Capítulo 24

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Se acercaba el día de tan esperado viaje y Natalia estaba más nerviosa que el quijote en un parque eólico. Había decidido llamar a la Mari para que la espabilara, a fin de cuentas, siempre tenía algún remedio para cualquier mal.

- Mari tía es que no paro de vomitar eh.

- A ver, chocho, ¿has comido algo que te haya podido sentar mal?

- Solo me he tomado un café con leche porque no me daba el cuerpo para más.

- A ver si es por la leche y eres intolerante a la lactosa.

- Intolerante a ti es lo que soy, Mari, no me jodas. Toda la vida bebiendo leche y ahora soy intolerante. – Se echó las manos a la cabeza para intentar controlar la angustia que le estaba llegando.

- Eh, eh, baja dos puntos ese tonito guapa, que me saques cabeza y media no quiere decir que no pueda... ¿Cómo es eso que dice tu novia? – La Mari le hizo el gesto de cogerle el pelo para que supiera a qué se refería

- ¿Moñear?

- ¡Eso! No quiere decir que no pueda moñearte.

- ¡Que no Mari! Que no es la leche, seguro que es por los nervios.

- Pero, ¿por qué estas nerviosa? Cuéntale a tu rubia favorita.

- Pues tengo planeada una cosa en el viaje... Le he comprado a Alba un lienzo pequeño y un estuche de pinturas al óleo. ¿Le gustará?

- ¿Vas a pedirle matrimonio? – dijo poniendo cara de susto.

- No, ¿por?

- Porque vaya regalazo hija.

- ¿Tú crees que le gustará? – Puso carita de cachorrito

- Creo que te va a comer el coño cual bulldog.

- Mari... - dijo poniéndose la mano en la boca.

- ¡Pota hija mía, pota!

La Mari le sujetaba el pelo mientras Natalia no paraba de potar. Ya casi había echado hasta la primera papilla cuando tocaron el timbre. Natalia que no tenía el cuerpo precisamente para moverse a ninguna parte que no fuera el baño, le puso ojitos a la Mari para que pudiera abrir por ella.

- Esto no está pagado – dijo la Mari mientras se lavaba las manos e iba a abrir la puerta.

- Gracias Mari – dijo con su vocecita de nada.

- ¿Quién es? – dijo contestando al telefonillo.

- ¿Quién eres tú? – recibió de vuelta.

- Está feo responder a una pregunta con otra pregunta.

- Soy Alba, ¿y Nat?

- ¡Alba! – gritó lo suficientemente fuerte como para que Natalia la escuchara. Cosa que funcionó porque escuchó como la morena recogía el baño a la velocidad de la luz, tropezaba caía al suelo y se levantaba para cambiarse rápidamente – Pues Nat está aquí, justamente.

- Mari, ábreme.

- Alba, a ver...

- Mari, o abres la puerta o me vas a ver enfadada, ¿tú quieres verme enfadada?

- No, no, si yo solo...

- ¡Mari!

- ¡Abro! – dijo temiendo por su integridad física – Joder con tu rubia, chata, se le nota enfadada.

- Dios, yo sé que no te rezo lo suficiente... Bueno, no te rezo... - Empezó a decir con las manos juntas y mirando al techo.

- Pero ¿qué has hecho? A ver si estoy yo aquí y se va a formar una batalla campal.

El amor es para valientes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora