[Capitulo 18]

2.4K 287 11
                                    

Alaina.

Después de lo que pasó en el apartamento, Edmond no ha vuelto a mencionar ni una sola palabra.

Está pasando por algo que yo llamaría: Bajón emocional.

Vamos en vía hacia mi residencia y nos encontramos sumidos en un silencio incómodo. Ninguno de los dos se atreve a mencionar palabra.

Edmond conduce en silencio por las calles, de manera rápida, intentando llegar rápido a nuestro destino, como si el hecho de tenerme a su lado le fuera demasiado insoportable.

Suspiro y decido romper el silencio, mi voz se escucha extraña al contraste de haber pasado mucho rato sin escuchar nada más que el motor de la camioneta y nuestras respiraciones.

—¿Por qué cada vez que estás feliz decides torturarte a ti mismo de esta manera?— Me giro en mi asiento para observarlo de perfil. Mi preocupación es latente y añado.— Simplemente te alejas y te haces daño, puedo notarlo.

Intento sonar lo mas relajada posible para no alterarlo, pero fallo indiscutiblemente.

Sus ojos se ven sombríos y es como si una especie de oscuridad estuviera a su alrededor consumiendolo y a la misma vez emanando de él. Algo que Edmond sabe hacer a la perfección es mantener toda y cada una de sus emociones a raya. Cuando expresa felicidad es algo totalmente extraño, usualmente es inexpresivo con su mirada totalmente inescrutable y gélida. La única emoción que jamas he conocido en su totalidad en él, es la tristeza, la refleja hacia el mismo.

Se que siente culpa por no haber hecho más por su madre, cuando él a penas tenía diecisiete años de edad y ella falleciera de leucemia.

Su padre se convirtió en un alcohólico después de la muerte de su esposa Rebeca y simplemente Edmond dejó de importar para él.

Me enferma no poder ayudarlo más,  su madre había sido su todo y simplemente ya no está y se llevó los motivos de la felicidad de su hijo junto a ella.

Se perfectamente que mi chico angelical, tiene demonios internos con los que debe lidiar y me asusta no poder salvarlo de ellos.

Su tristeza la oculta muy bien debajo de su mirada inescrutable e indiferente.

Lo escucho suspirar con frustración y aparca la camioneta de manera brusca en una calle cerca de mi residencia y me encara. Sus palabras salen precipitadas de su boca y no tiene reparo al decirlas.

—¿Siempre eres tan malditamente curiosa?— Inquiere y su voz se escucha ronca y filosa, cómo un aviso de muerte.— Me estás tratando como si fuera tu puto paciente.— Escupe colérico y sus ojos disparan dagas de odio hacia mi.— NO SOY TU JODIDO PACIENTE ALAINA.— Me observa furioso y siento su respiración cada vez más agitada, mi pulso está acelerado y siento miedo de que lo siguiente que pueda decirme me destruya por completo.— No puedes llegar y pretender que puedes controlar todo lo que pasa a tu alrededor. No puedes controlarme.— Dice con desprecio.

Pasa una de sus manos con frustración por su cabello mientras la otra sujeta el volante de la camioneta con violencia y me mira de una manera tan fría que congelaría la flamita que tiene el mismísimo Hades en la altura de su cabeza con solo una mirada.

¿Qué carajos le picó?

Sus palabras me han dejado completamente descolocada. Me quedo en silencio y muerdo mi labio inferior reteniendo las tontas ganas que tengo de echarme a llorar frente a él, mis manos han comenzado a temblar y las escondo con disimulo, mi nariz comienza a escocer y no quiero que vea que me ha afectado.

—Quiero ayudarte.— Le digo y suena como un frágil y patético sollozo.

El pelinegro me observa fijamente, con su mirada llena de emociones encontradas.

Te Reto.[En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora