42.- Fin del viaje

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Llevamos mucho tiempo de viaje, además de que aún seguimos caminando, no imaginaba estuviera tan lejos, de haber sabido no hubiera insistido, si tendría alguna ventaja es que posiblemente me dejaría de cuestionar por unos días, con eso sería suficiente para esperar a que mis padres se comunicaran y tal vez irme a rentar solo.
Han pasado 3 horas desde que salimos desde su casa y aún no llegamos, estaba mucho más lejos de lo que imaginé, los últimos minutos caminando parecían eternos, ya no veía más que el suelo, todo estaba silencio, él seguía sin decir nada y tampoco es que haría menos el recorrido.

– Creí que vendrías fastidiando preguntando sobre el lugar –sabía que era incómodo llevar tanto tiempo y no haber dicho nada, además que quizá estamos cerca–, ¿No tienes idea de a dónde vamos?

– Lo haría, pero guardaré energía lo que viene, tal vez para los días siguientes por si lo necesito –ya me preparaba mentalmente por si seguiría sin dormir, me ayudaría a no entrar en desesperación–, ¡Obvio no!, Se supone que tú eres quien lo guardaste, yo por ahora solo camino detrás de tí –trataba de no quedar muy atrás, pero veía como iba reduciendo la velocidad.

– ¿En serio crees que dure muchos días más? –se acercó, creo que me vió agotado– Sí, pero ni siquiera has intentado adivinar o levantar el mentón para ver a dónde vamos, ¿desde cuándo tan confiado? –en ese momento me reí internamente, al recordar que ya lo había hecho antes y más desconcertante– Creo que debimos hacerlo en otro momento.

– ¡No!, Hoy es un buen día, si se pospone se olvida –no quería tener que esperar, no me agrada, entre más antes suceda será menos la espera y más tiempo–, ¡Espero que no! –si esto llegase a superar la marca anterior estaría en un desastre mayor, además sería absorbente en muchos aspectos,  el límite sería algo preciso–, no confío, solo no tengo fuerzas para desconfiar, es muy diferente –no le pensaba dar la razón.

– Dudo que un buen día implique apenas soportar tu peso, pero ya estamos a nada –se entusiasmó y yo también, me sentaría cada diez pasos si faltaba más.

– ¿Tiene cerradura? –asintió, le miraba a destiempo– Espero no hayas olvidado cómo abrir lo que sea que nos impida entrar.

– No, conozco muy bien –sonaba confiado– Aquí tienes dos opciones, la primera es que te encantará y no querrás irte –parecía prometedor, quizá algo asombroso, aunque no le tomé importancia–, o quizá quieras irte de inmediato y posiblemente te enojes conmigo –eso me tomó por sorpresa pero igual le ignoré– Enserio, ¿No conoces nada aquí? –me levantó la cabeza.

Después de aquel beso la noche nos empezaba a cubrir, la temperatura del agua descendía y las corrientes de aire aumentaban el frío, además traían consigo varias hojas flotando a nuestro alrededor, la luna estaba en cuarto menguante, continúa amos nadando siempre cerca y sonriendo al salir a respirar.
Desconocía de qué hora era, tampoco era algo relevante, aunque para aquel sitio tan solitario debería serlo.

– Es hora de irnos –dije mientras resoplaba el agua restante en mis labios.

– Aún no amanece –respondió Dany sonriendo–, así tendrás la dicha de poder decir que has pasado un día completo conmigo –hizo pequeñas ondas sacudiendo sus dedos.

– No aguantaría más tiempo cerca tampoco, así que te llevaré a tu casa y después... –me interrumpió con un movimiento que levantó agua directo a mi boca haciendo que tosiera.

– No, tú ya conoces mi casa y yo debo conocer la tuya, así que te acompañaré –se acercó– ¿O quieres quedarte en mi casa? –estaba por responder pero se apresuró a continuar–, para que preguntar, es obvio que sí,  pero aún no es momento.

Aún conservo tu miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora