Capítulo 37

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Se metió en el mismo edificio que anteriormente había ocupado Pol sin tener ni idea de dónde podría estar, pero siendo todo lo sigilosa que podía ser. Todo estaba bastante oscuro, aunque podía ver por la poca luz que entraba por los huecos en las ventanas. Nada parecía indicar que allí hubiese ni un alma.

Uy, vaya, no está, vámonos.

Tiene que estar, lo he visto entrar y no es posible que haya salido.

A ver, que a lo mejor hay una puerta por detrás. Yo opto por volver hacia atrás.

Bueno podemos quedarnos quietas hasta que venga mi hermano.

Podrías escoger el sitio con menos luz para esconderte, digo yo.

De pronto, mientras buscaba con la mirada un sitio donde poder refugiarse hasta que Santi llegara, escuchó un ruido que provenía del piso superior.

Mira aquella esquina cerca de la puerta.

¿Qué suba dices?

NO.

Echó a andar queriendo volver hacia atrás a cada paso que daba, hasta que llegó a la escalera. Se asomó para mirar hacia arriba y comprobar si podía o no subir, al no ver a nadie empezó a subir lo más agachada que pudo. Cuando se encontraba casi en el segundo piso, se aseguró de que nadie pudiera verla subir las escaleras y se encontró con unas cajas que podrían cubrir la subida por lo que, al subir, lo primero que hizo fue apoyarse en esas cajas.

Se inclinó un poco hacia adelante y pudo observar encima de aquellas cajas una pistola, que cogió tras pensarlo unos segundos, y, al fondo, un chico de espaldas. Parecía estar curándose, pero no alcanzaba a ver del todo lo que hacía.

¿Pa que coges eso? Ay dios mío, ay dios mío.

Por si acaso.

Pero por si acaso qué alma de cántaro, que nos meten presas.

Si me tengo que defender...

Si te tienes que defender nos podemos morir Natalia, que tú no sabes hacer estas cosas, que te lo digo yo, que vivo dentro de ti.

Bueno, esa es tu opinión.

De verdad que no me pagan lo suficiente.

¿Pagarte? ¿Cómo?

Dejó aquella conversación consigo misma al escuchar pasos, aquel chaval se estaba moviendo y, por lo cercano que se escuchaba, parecía estar acercándose cada vez más.

¡¿QUÉ HACEMOS AHORA?!

Mantener la calma.

QUÉ CALMA NATALIA QUE TENEMOS TAQUICARDIA.

¡BUENO YO QUE SÉ!

¡¿QUIÉN ME MANDARÍA A MI?!

¿Y si salgo?

Bueno, a esta persona le han explotado las dos o tres neuronas que le quedaban. Si alguien me lee, ¡AYUDA! ¡NO QUIERO MORIR!

Venga salgo.

NATALIA MIS MUERTOS.

Justo cuando a aquel chico le quedaban apenas unos pasos hasta llegar a las cajas y descubrir a Natalia, se paró mirando a las cajas confuso. Estaba seguro de que había dejado el arma ahí. Aunque quizá se la había llevado a la mesa dónde había estado, por lo que volvió sobre sus pasos buscando la pistola que Natalia había cogido.

El amor es para valientes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora