Capítulo 29

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Alba llegó a aquellas cabañas cinco minutos más tarde de la salida de Natalia. No pensó que en aquel coche que se alejaba iba la que posiblemente era la mujer de su vida y no lo hizo porque, pese a que se cruzaron, el reflejo de las luces les impidió verse.

Entró a la cabaña despacio, como si supiera que algo no andaba bien. No había nota de despedida, por lo que quizá pensó que Natalia seguiría allí. Pero no la encontró, ni a ella, ni a su ropa, ni mucho menos sus cosas.

Se sentó en la cama sin mucho más que decir ni que hacer; le había llamado, le había escrito, había buscado en las demás cabañas por si estaba, pero no. Lo único que Natalia había dejado allí era la moto. Y a ella.

¿Cómo no supo distinguir que ninguna de aquellas chicas era Natalia? ¿Cómo no recordó que había visto a Natalia salir en dirección al baño? ¿Cómo no había hablado con ella antes de ser así de impulsiva? Ni se reconocía, ni había encontrado respuestas para lo que había hecho. Lo peor es que posiblemente Natalia nunca le perdonaría algo así. Le pidió que confiara en ella y se cargó su confianza por ciega, nunca mejor dicho.

No hacía más que darle vueltas a aquella situación, a cómo iba a conseguir hablar con Natalia para explicarle todo lo que había pasado, aunque no fuera excusa, necesitaba que supiera que estaba arrepentida, quizá eso no servía para nada o quizá servía para que no la odiase tanto.

Con todo aquel alboroto en su cabeza, no escuchó cómo llegaba el autobús con el resto de sus amigas. Todas sabían, gracias a la Mari, que Natalia se había vuelto a casa antes de lo normal, por lo que suponían que Alba había hecho lo mismo. La Mari no había dado muchos detalles sobre el porqué de aquella doble fuga, no era quién para hacerlo.

Alba volvió a marcar el teléfono de Natalia, se lo sabía ya de memoria, para poder intentar hablar con ella, aunque fuera decirle lo mucho que lo sentía, necesitaba hacerlo. Necesitaba poder decírselo.

- No lo va a coger – escuchó a su espalda.

- ¿Mari? ¿Cuándo...

- Ahora mismo – le interrumpió – No te lo va a coger porque lo ha puesto en modo avión.

- Ya... Me saltaba que no estaba disponible, pero quería intentarlo. Lo sabes, ¿no?

- Lo vi todo. Sí.

- ¿Has venido a arrancarme uno a uno cada pelo del cuerpo?

- Sí, y los ojos y cualquier cosa que sea arrancable. Independientemente de dónde esté – hizo una pequeña pausa acercándose a una Alba totalmente cabizbaja – Pero antes de empezar con mi ritual de asesinamiento, sé que no existe – dijo tras la mirada de confusión de Alba – Quiero que me expliques, a ser posible con detalles, por qué eres tan jodidamente gilipollas.

- No tiene excusa, eso es lo primero que voy a decir. Pero iba tan ciega que vi a dos chicas liándose y me pareció que una de ellas era Natalia. No tomé la decisión más acertada, lo sé, y lo peor es que Anaju fue la que me hizo ver que estaba confundiendo a Natalia con dos chicas que estaban allí por casualidad – hizo una pequeña pausa para secarse las lágrimas que habían empezado a rodar por sus mejillas – En cuanto me di cuenta salí a por ella y no la encontré en ninguna parte. Volví pensando que estaría aquí, enfadada, pero aquí.

- Se ha vuelto a casa – le dijo, ahora entendía cómo podía haber pasado eso. Alba había sido gilipollas, sí, pero no era algo que había hecho siendo plenamente consciente de lo que estaba haciendo – Voy a volverme a mi cabaña – dijo levantándose – Deberías descansar, mañana saldremos temprano. Y Alba – se giró al abrir la puerta que le permitía volver a su cabaña – Quiero que sepas que, pese a que puedo llegar a entender lo que ha pasado, no le pienso decir nada de esto ni a Natalia, ni a nadie. Eres tú quién debe hablar las cosas. Buenas noches – ahora sí, salió cerrando la puerta sin esperar respuesta por parte de Alba.

El amor es para valientes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora