39.- A-hogar

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– ¿Qué problema? –le pregunté sorprendido, esperaba no se hubiera deshecho de ellos, mencionó que lo consideró, así que esa podría ser una opción– ¡Dime! –no pensaba suplicar, pero al menos hacer un berrinche sí.

– No los tengo conmigo –jugaba las manos, parecía sospechoso, pero no estaba en su habitación así que posiblemente sí era cierto.

– ¿Por qué no vamos a traerlo? –me entusiasmé.

– ¿En serio? –asentí– ¿Aún recordando lo último? –sonreí, ya daba igual no pasaría dos veces.

– No importa, seré más precavido –le sonreí, parecía no convencerse–, es broma, ya no habrá más de eso en largo tiempo –eso esperaba, porque suele haber incidentes.

– Bueno, pero iremos otro día porque ya es tarde y además está algo lejos de aquí –se levantó para irse. Tenía algo por saber.

– Vale, pero... –le detuve– ¡Espera!, Antes tengo algo que preguntarte, es que estoy confundido –giró y me vió desentendido– ¿Qué pasó hace rato?

– Pues, perdiste como unas 20 partidas, no comiste palomitas y tiraste algo, ¿olvidé algo? –quedó pensando, era gracioso aunque no era eso lo que esperaba.

– Tal vez no, pero yo sí –dí un suspiro, estaba algo abrumado–, ¿Qué pasó mientras estaba casi inconsciente?, bueno eso creo –estava absorto de esa parte, al menos quería saber por qué estaba en poco menos de lo que ocurría de un lugar a otro.

Mientras su respuesta llegaba, el día del castigo llegó a mi mente.

Durante las clases no hacía más que intentar ignorar que todo pasaba, mi amigo estaba enfocado terminando la tarea, tampoco le había dicho lo que pasó, no le pensaba decir hasta que no hubiera tiempo, tenía suerte de no ser visto por los profesores, ansiaba terminara para que no hubiera hecho eso por nada y lo hiciera bien. Mis compañeros tampoco se enteraron, la última hora estaba por terminar y la campana lo hizo oficial, todos empezaron a salir corriendo, me quedé buscando a mi amigo y él ya había salido, quizá fue de los primeros, esperaba pedirle que me acompañara al castigo, pero no me dijo nada, solo se fué.
Salí lentamente en dirección al aula de castigo, ni siquiera sabía dónde era, apenas salía del salón.

– ¿Nos vamos? –escuché cerca, aunque apenas veía hacia afuera.

– Creí que eras otra persona –le reconocí la voz, era Dany, esperaba que mi amigo hubiera salido a esperarme.

– Vamos, soy inconfundible, además hay que ser puntuales –era obvio que no parecía de esas personas que suelen seguir reglas, aunque tampoco estar todo el tiempo en problemas, un buen equilibrio entre ambas opciones– entonces, ¿Nos vamos? –se reclinó hacia la pared y sonrió.

– Claro –la verdad es que no había ido antes a castigo, ni siquiera sabía dónde era, así que una compañía sería buena, me preguntaba si por casualidad seríamos los únicos, además de que tan incómodo podría llegar a ser– Antes, ¿Cómo sabías que estaba en este salón?

– Sabía que alguien esperaba por mí, quizá me llamabas con el pensamiento –bajó la mirada mientras sonreía, un gesto algo pretencioso pero adorable–, no te dejaré esperando cuando me quieras cerca –nuevamente algo diferente a lo que esperaba, era una mezcla que me parecía indiferente.

– ¿Y cuando no te quiera cerca también? –hay emociones como la incomodidad que no se dejan esperar al más mínimo intento de reprimir, también hay otros pero ese es de los que menos me agradan.

– No creo que quieras eso, aunque no estaría mal, para confirmar que no te gustaría estar lejos –se giró viendo hacia el frente–, entonces... ¿Vienes o me alejo? –se quedó inmóvil.

Aún conservo tu miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora