Capítulo 4: Alderin

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•Simetría•

Sentía un fuerte dolor de cabeza, poco a poco fuí abriendo los ojos, sin embargo los cerré con fuerza, aún no me acostumbraba a la luz.

«¿En donde estoy»

Respiré profundo llevándome el olor de productos de limpieza a la nariz.

«¿Productos de limpieza?»

Abrí mis ojos con fuerza, estaba en una habitación de hospital. En ese instante una enfermera abrió la puerta.

—Hola señorita Moore. Que bien que ya despertó. ¿Cómo se siente?— parpadeé confundida.

—Bien yo, solo me duele un poco la cabeza, ¿Qué fue lo que pasó?

—Bueno, Fantasty ice Cream, estalló, por suerte su novio logró sacarla a tiempo y traerla para recibir ayuda. Sufrió una pequeña contusión en la cabeza, inhaló una considerable cantidad de humo, sin embargo logramos ponerla fuera de peligro.

Tragué en seco tratando de recordar todo.

—¿Mi novio?— le pregunté confundida.

—Si, el joven de cabellos plateados y largos— esto debía ser un error, no conocía a nadie con esas características.

«Austin»

—¡¿Y Austin?! Había dos chicos más en el edificio, mis amigos ellos...

—Oh tranquila, uno de ellos se lesionó el brazo izquierdo pero están completamente bien.

Negué con la cabeza, necesitaba verlos, retiré la manta con la que estaba cubierta con intenciones de salir en busca de los dos.

—Señorita aún no se encuentra bien, vuelva a la cama, le diré a su novio que pase, ha estado insistiendo demasiado en qué quiere verla. Y se ve muy preocupado— la enfermera me colocó de nuevo la manta y se aseguró de que estuviese acostada.

Y de nuevo nombraba a ese jovén. Esto debía ser una confusión, yo no tenía novio.

La enfermera salió de la habitación, bufé recostandome, sentía que la cabeza me iba a estallar.

—Al fin despertaste— giré mi cabeza hacía la puerta. Un hombre del que jamás había visto, entró a la habitación. Su cabello estaba atado en una coleta baja, era de un color casi blanco. Traía puesto una chaqueta café y pantalones negros.

—¿Disculpe?

—Mi nombre es Elián, Elián
Katwerger— Murmuró acercándose a mí. Posteriormente tomó asiento a un lado de la camilla.

—Creo que te has equivocado. No sé quién eres.

—Se perfectamente que no sabes nada sobre mí, y para serte sincero no importa. Lo único que interesa es que te recuperes, para que puedas ir conmigo— abrí mi boca con intensiones de decir algo, no obstante levantó la palma de su manos en señal de que callase.

—Yo te saqué del incendió. Salvé tu vida— Espetó de una manera tan seria. Su tono de voz me parecía bastante tranquilo, como si fuese de otra época. Y es que su sola presencia me daba escalofríos.

—Ah, yo, yo— negué con la cabeza tratando de no tartamudear.

—Te lo agradezco, pero no entiendo lo que tratas de decirme.

—Por ahora no necesitas saber nada más. Volverás a verme cuando sea el momento de irnos. Por fin te encontré— se puso de pie y dió la vuelta con intenciones de irse.

El aullido del Alpha (Terminada) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora