Capítulo 19: Amara.

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Aún recuerdo cuando mi madre murió. Fue en su cumpleaños número setenta. No sabía porque jamás dejó que mi padre la convirtiera. Hasta que una noche me contó los horribles años que vivió cuando su padre. —Al cuál no merece que llame abuelo—. La vendió a un tipo. Sabía que los humanos tenían maldad en su corazón, aunque a veces me negara a verlo.

Tenía que esperar dieciocho años para que ella volviera a mí. La espera fue larga. Mi padre trató de consentirme en estos años, viajes, aventuras, una que otra guerrilla con lobos en el bosque.

Faltaba poco para que papá trajera a mamá de nuevo, en este tiempo jamás estuve sola, Rosel, al que considero mi tío siempre me hacía salir de la la mansión, estuve en varias pasarelas de moda gracias a Dalia su tua cantante. Pocas veces traté con su hija. Y es que Sofía prefería tener un perfil bajo, creo que en eso se parecía al pelirrojo, siempre detrás de las sombras, acompañada de nada más que la soledad. Una vampira un tanto tétrica.  Solo llegué a salir dos veces con los gemelos de Matías y Ener. Estaban muy ocupados conquistando lobas francesas.

Comprendía que mi madre perdió mucho y deseaba vivir su vida como humana. Compartía esos genes, me hacía un poco diferente a los demás. Sí, podía convertirme en lobo, sin embargo mi fuerza no era como cualquiera, incluso un Omega o Delta seguían siendo mucho más fuertes que yo.

Tres décadas traté de entrenar para poder derribar a mi mejor amiga. Catalea, la hija del uno de los amigos de mi papá.

Sobre mis hombros estaría la segunda manada más grande del mundo. Me causaba desesperación no poder tener la fuerza necesaria para liderarla.

Y cuando creí que no podría tener más problemas, llegó él, lo vi en un viaje a Estados Unidos. Beta del tercer Alpha más poderoso del mundo. Elián Katwerger.
Alto, moreno, cabello rizado, ojos claros y un cuerpo que me paralizaba. William era un encanto, y también un grito prohibido para mí.

Su rechazó dolió tanto, como si me clavaran una estaca en el corazón. Pero mi padre era Ikender Claster, y el orgullo ante todo estaba en nuestra sangre. Hice lo mismo, provocando que el lazo de mates se rompiera.

Él me rechazó. Yo lo rechacé. No había algo realmente puro que nos uniera más que nuestras indiferencias.

De no haber sido por el Peligris, mi padre hubiese matado a William.
Aceptarlo fue más complicado, llegué a cuestionar a mi padre por desposar a una humana. Incluso a la existencia por traerme a este mundo siendo diferente. Pero luego quise golpearme por pensar estupideces.

Tener genes humanos no te hace menos. Tener sangre mundana no es pisotear el legado del lobo.

—Gracias por los consejos—. Comentó uno de los maestros de entrenamiento.
Asentí con la cabeza restándole importancia, solía ayudarles a los demás niños de la manada. Era algo que de cierta forma, me reconfortaba.

Me estiré observando hacía arriba. Para mí sorpresa noté a Alderin y William viendo hacia acá. Un escalofrío me recorrió el cuerpo al conectar miradas con el moreno. Rápidamente bajé la cabeza saliendo del área de entrenamiento.

Nos iríamos dentro de poco, así que entré a mi habitación para darme una ducha rápida.

Al terminar sequé mi cabello, suspiré, tenía las puntas algo dañadas, pero sabía que un corte lo arreglaría todo. Y es que era fan de teñirme el cabello de diferentes estilos. Ajusté la toalla a mi cuerpo  y busqué unas tijeras. Solo quitaría lo dañado. Una vez terminé salí del baño. Empecé a tararear una de mis canciones favoritas.

In my Veins de Andrew Bell, también era la canción de mis padres.

—Esa canción es algo melancólica—. Pegué un salto por el susto. El moreno estaba sentado sobre la cama con los brazos cruzados.

—¿Qué haces aquí?—. Sentía que el corazón se me saldría del pecho.

—Solo quería verte— Tragué saliva nerviosa.

—Sal de mi habitación. Ahora— Levanté la voz mostrando los colmillos.

—Esta bien, solo quería decirte que, me rendí ante este juego. Y voy a recuperar lo que es mío— Reí negando con la cabeza.

—Yo no soy de nadie. Soy Amara Claster Bler, próxima Alpha de la segunda manada más poderosa del mundo. No necesito de alguien para estar completa.

El moreno se puso de pie mirándome intimidante. 

—Me necesitas a mí. Soy tu mate— Sonreí de lado.

—¿Te necesito a ti?, ¿Estás seguro de eso?, Porque yo pienso diferente. Es más creo recordar que tú me rechazaste primero.

—Lo sé, pero podemos negociar los términos.

«Este es idiota a caso»

-Es un patán- mencionó Samira. Mi loba interior.

—El amor es como la confianza, una vez se rompe o daña, no vuelve a brillar de la misma forma.

—Eso está por verse— Ladró secamente saliendo de mi habitación. Suspiré recargandome contra la pared.

No necesito de un hombre para ser feliz.
Y mucho menos de uno que no valoró lo que tenía.

Una vez me vestí, me dediqué a maquillarme un poco viéndome al espejo.

-Él no sabe lo que nos dolió- Aulló triste mi loba.

—Tranquila Sam. Te aseguro que lo sabrá. Es más, lo va a sentir tanto que le dolerá en lo más profundo de su ser.

No olvides votar y comentar. Este capítulo fue corto. Habrá más escenas narradas por Amara.

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El aullido del Alpha (Terminada) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora