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Thais

Maldito infeliz.

No solamente me dejó esposada toda la desgraciada noche, sino que pasé dos o más horas escuchando los gritos de placer de esa tipa. Hubo un tiempo que pensé que el techo me caería encima, con tantas habitaciones que hay en la casa tuvo la grandiosa idea de usar la que justamente está encima de la mía. Además, por su culpa terminé lastimándome la muñeca cuando intenté liberarme en vano.

Estúpido egoísta de mierda.

El agua caliente circula sobre mi rostro. Paso la lengua sobre mis labios y el deseo crece en mí mientras me pierdo en mis pensamientos por enésima vez hoy. Vuelvo a imaginar el aroma de su perfume intenso flotar a mi alrededor mientras estábamos encerrados en el baño, sus ojos militares oscuros por el deseo. Su deseo por mí, su sexo duro, con un buen grosor empalmado con orgullo frente a mis ojitos que parecían los de un consejo cuando ven la luz de un faro. Estuve a punto de probarlo, el simple hecho de haberlo imaginado es atroz, ni siquiera quise hacérselo a mi ex, varias veces me negué a hacérselo porque quería que la primera vez fuera con David, ya que había perdido la virginidad tontamente por culpa del alcohol, pero al menos había sido una experiencia linda, no fue algo extraordinario, pero tampoco me puedo quejar porque disfrute todo el proceso aunque no tuve ningún orgasmo.

Pero ayer cuando dejó su erección al descubierto, ¡Dios!, casi pierdo la cabeza cuando lo vi así y por poco terminó haciendo mi primera felación al hombre que me secuestro. Me sonrojo ante la idea y ese pensamiento me hace sentir sucia.

No puedo permitirme sentir nada por él.

Ni siquiera atracción.

Lo digo aunque sé que estoy mintiendo.

No va a ser tan simple y debería saberlo ya. Me impactó desde el primer día que lo conocí en el club. Mi cuerpo parece tener mente propia cuando estoy cerca de él. Logra despertarme además, tiene la herramienta perfecta para reparar mi motor en cualquier momento.

Él podría hacer lo que quisiera con mi cuerpo y sé que al final terminaré por ceder ante el deseo.

Al cabo de unos segundos me volteo inquieta al sentir una mirada sobre mí, con las palmas deslizo mis manos en el vidrio de la ducha y me encuentro con un extraño, sus ojos están fijos en mí, por su aspecto es alguien de seguridad, tomo rápidamente la toalla y me cubro.

—¿Qué diablos estás haciendo aquí? —pregunto enojada, sin atreverme a abrir la puerta de la ducha.

El guardia no me responde. Comienzo a preocuparme.

—¡Vete ahora, si no quieres que comience a gritar!

Se da la vuelta, sin decir nada sale del cuarto de baño. Cierro rápidamente el grifo aún desconcertada por lo que acaba de suceder, la idea de que me haya visto desnuda no me agrada para nada. ¿Aang lo había enviado para vigilarme? De todos modos, no tendría porque entrar al baño e invadir mi privacidad.

Estupido.

Sin que Aang tuviera que venir a decirme nada sé que me está esperando abajo para desayunar. Lo leí en su mirada está mañana cuando vino a darme los 'Buenos días' y quitarme las esposas. Es mejor obedecer por el momento, hay que saber retirarse para luego prepararse para una nueva batalla.

Me siento frente a él en la mesa puesta en el jardín, me puse un vestido que encontré en el armario. El silencio entre nosotros forma una especie de incomodidad en la atmósfera.

—¿No comerás? —me pregunta, dándole un sorbo a su café negro.

Como su corazón.

—No tengo mucha hambre —digo lacónicamente, sacudiendo la cabeza.

Thais [Libro #1]  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora