46.- Recuerdos 2

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– ¿Qué hacías? –preguntó con picardía, hasta yo imaginaria lo mismo pero no era eso, solo me reí y él se acercó– Con confianza, continúa.

– No es lo que crees –respondí sacando el teléfono de la pecera, no había rasguños en ninguno, hice a un lado todo, me quedé con el teléfono en mano, revisé la hora, ya tenía más de dos hora desde que llegamos.

– Aún no dijo nada, pero mejor muestra para confirmar –se acercó viendo la pecera.

– Mis padres por fin se comunicaron conmigo –me entusiasmé–, pero ya he borrado el mensaje –al revisar si presioné antes de soltarlo.

– ¡Qué bien!, pero ¿Por qué te has sobresaltado cuando entré? –se sentó conmigo y agarró la pecera.

– Tus padres están aquí y me siento algo externo, incómodo, pudiste decir que no sabían –le reclamé–, bueno aunque ya lo suponía –me levanté listo para ayudar a cambiar sus cosas de habitación–, hay que hacer el traspaso de dormitorios.

– Está bien –se levantó, dió dos pasos y se regresó–, terminamos. No olvides que no moví nada, así que todas mis cosas siguen en mi habitación –tomó asiento de nuevo y sonrió.

– No –me acerqué a la entrada–, quién debe hacer el cambio soy yo, lo acabas de decir, es tu dormitorio y yo me iré a la sala –no había habitación extra–, ¿Me ayudas?

– No tienes por qué hacerlo, ambos podemos dormir en esta cama, es lo suficientemente grande –hacia mucho que no dormía acompañado, así que sería raro–, sino te quedas en la cama y yo en el suelo o viceversa, no importa –me jaló de regreso–, además se supone que nos quedaremos despiertos hasta tarde –puse la pecera sobre una mesa para evitar pasar a golpearla–, mientras mi madre nos preparará algo para cenar –recordaba su completa calidez y que solía ser muy amable, no había cambiado.

– Entonces hay que bajar –quería alejarlo de la pecera.

Ambos bajamos al comedor para esperar, al parecer sus padres habían pasado a un restaurante antes de llegar y he de suponer que les dijo sobre nuestra comida, el olor era exquisito, tiene buen sazón, esperamos a que todo estuviera listo, era un plato de pasta con queso parmesano y algo más que no reconocía, fuimos por vasos de agua, delicioso y añadiendo que solo llevábamos comiendo platillos sencillos de preparar.
Después de dejar todo en orden y habiendo pasado dos hora de digestión subimos a la habitación, quería tomar una ducha antes de acostarme, me metí a la regadera y sentir el agua sobre mi cuerpo me hizo volver un poco de normalidad a mi temperatura corporal, solo tardé unos minutos y salí con una toalla secándome el cabello, mientras terminaba de poner mi pijama, al finalizar con mi higiene nocturna fui a la cama directo, allí estaba el sentado al borde con la pecera entre sus manos viéndome como si esperara algo relevante.

– Ahora sí vamos a iniciar con la noche de recuerdos –deslizó su pulgar por la parte exterior y paso con la uña provocando un pequeño ruido que el cristal causa al ser golpeado, después lo repitió tres veces más fuerte–, lo hace parecer más formal –esbozó una sonrisa.

– Deberías dormir, pocas veces te quedas hasta tarde despierto –no pretendía afectarlo con mi insomnio, además volvería a clases pronto y ya sé qué pasa cuando te duermes en clase.

– Aún no es media noche –faltaba varios minutos–, estaré despierto como la última vez y el tiempo será suficiente para hablar de muchas cosas –dejó la pecera.

– Yo quiero iniciar con lo que pasó con tus padres –seguía molesto y aprovecharía para decirle que me iría pronto.

– No es necesario que lo supieran, te conocen desde hace mucho y de cualquier forma no se opondrían, solo los tomó inadvertidos, ellos te aprecian –me sacudió el cabello–, te aseguro que todo seguirá normal, ignora que están aquí –no es posible si los veía continuo–, no veo que más pueda explicar, además solo se quedarán poco tiempo e irán a alguna otra parte.

Aún conservo tu miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora