Capítulo 11

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Día de la fiesta.

El día tan esperado para Alba y Natalia, empezaba para una de forma catastrófica, mientras que, para la otra empezaba surcando el cielo con los brazos abiertos a todo lo que daban.

Alba había dormido fatal, había estado teniendo pesadillas toda la noche, soñando con una Natalia que no paraba de comerse la boca con diferentes tías pero que al llegar a ella simplemente le decía que ella no. La chica con la que había hablado en la escalera hacía ya varios días aparecía una y otra vez recordándole la no-soltería de la morena.

Por si no fuera poco, se había caído nada más levantarse al tropezar con un zapato que había dejado por ahí cuando se acostó a dormir. Queen había decidido jugar ella solita a atacar con sigilo, por lo que cuando se pudo levantar del suelo y pasar al lado de la mesa del comedor, le saltó a la pierna y se quedó enganchada en ella. Se había hecho un café, porque eso de llevar cuidado al tener dos golpes seguidos no iba con Alba. ¿En qué momento decidió que inclinar la copa antes de llegar a su boca era buena idea? No lo sabremos nunca. La cosa es que lo hizo, provocando que el dichoso café le cayese por todo el cuerpo, y frío, precisamente, no estaba. Se fue a duchar pensando que quizá una ducha la relajaría y despertaría. Probablemente así pasó porque eso de estar con el agua templadita durante dos minutos y que después pasara a frío glaciar debe despertar bastante bien. Terminó la ducha lo más rápido posible y fue a vestirse, encontró una camisa que le gustaba muchísimo y le vio un par de arrugas, así que sacó la plancha. Una buena idea, en un mal día, resta. Y como restaba, quemó la camisa.

Alba, que ya estaba cansada de que todo lo que hacía le saliera mal, se sentó en el sofá, quieta, con las manos sobre sus rodillas. No encendió ni la tele, por si acaso explotaba, cosa que de extraño no tendría absolutamente nada, teniendo en cuenta cómo había empezado el día.

Tuvo hasta miedo de salir a la calle, con la suerte que estaba teniendo lo más seguro es que acabasen atropellándola o algo parecido. No podía arriesgarse.

Pues esta tarde es la fiesta, tú verás.

Joder, es verdad.

Es que hoy ha faltado meter los dedos en un enchufe para comprobar si hay luz.

Alba ya tenía miedo de ponerse o buscar el outfit ideal para esta noche, capaz era de que se le rompía, se le manchaba, iba con la cremallera bajada, o cualquier cosa que pudiera pasar. Hasta valoró el ponerse una sudadera, pero desechó rápidamente la idea al pensar en que quizá no le gustaba tanto a Natalia si aparecía por aquella fiesta cual vagabunda.

Mientras decidía si se levantaba a hacer algo de comida o la pedía para que se la llevaran, tocaron el timbre de su casa.

¿Quién coño llama a estas horas si yo no estoy esperando nada?

La muerte llama a tu puerta.

Ahora estoy sola, ¿no? Ya no somos dos.

A ver, que yo solo soy tu conciencia chata.

Supongo que sabes que, si muero yo, mueres tú.

No, a ver, esto lo tenemos que hablar.

Lo hablamos después.

Se arriesgó a levantarse, pisando con cuidado y vigilando a Queen para que no le volviera a saltar. Iba ya con tanto miedo que, cuando llegó al interfono, respiró con alivio.

TE JODES QUE SIGO VIVA.

QUE SE JODAN TATA.

- ¿Sí? – dijo descolgando el interfono, con un poco de miedo todavía.

El amor es para valientes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora