Dio un respingo que le hizo levantarse del suelo, en el que había pasado no sabía ni cuanto tiempo, al escuchar las llaves que le indicaban que se abriría aquella puerta a la que tanto asco le había cogido. No estaba segura de si eso podía pasar, pero cada vez que dirigía su mirada a la puerta un suspiro de desilusión mezclada con rabia escapaba de su boca.
Por más que su mirada buscaba alguna posible escapatoria, no la encontraba. Alternaba sus ojos entre la ventana y la puerta sin tener muy claro cuál de las dos era peor opción. Habían pasado horas, minutos, qué sabía ella; intentaba orientarse gracias a la luz que entraba por aquel trozo de cristal, pero era imposible, siempre emitía la luz con la misma intensidad. O no pasaba el tiempo o aquella luz no era natural.
Sus músculos se tensaron, casi de forma involuntaria, al ver entrar al mismo chico que la había llevado hasta allí. ¿Qué más le daba que fuera su hermana quien siguiera haciendo de camello para él o que fuera otra persona? ¿Acaso era por si acaso tenía algún pensamiento de ir a la policía? De ser así, la perjudicada también sería su hermana, por lo que tampoco tendría sentido.
- Bueno, bueno, ¿has estado todo el rato de pie? – Alba se dio cuenta de que aquella frase se le había escapado por la cara que puso nada más terminar la frase. ¿No quería que tuviera constancia del tiempo que estaba pasando? Necesitaba averiguarlo.
- ¿Cuánto es todo el rato? – decidió indagar, quizá podía conseguir algo de información o confirmar que, efectivamente, no quería que supiera cuánto tiempo había pasado.
- Quién sabe, el tiempo es relativo, ¿no? Puedes pasar media hora de pie y sentir que son tres horas, o puedes pasar dos horas como si fueran cinco minutos. Todo es relativo – no había colado, pero el chaval parecía bastante tonto como para que se le pudiera escapar algún dato más.
- Tengo una pregunta – intentó tensar un poquito más la cuerda.
- No estoy aquí para responder a tus preguntas.
- ¿Por qué la luz que entra por esa ventana es todo el rato igual? – hizo la pregunta haciendo caso omiso a lo que él le había dicho.
- ¿No me has oído? – entrecerró los ojos, Pol sabía perfectamente qué estaba intentando, y no iba a permitir que volviera a suceder – Estás aquí por el simple hecho de que tu hermana recapacite, ¿cuánto tiempo vas a estar? No se sabe. ¿Qué hora es? No te interesa. ¿Vas a salir de aquí en algún momento? Lo más seguro es que no. Pero no le vamos a quitar esa ilusión a tu hermana.
- Pero le dijiste...
- Sí, y a ti te dije que ella estaba en mi casa y tampoco era cierto. Son mentirijillas piadosas. A veces se hacen sacrificios para lograr ciertos objetivos.
- ¿Y tú objetivo cuál es?
- Parece ser que no entiendes el castellano – se acercó a ella lentamente mientras pronunciaba cada palabra como si le produjera placer simplemente el hecho de escuchar como sonaban con su propia voz – No estás aquí para hacer preguntas. De hecho, para hacerte entrar en razón, te vas a jugar la comida. Por cada pregunta que hagas, comida que te saltas. No te gustaría quedarte sin comer, ¿o sí?
- Si me muero no tendrás nada con lo que chantajear a mi hermana.
- Tu hermana no tiene por qué saber absolutamente nada de tu situación – dijo él, prácticamente en su oído, con una sonrisa socarrona dibujada en su cara.
La mezcla de aquella frase, lo que implicaba y la sonrisa de Pol, dejaron tan helada a Alba que no fue capaz de apartarse, como hubiera hecho en una situación normal, cuando Pol le cogió uno de los mechones del pelo para jugar con él.

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El amor es para valientes.
FanfictionNatalia, una motera a priori insensible que esconde un lado enternecedor. Alba, inocente pero totalmente arrolladora cuando nadie se lo espera. ¿Será capaz el destino de unir dos mundos totalmente distintos que acaban de chocar por accidente?