Capítulo 35

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Alaina.

Entré en la cocina del apartamento de Edmond, no he podido procesar aún las palabras de su padre hoy en la tarde.

Edmond tuvo problemas con el alcohol— Me observó con desinterés ante el tema— Supongo que ya tu debes saberlo.

Joder, no, no tenía ni idea.

Conozco muy bien a Edmond y se perfectamente que no me lo dijo por miedo a mi reacción y lamentablemente, reaccioné mal. También se que por ese motivo se a puesto como una cuba, y estoy segura que no sabe ni su nombre.

Me molesta el hecho que no tenga aún la confianza para decírmelo.

Un sonido ensordecedor proveniente de la sala llegó a mis oídos.

Corrí por instinto hasta el lugar y lo vi.

Edmond sentado en una de las esquinas del pequeño salón, con las rodillas pegadas a su pecho y tirando de su cabello de manera nerviosa, pero eso no fue lo más desgarrador, lo más desgarrador fue escucharlo gritar.

—Yo la vi morir— Dijo entre sollozos, con su mirada completamente perdida en algún punto no específico— La vi morir y no pude hacer nada.

Comenzó a hiper ventilarse e inmediatamente entendí que estaba teniendo un ataque de pánico. Pasé innumerables veces por eso y es la peor sensación del mundo.

Cuando mi padre nos abandonó, soñaba viéndolo regresar y cada vez que me acercaba a el desaparecia, me despertaba ahogada, gritando y llorando y él nunca regresó.

Me acerqué por instinto a él y sujete ambos lados de su cara con mis manos, mientras él seguía repitiendo que vio a su madre morir.

—Mirame amor— Susurré en voz baja— Aquí estoy, no tengas miedo.

Intenté sonar lo más estable posible, mientras veía a mi novio romperse en mil pedazos enfrente de mi.

—Ella se fue— Comentó con voz inaudible— Ella se fue y me abandonó.

Su voz sonio ronca y apagada, habla en sollozos y me siento destrozada al verlo y escucharlo de esta manera.

Sus gritos habían cesado y ahora yo me encontraba a su lado abrazándolo.

Unas lágrimas cargadas de tristeza rodaron por sus mejillas. Jamas creí verlo tan vulnerable, mi chico rudo y fuerte había desaparecido y había dejado en su lugar a este chico sensible, cargado de tristezas y decepciones.

Lo miré fijamente y levanté su mentón en un gesto delicado, un gesto que él siempre hace conmigo cuando quiere que lo mire.

Sus preciosos ojos color miel estan rojizos y apagados, no encontré en ellos esa chispa de vida que tanto me gusta ver.

—Yo estoy ahora aquí contigo...— Tomé su mano, la cual se encuentra temblando ligeramente—  no pienso irme a ningún otro lugar.

Besé sus húmedos y calientes labios con suavidad, sintiendo la mezcla de sus lágrimas sobre ellos.

—Yo entiendo lo que se siente esto— Hablé con voz triste— Se lo que estas sintiendo justo ahora, se cuanto te duele— Suspire con dificultad, recordando mi propio pasado y concluí— No puedes anestesiar el dolor, tienes que dejarlo fluir. Gritalo, expresalo, siente como quema, pero no lo reprimas o te quemarás con el.

Te Reto.[En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora