimiento brusco.

—¿Qué sucede?— Pregunté notando que el vehículo ya no se encontraba en movimiento. Estábamos detenidos a la mitad de la carretera.

—Amara— Llamó Hirok a la loba. Esta asintió con la cabeza con semblante serio.
El japonés bajó poniéndose al frente, observando el alrededor.  Tragué saliva cuando noté como un grupo de personas se acercaba, si vestimenta era típica de la región, a diferencia que portaban una espada, parecida a la suya.

El aullido del Alpha (Terminada) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora