12.- Renombramiento inmediato

19 5 7
                                    

Las siguientes dos horas no fueron la excepción, todos seguían molestos, aunque habían algunos estaban dispuestos y con entusiasmo, en mi caso sabía que tenía muchas personas enfadadas conmigo, recordé la advertencia que me hicieron antes de ingresar a esta institución, mantener un perfil bajo, casi conseguía lograr durante toda mi estancia en la preparatoria, permanecí callado y sentado hasta la última fila, así evitar inconvenientes con la participación, tendría más precaución con todo lo que hiciera, tener amigos siempre es bueno.

La hora de receso dió inicio, la cafetería estaba un poco abandonada, fuí rápido comprar un poco de fruta y una botella de agua, era miércoles necesitaba algo de mi mayor agrado, quizá los días siguientes algo de proteína.  Unos 10 minutos transcurrieron, solo me restaba una manzana roja, ya estando satisfecho, me levanté llevándola en mano y fuí al campo, me surgió una duda, ¿Estaría ahí?
Al llegar había una competencia de fútbol, sin los suficientes espectadores, otros se encontraban sentados en la sombra, alguien alejándose del ruido, sin compañía, sobre el pasto con el rostro cubierto, sabía que sería la persona anónima, no continué ahí, así que retrocedía mientras otros estaban llegando, debía hablar con el profesor, intentar convencerlo; alguien me comentó que lo vió entrar a la biblioteca a devolver un libro después consulté con una pareja y me dieron la misma información y fuí a su búsqueda. Al llegar, la amplitud no era igual a otros espacios, solo el doble de un aula común, un individuo acomodando los estantes, todo silencioso como debe estar, sobre una mesa habían puesto libros, tambaleaba, alguien se encontraba buscando algo debajo, supuse era el maestro.
Tomé asiento enfrente, aún seguía rebuscado, me precipité a ver, no distinguía mucho.

– Quería saber si hay alguna manera de cambiar el turno que otorgó hoy en la mañana –dije en voz baja, pero no hubo respuesta– Para estar más preparado –me asomé y por fin alguien apareció.

– ¿Quieres ser el segundo? –dijo con una risa burlona.

– Pensé que eras otra persona –creo que lo dije tartamudeando– ¿Qué no estabas en el campo?

– No, llegué antes del receso, no te preocupes ya me voy, no quiero incomodar –esbozó una sonrisa y ya estaba recogiendo sus pertenencias.

– No lo hagas –le detuve e indiqué que retomara su asiento.

– Ayer parecía que fuí una molestia, no lo sé –hizo una pausa– ¿A quién buscabas?

– Al profesor que imparte matemáticas, debo hablar con él de manera urgente, me dijeron estaba aquí, ¿Lo has visto? –aún continuaba con sus libros, revisando las portadas.

– Salió poco antes de tu llegada, sólo devolvió un libro y se fue, no tardó. ¿Qué te mortifica?, aquí no está permitido comer –fijó su mirada a mi manzana.

– ¿Quién come? –le respondí en tono sarcástico, movió sus labios con suavidad– Surgió un imprevisto, eso fue.

– Casualmente siempre los hay, buen pretexto –se detuvo de inspeccionar los libros y me dirigió una mirada de ironía.

– No es culpa mía –recordé a qué se refería, vaya indirecta–, quizá lo es, no siempre es así –mis manos las movía de forma incesante– la respuesta es sí.

– ¿Sí que? –exclamó, quién se enfadó fui yo. Hizo una pausa– ¡Claro que sé!, Excelente –se rió y otra vez su peculiar forma de guiñar– y aunque no lo has preguntado, yo también. Sigo sin conocer lo escencial de ti, ¿Cómo puedo referirme a mi futuro... A tí?

– ¿Por qué has dejado incompleta la frase? –las incógnitas no siempre son necesarias o la omisión de datos que puedan hacer cambios radicales en una oración.

– Puedes completarlo tú, quizá quieras decidir que puede concluir a esa oración –dobló el borde de una hoja– Para toda situación hay una opción –se quedó pensando– ¡¿Un pseudónimo?!, Así podemos comunicarnos y será algo entre nosotros, ¿De acuerdo?

– No lo sé, será complicado –inventar sonaba exhaustivo, con una mínima probabilidad de acertar con su nombre, sería una casualidad que lo hiciera o tal vez yo.

– Tú piensa cómo me vas a llamar y yo el tuyo –señaló con su dedo a ambos. La campana sonó, seguíamos sin tener certeza de el nuevo nombramiento y ya era hora de regresar a nuestros grupos– Nos tenemos que ir –percibí algo de nostalgia– ¿Qué clase tienes?

– Ninguna, puedo continuar pensado aquí, ¿Quién huye ahora? –soné sarcástico y en realidad no tenía intención de quedarme, la soledad lleva al aburrimiento y después al castigo, ya tenía uno, era suficiente.

– Pues, ¡yo no!, la materia se aprende también en un libro y es lo que más hay acá, me quedaré, no habrá problemas, es la primera semana –se reclinó hacia el frente– y los maestros aún no me reconocen, así que no hay tal hecho que mencionas –se levantó con impaciencia y casi gritó– ¡Ya lo tengo! –el individuo del fondo hizo seña de que debíamos bajar el volumen de nuestro hablar– ¿Y tú?

– No estoy seguro, ¿Puede ser un sobrenombre? –dije algo inseguro, no tenía ideas– Inicia tú.

– A cómo prefieras –le llevo tiempo decir– Está bien, a partir de este momento te llamaré Jaime –me quedé inexpresivo.

– ¿Por qué?, ¿te recuerda a alguien en especial? –el nombre no me disgustaba, solo que no quería parecer recuerdo.

– Claro, a tí –se acercó más, mi corazón se detuvo por un instante y aceleró los latido en el mismo periodo de tiempo– Tiene una explicación, luego lo sabrás. Es tu turno –estaba nulo así que me llevó un poco más de tiempo.

– Luke, ¿Te parece? –dije algo incómodo e inseguro porque no le agradara.

– Nunca estaría en desacuerdo –su mano rozó la mía.

Aún conservo tu miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora