Capítulo 32

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Abrió los ojos muy despacio, sentía un dolor terrible que le apretaba la cabeza. No tenía muy claro qué hora era, ni dónde estaba, su último recuerdo era entrar a la casa de aquel chico y de pronto un golpe y mucho dolor en la parte trasera de la cabeza.

Había entrado ella primera con el ansia de buscar a Marina, gritó su nombre varias veces y, al no escuchar la respuesta, fue a girarse hacia el chico para preguntar qué estaba pasando, pero aquel golpe consiguió que no llegase a formular la pregunta.

El lugar donde se encontraba distaba mucho de ser aquella casa tan acogedora a la que le había llevado en un principio. Allí no había más que una triste ventanita en lo alto de una de las paredes de la estancia por la que apenas pasaba la luz y una puerta en el lado contrario. Estaba claro que aquello no era una habitación para invitados, por lo menos, no para invitados voluntarios.

Pese a la mala pinta de aquella habitación, dejó las sospechas de lado y, como acto reflejo, se acercó a la puerta para comprobar que, efectivamente, estaba cerrada.

Pegó un par de tirones a la puerta, ya presa del pánico, y gritó todo lo que supo y más. No sabía dónde estaba, ni tan siquiera si había alguien con ella o si había otras habitaciones igual. Pero gritó y gritó hasta que escuchó como alguien introducía una llave en la cerradura de la puerta.

Se echó para atrás, cogiendo todo el posible impulso que podía tener para arrollar a quien fuera que estuviera detrás de aquella de puerta. Iba a salir a la de ya. Sin pensar.

Y no pensó, principalmente porque en cuanto la puerta se hubo abierto un poco lo que apareció le quitó las ideas de fuga de golpe. La persona que la tenía encerrada allí no solo sabía de secuestros, también sabía de armas.

- Buenos días, estaba deseando que te despertaras – dijo el mismo chico que le había engañado con la excusa de ir a ver a su hermana.

- ¿Quién eres? ¿Dónde estoy? ¿Dónde está mi hermana? – preguntó entre seca e impaciente.

- Qué maleducada Alba, yo aquí dándote los buenos días y ni un hola – fue diciendo mientras se acercaba a ella.

- Añadiré otra pregunta, ¿cómo sabes quién soy?

- Sé que eres la hermana de Marina Reche, por lo que eres Alba Reche. Me ha hablado mucho de ti.

- ¿Dónde está? ¿Qué le has hecho?

- La verdad es que yo no hice nada, me lo hizo ella a mí.

- No entiendo, ¿eres su ex?

- ¿Ex? Ni de coña – empezó a reírse – Soy su camello.

- ¿Su camello? ¿Cómo que su camello? – Alba no tenía ni idea de lo que se refería.

- Mira te voy a explicar así en plan rápido. Soy Pol, y tu querida hermana no ha querido continuar con el negocio y... Me hace bastante falta que continúe. Entonces he pensado, ¿cómo le haces daño a alguien sin atacarle directamente? Pues por eso estás aquí tú, y no ella.

- Y, ¿dónde es aquí?

- En medio de la nada, ¿te vale? – hizo un extraño gesto con la nariz – Ahora me piro, tengo... Cosas que hacer. En cuanto vuelva, vamos a hacer una pequeña llamadita – dijo saliendo por la puerta – Ah, no intentes escaparte, es un poquito imposible.

No dejó opción a réplica pues cerró la puerta lo más rápido que pudo, volviendo a cerrar con llave la única posible salida para Alba. Se sentó en el suelo, de donde se había levantado al principio de abrir los ojos y empezó a pensar en todo lo que quería decirle a Natalia y no pudo, en que ahora entendía por qué Marina no quería hablarle de las cosas.

El amor es para valientes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora