41.- Pecesito, nada

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La mañana ya estaba de vuelta, mis pensamientos y la música se repitió toda la noche, así que de inicio no estaría tan mal.
Bajé a ver algo de televisión, estaba pasando una serie de mis favoritas, creo que era un maratón, las siguientes dos horas fueron entretenidas, escuché que él bajaba.

– ¿Cómo amaneciste? –dijo somnoliento, se veían bastante fresco, así que sí logró conciliar el sueño.

– Al parecer tú sí dormiste bien –le sonreí, de mi parte no me veía mal, solo algo hinchado los ojos–, amanecí despierto y así seguiré indefinidamente, es que me abstengo a los sueños –el sarcasmo no ayuda cuando lo que quieres es todo lo contrario–, ¿Estás seguro que iremos hoy? –no había dejado de pensar en eso desde que lo mencionó.

– Recién me levanto y ya quieres ir, espera a que desayune, después nos vamos –se rascó la cabeza, su voz era aireada.

– Sí, debes aprovechar mientras tenga fuerza para que te ayude a cargar, sino tendrás que ir solo –es una de las consecuencias conforme pasa el tiempo sin dormir– ¿En dónde lo has guardado? –quería ir un lugar desconocido, ¿ironía?, no lo sé, solo quería salir.

– Ya lo verás –se fue directo a la cocina, prepararía su desayuno, yo también pero después de él.

El apetito no aparece tan fácil después de eso.

Recordando la primera vez, comí un poco, ya que por fin volvería a la escuela, después de los dos días de suspensión, estaba casi inconsciente de lo que hacía, tenía ganas de dormir los días siguientes hasta recuperar los perdidos, aunque también debía ir a reclamar, así que sí o sí iría, mi madre no estaba de acuerdo con que fuera porque notó lo de los días anteriores, pero esperaba le hubiera dicho, llevé unos lentes oscuros, ninguno de los maestros le molestaba, él primero en darse cuenta fue mi amigo que me sacó las gafas desde la primera clase y se sorprendió, creyó que me habían golpeado o similar, además de que los dos días sin haber asistido podrían justificar con lo que decía, le conté lo del reporte y que si hubiera hecho aquella mezcla no habría pasado eso, claro sin culpabilizar, solo se burló y me pasó las tareas que me faltaban, lo que me pareció raro es que no fué a mi casa de visita, tal vez tuvo asuntos pendientes.
Durante el receso no ví a Dany, le busqué en toda la escuela y suponía que no asistió, sabía que iba grados más adelante aunque no recordaba saber su grupo. Invité a mi amigo a salir, pero dijo que no podía, después no hablamos en la siguientes clases, porque se retiró antes de que terminara el receso.
Llegó la hora de salida y de nuevo me iría solo, esta vez tenía la certeza de que no habría castigo, algunos de mis compañeros con los que solía conversar se quedaron por una clase extra, guardé los lentes en mi mochila.

– ¡Hola! –gritó alguien no muy lejos de mí, por la voz supe que era Dany, estaba reclinándose bajo un árbol. Le ignore, no intentó acercarse, solo avancé hasta estar enfrente–, es que te dejan de ver y te olvidan –exclamó cruzando los brazos–, yo esperaba algo no tan simple.

– ¡Gracias...! –solté molesto– por hacer que me suspendieran y que tuviera castigo doble –le quedé viendo.

– ¡Es que es mejor doble o nada! –se rió y acercó– ¿Qué te sucedió? –sus dedos se deslizaron por mi rostro, le alejé la mano– ¿Esto fue parte del castigo?

– Creo suponer que no, el insomnio si es un castigo, pero a menos que sea karma no cuenta –mis ojos ya estaban mejores, solo que en comparación a cómo se ven normal si se notaba que algo pasó– Dos días de suspensión, ¿Y tú qué?

– ¡Lo sabía!, te han dado menos tiempo –Dany parecía tener cierto alivio al escuchar eso.

– Esto es un desastre, aléjate, para evitar más mentiras –empecé a caminar y venía detrás.

Aún conservo tu miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora