Capítulo 36

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Alba había salido del baño poco después de que Natalia hubiera salido a la calle, por lo que, al no verla en el sofá o con Marina y Santi, se extrañó y la buscó por toda la casa. No pudo encontrar ni rastro de ella por lo que volvió a la cocina donde Marina y Santi hablaban casi entre susurros.

- ¿Dónde se ha metido Nat? – preguntó al entrar.

- Ha debido salir a dar una vuelta – contestó Santi ajeno a la mirada que Alba les estaba echando a los dos.

- La vimos levantarse del sofá y salir por la puerta, pero no dijo dónde iba.

- ¿Qué cara tenía? ¿Parecía enfadada? – preguntó Alba esperando la negativa por parte de ambos.

- Si estaba enfadada en sí no lo sé, pero parecía estar... Como en shock – contestó Marina.

- Pues ya volverá, voy a sentarme en el sofá a ver la tele.

- Yo tengo que ir a la policía un momento, ¿os importa si os dejo solas cinco minutos?

- Para nada, Santi, creo que mi hermana y yo nos apañaremos – dijo Alba saliendo de la cocina y sentándose en el sofá.

Cuando Santi salió del piso, Marina se sentó al lado de Alba, momento que la rubia mayor aprovechó para preguntarle sobre los cuchicheos que habían tenido lugar en la cocina.

- ¿He interrumpido antes?

- ¿Cómo? No, no. Para nada – dijo Marina sonrojándose.

- Así que los Lacunza tienen algún tipo de magia extraña que te hace imposible no querer estar con ellos...

- Anda tata, no seas pava, que no estábamos hablando de nada importante.

- Pero... ¿Te gusta?

- Bueno, me parece terriblemente guapo, pero no. No he conocido a nadie que me atraiga así, de momento.

- De momento...

- Mañana no sé lo que podría pasar, quizá me acabo fijando en una chica.

- ¿En una chica?

- Claro, mira tú, tan heterita y en cuanto me doy la vuelta y te dejo sola acabas liándote con una morena despampanante de dos metros con mirada sombría y cara de bebé.

- Eso es verdad.

De pronto, su conversación fue interrumpida por el sonido de un teléfono que se encontraba en la mesita junto a otros dos.

- Pásame mi móvil, porfi – dijo Alba pensando que había sonado el suyo.

Marina obedeció y le acercó el teléfono aprovechando también para coger el suyo. Por si acaso le habían escrito a ella en vez de a su hermana.

- Pues el mío no es.

- El mío tampoco – se extrañó Marina.

- ¿Ese de quién es?

- Pues no lo sé.

- A ver, déjamelo, que mirando la pantalla de bloqueo sé si es el de Natalia o el de Santi.

- Mi hermana la hacker – dijo Marina pasándole el teléfono entre risas.

- Eres idiota – dijo pulsando el botón que encendía la pantalla – Pues no es el de Natalia, pero sí que le ha escrito ella – dijo mirando muy seria la pantalla.

- Ah, entonces dámelo y cuando venga le decimos que le ha escrito – dijo Marina extendiendo la mano para que Alba le pasase el teléfono.

- Y si...

El amor es para valientes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora