Llegaron a casa de Natalia tras aquella tarde en el parque comiendo creps y bailando cada canción, a cada cual más avergonzante, de una playlist de la Mari. Cantaron y bailaron hasta la canción del pollito pío, que hacía tantísimo tiempo que habían dejado de escuchar, gracias a esa playlist.
Alba había pensado que no podía quedarse con las ganas de ver su casa y que conocías mucho a una persona por cómo estaba distribuida su casa. A Natalia tampoco le pareció mala idea, por lo que allí estaban, justo delante de la puerta que daba a la calle en la que vivía Natalia.
Alba recordó el día en el que fue totalmente decidida a comerle la boca a Natalia tras haber caído en la cuenta de que querer aprender algo con alguien, por no sentirse a la altura para ella, era un completo error. Se podría decir que estaba hasta nerviosa por conocer cómo era aquel lugar en el que Natalia dormía y comía, en la mayoría de ocasiones.
Hay que decir que Alba esperaba encontrarse un desastre de casa, cosas tiradas por el suelo, latas de cervezas abiertas por doquier, pero cuando entró, se sorprendió al ver que en realidad Natalia era muy ordenada. Sí que era cierto que tenía algo de ropa por encima de la cama, y alguna lata de cerveza encima de la bancada. Pero nada que le dijera a Alba que realmente aquella chica, a la que empezaba a idealizar, fuera un completo desastre con el que no pegaba en absoluto una maniática del orden como ella.
- Hay cosas un poco desordenadas – dijo Natalia al ver como Alba miraba atenta cada espacio de la casa. Parecía Sherlock Holmes – pero normalmente no está así.
- ¿Está peor? – de verdad que Alba necesitaba algo para bajarla un poquito del pedestal.
- ¿Peor? Está mejor – hizo una pequeña pausa para sacar un par de cervezas – No es que sea yo aquí una maniática del orden, pero vaya, me gusta tener las cosas en su sitio.
- Tranquila, que me he olvidado el algodón en casa – dijo aceptando la cerveza poniéndole carita de no haber roto un plato en su vida.
- Te pasaré un escáner la próxima vez que subas a mi casa, tenlo claro.
Natalia recibió un pequeño codazo por parte de la rubia que fue automáticamente al sofá como si fuera su casa (la verdad es que se sentía en casa) y miró a Natalia para que la imitara.
- ¿Vemos una peli? Me apetece – dijo la rubia.
- Venga vale. ¿Cuál quieres ver?
- No sé, me da igual. La que tú quieras.
- Podemos ver Enola Holmes.
- Esa ya la he visto.
- ¿Líbranos del mal?
- ¡Ay no! Que me da miedo.
- ¿Bajo el mismo techo?
- No esa no.
- Rubia, ¿cuál quieres ver?
- La que tú quieras de verdad.
Natalia no sabía si reír o llorar mientras iba preguntándole a Alba las películas que podían poner para ver si atinaba con la rubia. Tras 25 minutos eligiendo película decidieron poner cualquier cosa que encontraron en la televisión. Total, ninguna le iba a hacer caso.
Alba se acercó al hombro de Natalia en un momento en el que la morena estaba desprevenida y le dejó un besito minúsculo como ella. La morena saltó un poquito al sentir los labios de Alba y la miró, mientras se le erizaba la piel, como si hubiera cometido un delito de los graves.
- No sé si lo sabrás, pero me pone cachonda que me besen en el hombro – dijo totalmente seria.
- ¿Qué? – dijo Alba asustada. Le cambió la cara por completo, de estar sonriéndole como una niña que acaba de cometer una trastada a una persona que acaba de ver la peor escena habida y por haber.
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El amor es para valientes.
أدب الهواةNatalia, una motera a priori insensible que esconde un lado enternecedor. Alba, inocente pero totalmente arrolladora cuando nadie se lo espera. ¿Será capaz el destino de unir dos mundos totalmente distintos que acaban de chocar por accidente?