🍃Fukuhana _____🍃

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Nadie debería ser infeliz.

¿Notas el "debería"? Pues esta historia no trata sobre eso, tan sólo es un pensamiento que tuve.

Aquellos días de invierno particulares en los que se asomaba el sol a través de un pequeño agujero entre las nubes, eran esos los que la familia Fukuhana más disfrutaba.

La madre despertaba a su pequeña hija, para que pudiese ayudarla a preparar el almuerzo. Una ayuda un tanto inutil, en realidad, no había mucho que una niña de cinco años pudiera hacer, pero de igual manera rieron un rato mientras llevaba a cabo una cotidiana enseñanza.

Luego caminarían juntas en búsqueda del primogénito, quién se instruía en la Academia sobre los básicos del mundo shinobi.

Los pequeños Toa y _____ crecieron admirando a sus padres, ambos habilidosos jonin, ninjas de alto rango que ocupaban el lugar de capitanes militares.

Cuando se les encargaba una misión ellos dejaban la comodidad del hogar para cumplir con orgullo su deber. Amaban a su pueblo, por esto fue que inculcaron en los niños los valores de ser serviciales y amables con todo el que necesitara de ellos.

Esa era la antigua filosofía shinobi, la voluntad de fuego, amor es la clave para la paz. Infundida por toda Konoha, transmitida por todos los ninjas.

—Deprisa, _____, —llamó la armoniosa voz de la mujer —Llegaremos tarde.

Los pequeños pies de la niña corretearon hacía su madre, dejando atrás un gato callejero que las perseguía desde la puerta de su casa por todo el camino entre los suburbios de Konoha, que había estado acariciando tiernamente.

Tomó su mano para mantenerse cerca y continuaron, lo cual no les tomó mucho tiempo más.

—¡Ya para! ¡¿Quieres?! —Se oyó gritar a una niña más allá de las paredes.

La pequeña miró a su madre, quién devolvió la mirada y soltando su mano señaló con la cabeza la puerta entreabierta, dando a entender que era libre de explorar el origen de la voz.

Atravesó el umbral con curiosidad observando cada esquina del lugar, intrigada por lo colorido de este. Las paredes teñidas de un gastado color anaranjado acompañadas de tablas de madera alineadas una al lado de la otra.

A paso lento cruzó las puertas de varios salones cuyas puertas corredizas estaban entreabiertas. Tan solo un par de estos aún albergaban alumnos. Uno de ellos la miró de reojo, frunciendo el ceño extrañado y luego volviendo a bajar la mirada a su libro.

Pronto, encontró la inconfundible situación del clon de su padre arrojando piedras a una niña con el pelo castaño. Esto eliminó su timidez en el desconocido ambiente.

—¡Nee-chan! —exclamó su suave voz, acompañando al trote de su dueña, deteniendo la disputa al lograr que ambos voltearan a verla.

—¡_____! —le sonrió la chica, rodeándola con un abrazo —Que suerte que llegaste, el demonio que llamas hermano no quería dejarme en paz. —dijo mirando al chico con enojo.

Ahora se encontraban en un patio cercado a un lado del edificio. Allí esperaban algunos niños a ser recogidos, el resto ya se había retirado por su cuenta.

—Devuélveme a mi hermana. —reclamó estirándose para arrancarle a la niña de sus brazos, lo que logró reiniciar la pelea.

—Toa, ya fue suficiente. —impuso con firmeza la mujer que acompañaba a la pequeña. Su hijo se encogió, dejando a la pequeña en el suelo otra vez.

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