03: FURICIER

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03. Furcifer

Dos días. Llevo dos días durmiendo pésimo, y teniendo pesadillas.

Me pongo de pie peinado mi cabello azabache hacia atrás, resoplando me acomodó mis pantuflas color rosa y me pongo de pie.

Durante el camino a casa pudimos ver las patrullas y ambulancias pasar en dirección contraria con dirección al bar. En mi mente se plantó su sonrisa y su rostro al salir de ese lugar.

A nadie le dejaron salir ¿cómo logró hacerlo?

Apenas son las 7:20 de la mañana, un domingo y yo estoy de pie. Podría jurar que este ha sido el fin de semana más duro para mi.

Me duché, intentando sacar de mi cabeza esas otras imágenes, esas voces de mi mente, pero no pude. Se repitió toda la noche como una película dejándome en vela ya que cerrar los ojos para intentar descansar era traer la noche del viernes a mi mente.

Empiezo a arrepentirme de no quedarme y volverme novicia, en el convento nunca, jamás me hubieran pasado estas cosas.

Busco en mi clóset mi atuendo de hoy, opto por una falda que queda en mis rodillas entubada, color café y una blusa negra acompañada de una camisa del mismo color traslúcida. Busco en mi ropa interior un conjunto color blanco, y tomo unos zapatos cerrados sin tacón color negro.

En una hora tengo que ir a la iglesia. Quiero confesarme, quiero pedirle perdón a Dios cuantas veces sea necesario por todo lo que he hecho. Mentí, apoyé al mal obrador, y con egoísmo voy a callar a pesar de que el sigue cometiendo fechorías. Casi me dejo llevar por el pecado de la lujuria.

Ayer. Cuando me quite mi ropa interior, tal como lo pensé mis pezones estaban erguidos y mi entrepierna cosquillaba, mis pantys se encontraban levemente húmedos y mi vagina. ¡que vergüenza! Me encontraba humedecida como nunca pensé poder estarlo.

Fue vergonzoso para mí.

¿Como pude excitarme con alguien como el? Estuve a punto de dejar que me tocara. Y su voz.

Sus palabras retumban con eco en las paredes de mi mente recordándomelo una y otra vez.
Soy una pecadora.

Me ducho y mantengo mi mente en blanco, papá dice que pienso demasiado. Que sobre analizo las cosas que por eso me mantengo en mi propio círculo. Que el mundo haría que mi mente se volviera un caos.

Esta volviéndose un caos.

Al salir de la ducha me siento en el puf al por de mi cama dejando expuesta mi piel tras haberme secado con la toalla, aún hay cierto cosquilleo en esa parte de mi pierna que acaricio con intenciones indecentes y desvergonzadas

Aplico la crema corporal intentado olvidar lo que paso. No podré concentrarme si no lo hago. Me visto con rapidez y salgo de mi habitación. Ayer Kynie no hizo preguntas, por lo que espero no estar cuando despierte porque no creo estar lista para afrontar uno.

—¡Oye tu! —Me detengo apenas a unos metros de mi puerta ya cerrada. —Ven aquí. Esta vez ni Dios te salva.

Me giro y la veo vestida con un fino vestido de pijama en seda color marfil cubierta con su bata de igual color.

Dios ayúdame. Te lo ruego.

¿Después de que pecara de lujuriosa? ¿Después de que apoyas lo mal echo llamas a Dios? Te estás pareciendo a las demás personas, Salomé, solo lo buscan cuando no hay nadie más a quien asistir.

Siempre tengo a Dios presente. Siempre.

—No planeo llegar tarde a la misa, Kynie. Y estoy segura de que no quieres que te espere para acompañarme.

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