22.- Exponiendo ira

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– Creo que todavía no me puedo incluir, aunque no estaría nada mal algún día –Luke me sostuvo la muñeca con sus dedos; desde el índice al meñique, haciendo un poco de presión con el pulgar sobre el dedo medio. A mi mente surcó un recuerdo, quedé confundido y le retiré la mano por reflejo– ¿Puedo saber de qué trató?, supongo que algo te ha traído hasta acá –empezaba a sonar entrometido, pero no se molestó.

– El tema era sobre tomar una decisión –Luke sentía algo de incomodidad–, pero me excluyeron. Justo cuando empezarían me mandaron a mi cuarto y no me permitieron opinar, estaba algo molesto o furioso, no lo sé, me mantuve en silencio mientras ellos dictaminaban lo que sucedería –hizo una larga pausa–. Hace poco terminó, como no tenía intención de averiguar me salí. Y tú fuiste quién llegó a mi mente de primera instancia, así que tuve que volver a preguntar sobre tí, he aquí estoy. Mejor dime acerca de tú día –se inclinó más cerca de mi.

– Estás mintiendo, si sabes lo que ocurrió. No hay problema en que no lo menciones, dime que es privado y ya. Solo me gustaría saber si –dí un suspiro, en mi cabeza recorrían muchas cosas que no deberían y trate de no exagerar– ¿Cambiará algo? –no contestó. La luz reflejada a través de la ventana resaltaba sus pestañas, en cada parpadeo que hacía– Creo que es mejor ignorar el tema –hubo un silencio profundo–. Para iniciar, en la mayor parte del día no estuviste y eso fue extraño. No fue nada bien desde el inicio, tiré mi despertador y se descompuso –trataba de recrear mi día, porque en ocasiones me pasa que suelo distraerme al quedar viendo cualquier objeto y estaba olvidando lo que decía, pero trataba de no repetir–, todo por intentar acomodar los libros que tenía apilados. En la escuela no mejoró, las primeras sesiones fueron aburridas, por casualidad una profesora decidió no dar las clases, porque le surgió un imprevisto, se retiró y en ese tiempo aproveché para repasar lo que iba a pasar a exponer –luke interrumpió.

– Cierto, supuse que ya no tendrías que hacerlo, ¿Cómo te fue?, ¿Hubo críticas?, ¿Sirvieron las clases particulares? –se puso impaciente.

– Aún no llego a esa parte, no te desesperes. Al llegar el receso, esperaba poder verte, pregunté por tí y confirmaron que no llegaste. Decidí ir a comer, pero no había porqué estar en soledad, ví una mesa en la que sólo estaba una persona y le hice compañía, conversamos hasta que la siguiente clase inició –Luke se mostró con emoción– bastante amigable y dulce.

– ¿Que tan deslumbrante?, ¿Cómo para preocuparse? –giñó, se quedó con las manos en la mejilla.

– Bastante, para sentir atracción, pronto os presentaré, también se lo comenté. Estuvimos conociéndonos, creo que sé más que de tí –le dí otro chocolate, para que no tuviera oportunidad de hablar–, su edad está entre la de nosotros, me sentí a gusto con su charla, para cuando concluyó, acordamos volver a repetir –creo que conocer personas es lo único bueno que da la escuela–. Fue lo único bueno, lo peor llegó a medio día, era hora de matemáticas y la exposición que había planeado, al entrar, el profesor ya estaba esperando en uno de los pupitres, con una hoja en mano y un bolígrafo, iba a dejar mis cosas sobre algún otro asiento, pero me señaló que me dirigiera a su escritorio y así lo hice. La circunstancia era bastante extraña –luke prestaba atención a lo que decía, pensé que se iba a aburrir, así daría por concluido todo el tema, quizá estaba con cierto enfado, pero podía ocultarlo con facilidad–. Saqué lo que habíamos preparado el domingo, plumón negro, la hoja de resultados y ejercicios, entre otras cosas que tú sabes, los nervios siempre presentes en momentos inminentes,  mis compañeros ingresaron tarde, sabían lo que ocurría, por eso no tomaron importancia, ví que escribió algo. Ya estando todos me dispuse a escribir el tema en la pizarra –según consideraba tenía un dominio parcial, la idea era dar un repaso a temas de semestres anteriores–. Inicié y nadie le importó, el ruido aumentó como en clases anteriores, estuve intentando explicar, repliqué lo que habíamos grabado, no ayudó mucho, para cuando terminé, logré percibir que la hoja estaba llena, sin grandes espacios entre líneas y con una letra pequeña, el maestro no hizo ningún comentario, se levantó y escribió una ecuación, me pidió que lo resolviera, no estaba tan difícil, tardé unos 10 minutos en encontrar el resultado –eso fue muy aburrido–, me pidió que volviera al escritorio, y empezó a decir "¡Ya tuve suficiente!, digan cuál fue el resultado", fue cuando toda los presentes ya se interesaron respondiendo 1, prosiguió "Exacto, y es el número de exposiciones que tendremos, no necesito ver más, para poder decir que fue un completo desastre y que queda anulado todo esto, al final les haré exámen, así que prepárense", luego se dirigió hacia mí y en tono de burla agradeció, nos dejó salir, me enfadé demasiado –me gustaba hacer movimientos con las manos para hacerlo más dramático–, fue totalmente injusto, hacer que pasara, para después poder cancelar.

– Bueno, si aún continúas enojado existen las soluciones inmediatas –me acarició el labio con su pulgar, creo que teníamos ideas diferentes de lo que podía ocurrir.

– ¿Cómo? –pregunté y con sus dedos los deslizó sobre mis párpados haciendo que cerrara los ojos, los cubrió con una mano, sentía como se acercaba, tenía en mente que podía hacer.

– ¡Come chocolate, es bastante efectivo! –introdujo uno dentro de mi boca y se rió–, lo comprobé hace poco.

– No era lo que esperaba, pero también está rico –continuamos riendo, la conversación se prolongó por mucho tiempo, más del que consideraba, sólo que por fin ya había pasado y...

Aún conservo tu miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora