[Capítulo 19]

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Edmond.

Estando solo una vez más en mi habitación, siento que me estoy hundiendo en mi propia miseria.

Se que yo mismo decidí alejar a mi salvavidas de mi y estoy pagando las consecuencias.

Ya han pasado dos semanas desde nuestra pelea. Desde que lo jodí todo para ella y para mí. La hice llorar, le grité una y mil veces que se alejara de mi y que se fuera.

Lana no quiere verme, cuando nos topamos por casualidad en el campus ni siquiera se digna a mirarme, me repele cómo si yo tuviera influenza.

Maldición y lo peor es que no puedo culparla, la he lastimado.

Lastimé a la única chica que a estado conmigo sin importarle lo imbécil que soy, ella no se a marchado por voluntad, se marchó porque se lo exigí.

Me estoy enamorando de ella, lo sé, mierda, puedo sentirlo y me frustra no saber que hacer con ello. Me he vuelto absolutamente adicto a todas y cada una de sus manías y gestos y no puedo sacarla de mi cabeza.

Esa chica de cabello alborotado y sonrisa coqueta me tiene a sus pies, entró a mi vida sin permiso y la verdad... Es que no lo necesitaba.

La canción: “Mil noches” del grupo Airbag retumba en mis oídos, no pude haber elegido mejor canción para deprimirme, su letra me recuerda tanto a ella y a su sonrisa la cual he vuelto polvo.

"Será cuestión de suerte que sigamos separados, quisiera encerrarte por mil noches, por mil años"

No, no se trata de suerte, ni destino, ni nada de esa mierda la cual nos hacen creer. Fui yo, con mi puto mal genio y mis problemas para controlarme.

El simple hecho de que me guste Alaina es una locura. Desde que la vi la primera vez algo me atrajo a ella, algo me gustó.

La vi en la fila, observando la máquina dispensadora impaciente, su mirada completamente cargada de fastidio por tener que esperar durante unos cuantos minutos entre la larga fila de estudiantes. Eso me hizo reír internamente. Ella resaltaba entre todos los que estaban en el lugar. Su cabello color fuego no deja que pase desapercibida a los ojos de nadie, a demás que su rostro parece digno de una pintura de Miguel Ángel y su cuerpo, maldición, la hace perfecta. Es perfecta.

Me acerqué a ella con la intención de verla más de cerca, detallarla mejor, aunque ni siquiera tuviera pensado hablarle. Ninguna chica del campus me había parecido hasta ahora tan interesante como para acercarme y hablarle, pero con ella fue todo lo contrario.

Distraída choco contra mi cuerpo y eso ocasionó que toda su bebida se derramará en su jersey blanco. Me observó confundida y cabreada a la vez y eso solo aumento mi curiosidad, haciéndome reír internamente por lo distraída que es.

Necesitaba conocerla, algo en ella me atraía como imán, pero me estaba comenzando a gustar verla perdiendo los papeles conmigo, se veía aún más guapa. A parte su voz, joder, su voz no dejó de repetirse en mi cabeza una vez que pronunció su nombre.

Mierda, ya basta.

Su indiferencia me está matando y es que ni siquiera me dirige la mirada. Quiero ir con ella y decirle que soy un capullo, que tenía razón, pero mi lado orgulloso no me deja hacerlo.

Últimamente la he visto con un chico, que no se despega de ella como si fuera un jodido perro faldero.

Es patético.

Paso una mano por mi rostro, sintiéndome frustrado al pensar en cómo la mira, solo quiere follarla como todos los demás.

No es que yo no quiera hacerlo, maldición, muero por tenerla desnuda en mi cama gimiendo mi nombre. No dejo de pensar por las noches en cómo sería si estuviera con ella. Mí jodido cuerpo hace que me levante en las mañanas con un serio problema en mi entrepierna, del cual me debo encargar. Pero también quiero hacerla entender que realmente me gusta y que la quiero conmigo única y exclusivamente para mí. Porque yo soy suyo, siempre lo he sido.

Te Reto.[En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora