37.- Partida

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– Recuerdo que habías dicho que no volverías a comerlos –me dirigió una mirada acusativa y después la bajo hasta los chocolates, él ya ha terminado los suyos.

– No lo sé, me gustan muchos y mis padres también, así que fue casi imposible dejarlos, a partir de que me fuí pasó mucho para que pudiera comer uno, ehm... –hice una pausa, él ya sabe a qué me refiero.

– Deberías deshacerte de todo lo que te haga recordarle –se quedó serio. No sabía que ya había alguien más a quien extrañar, esbocé una sonrisa culposa.

– Aún falta que te cuente lo que ha sucedido –ignoró mi comentario y se detuvo.

– Por favor dime qué no fue lo mismo a... –arqueó la ceja, negué antes de que continuara– Vamos, ya estamos cerca de mi casa, me cuentas mientras vemos una película.

– Sí, hay que ver una de terror, son las mejores –realmente no quería hablar de lo que pasó con Luke, por muchas razones.

El camino de regreso estuvo caluroso, esperaba no se derritieran los chocolates restantes, avanzamos rápido, nadie me vió porque continuaban desiertas las calles, me hubiera gustado encontrar a alguien. Al llegar lo primero que hice es poner los chocolates en el refrigerador; de hecho ayuda a ocultar algo que puse en la noche anterior para evitar se deacompusiera. Fuí directo a la ducha para refrescarme de nuevo, pronto tenía que lavar mi ropa, quedaba poco limpio de lo que llevé, aún no tenía llamada de mis padres, les extrañaba aunque prefería estar lejos, tampoco tenía algún indicio de Luke.
Bajé con una frazada en mano, aún no había terminado él, fuí a verlo a la otra habitación, entré sin tocar la puerta, mala idea.

– Hola –dije sacudiendo la muñeca desde el marco de la puerta, él se giró rápidamente y sonrió–, disculpa que no haya tocado... Veo que aún no has terminado –por suerte tenía ropa interior, aunque pareció no importarle– ¡Toma! –le arrojé la frazada.

– No hay problema, hay confianza somos amigos –no estaba incómodo, tampoco le haría sentir eso. Estaba por irme, pero me detuvo–, espera, ya casi termino y me ayudas a... –me confundió– revisar las películas que veremos –se rió.

– Vale –me senté en la cama–, ¿Tienes alguna en mente? –la habitación era completamente diferente a la que me estaba quedando, tenía algo que me parecía extraño, además de un decorado vintage, una lámpara muy bella.

– Tenemos algunas por acá –se acercó a un estante, ya se había puesto un short–, o ¿Podemos buscar alguna en línea? –me arrojó unas películas, la mayoría no las reconocía.

– Esta –solo tomé una al azar, decía algo como freakshow–, te espero abajo –la tomé y me levanté, bajé a la sala, extrañaba todo y a su vez no podía regresar, me volverían a atrapar... esos recuerdos. Mis padres ya debieron haberme llamado, quizá están ocupados.

– ¿Palomitas? –gritó desde las escaleras, espere a que estuviera cerca para asentir, puso la película en el reproductor– ¿Con mantequilla? –me quedó viendo fijamente, era obvio que sí, le volví a asentir y fue directo a la cocina, escuché las pequeñas explosiones de los granos de maíz, el olor empezaba a surcar mi alrededor, la película estaba por iniciar– ¡Ponle pausa! –gritó.

– ¡Date prisa! –ya quería palomitas.

– Ten –me arrojó una pequeña cajita semitransparente al lado, se esfumó de inmediato, era un paquete de cartas, lo destapé y saqué para revisarlas, se me cayeron algunas, cuando las tenía en mano el se acercó con un tazón lleno de palomitas y en la otra mano una botella de salsa, no podía faltar tampoco–, ahora si estamos listos para pasar la tarde. Supongo recuerdas cómo jugar, sino descuida, hay tiempo suficiente para enseñarte –se sentó ambiguo a mí.

Aún conservo tu miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora