36.- Belleza sabor a Chocolate

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– ¿Estás bien? –su voz me hizo estar de vuelta, me quedé confundido, estaba sentado fuera del agua, no muy lejos de donde llegamos, mi cuerpo empezaba a secarse, así que ya había pasado un tiempo significativo, estoy casi seguro de que no fue una laguna mental, aunque si es bastante cercano– ¡Hey! –algo se agitaba enfrente mío, enfoque la vista hacia él y ví sus dedos en el aire moviéndose, le detuve.

– Sí, estoy bien –mi voz parecía no entender que nada pasaba– ¿Nos vamos? –lo que sea que fue no podía explicarlo, en fin, mis dedos se veían algo raros.

– Será lo mejor –se giró y empezó a cambiarse, yo hice lo mismo, aunque la mente me malviajaba, solté una sonrisa inadvertida, giré y quedó viendo– ¿A dónde iremos? –me acerqué un poco y después volví.

– De vuelta a casa, estás un poco extraño, más de lo normal –se rió. Terminé de cambiarme, él se acercó y pasó al frente, parecía feliz– ¿Quieres ver películas? –asentí y avancé detrás.

Al subir ví una pequeña flor al borde de un pequeño sumidero, estaba por acercarme a arrancarla, pero no era buena idea, tenía una gran probabilidad de caer, solo continué.
Queriendo comer algo, tal vez encontraría algo pronto, suele ser común el que de la nada me dé antojo y olvidé traer algo, en la mayoría de las ocasiones trato de llevar cualquier cosa para comer, en su mayoría dulces.
Hay una pequeña dulceria al final de la calle, tiene una apariencia bastante descuidada, los colores están opacos, tiene un letrero sobre la entrada en dirección a la calle, es de madera corroida y letras apenas visibles, aunque todo a su alrededor estaba muy limpio. Le dije que me esperar afuera, se sentó y me acerqué hasta la entrada, una campanita sonó al abrir aquella puerta de madera, y después un olor intenso a dulces, delicioso, el chocolate es el más exquisito, por dentro lucía demasiado diferente, lleno de colores y uns gran variedad de dulces ordenados en estantes con un decorado según la textura, la iluminación adecuada para dar un tono tenue y resaltar todo. Al fondo hay un mostrador de cristal con más dulces, nadie está, me acerco lentamente viendo cada sección, paso mis dedos deslizando al borde, reconozco pocos, hay algunos que Luke me regaló, no estoy seguro de querer tomarlos, sería algo extraño pero me gustaría que estuviera cerca, tomo uno y esbozo una sonrisa, aún persiste esa sensación de aquella salida. Avanzo un poco más, son demasiadas presentaciones, acabo de ver algo que no esperaba, aquellos chocolates, mis favoritos, me inclino para ver más cerca, si son, los que están para las visitas en mi casa, tienen un nombre poco común Ascci, tomé uno, envoltura transparente, me recordó la primera vez que ví uno.

Un martes, mañana nublada y clima templado, clases de inglés a las 10, no entendía lo que explicaba la profesora; solía ser gracioso, no por el hecho de no saber, sino que era aburrido y lo único que hacíamos era  burlarnos entre nosotros con nuestra mala pronunciación, era lo único que me mantenía despierto, ambos reíamos demasiado. Ese día no fue la excepción, pero al parecer la profesora no estaba de buen humor y terminó por sacarnos de la clase, las rosas no faltaron, tampoco las nuestras, fuimos directo a comprar algún snack, yo pedí unas galletas y él un yogurt, cuando estaba por pagar alguien se acercó desde un costado.

– Se cobra de los dos –extendió la mano y soltó una risa burlona.

– ¿Por qué lo hiciste? –estaba molesto por la forma en que lo hizo, aunque también confundido.

– Dime, sino, ¿cómo te enamorarás de mí? –estaba tomando un jugo de naranja. Mi amigo quería irse, pero se detuvo a ver qué iba a pasar– O, ¿prefieres un chocolate? –acercó su mano casi a tomarlo.

– No, no me gusta el chocolate –hice un gesto de disgusto, su actitud era graciosa. Poco antes había tenido un percance con los chocolates, no me disgustaban solo los evitaba lo más que pudiera.

Aún conservo tu miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora