12

31.4K 3.6K 537
                                    

Thais

Odio cuando me droga.

Odio no tener el control o perder la noción del tiempo.

Lo odio en verdad.

Y lo odio a él por hacerme pasar por eso.
Cuando me despierto siento un dolor agudo en la cabeza. Está oscuro y no alcanzo a ver nada. Estoy tan aterrada que me levanto de golpe para descubrir que no veía nada; porque mis ojos estaban cerrados, ya que los párpados me pesan demasiado.

Estoy acostada en un colchón y está vez descubro que estoy desnuda.

Ni siquiera me molesto en revisarme porque sé que él es una persona que desea que todo lo que haga sea recordado. En ese aspecto no sé si es bueno o malo.
Resulta curioso que yo también deseo ser consciente de lo que me haga. Aunque en su caso, sé que la mayoría me gustarán y ese pensamiento me llena de odio hacia mí misma.

No debo sentir atracción por el hombre que me está reteniendo allí en contra de mi voluntad y que además, solo desea conseguir un par de semanas conmigo antes de deshacerse de mí y seguir su camino hacia la siguiente.

Y mi plan es enamorarlo, no al revés.

Salto de la cama y camino hacia el armario, me pongo una camiseta de color gris oscuro. Seguramente es suyo, los cuales me quedan a mitad del muslo.

Abro la puerta y salgo al inmenso pasillo con techos muy altos. Bajo las escaleras hasta el piso inferior. Atravieso un gran vestíbulo blanco, con el suelo embaldosado con mármol, al final del cual se encuentra una puerta que conduce directamente a una oficina.

—Buenas noches, mademoiselle, ¿puedo ayudarla? —comenta una voz masculina a mi espalda. Al parecer sabe que no sé francés.

Me volteo, un señor de avanzada edad, con un traje muy elegante, su cabello blanco impecable, peinado hacia atrás y quién me mira detrás de sus anteojos.

—¿Quién es usted?

—Anton. Encantado de conocerla. Le pido amablemente que pase a la mesa, la cena está servida.

—¿Y Aang?

—Monsieur Briand se encuentra ocupado.

—¿Dónde está? —le pregunto.

—En su oficina.

—Quiero verlo —parezco una niña a punto de hacer un berrinche, pero no me siento avergonzada.

—Eso no será posible.

Él no sería capaz de dejarme abandonada quién sabe dónde. Porque si es así, lo mato cuando lo vuelva a ver.

—¿Por qué? —insisto.

Puedo que el señor parezca amable, pero no lo conozco y eso significa que no puedo confiar en él. Necesito ver a Aang para saber que de verdad estoy a salvo, es increíble cómo ha conseguido entrar en mi mente tan rápido aunque no le pertenezco.

—Porque él lo ordenó.

—¿Dónde está su oficina?

—Aquí abajo, pero cuando es importante utiliza el del tercer piso, como hoy.

Subo la escalera rápidamente, dos escalones a la vez.

—¡Mademoiselle!, ¡mademoiselle! ¿A dónde va?

Ignoro las llamadas desesperadas del señor Anton y me precipito al tercer piso. No estoy segura si es ahí su oficina, pero en la otra casa había sido así. Paso sin detenerme por el pasillo. Entro sin llamar a la puerta y me encuentro frente a él, en plena conversación con Theodore y Terrence. La pieza es impresionante, pulcra e inmensa.

Thais [Libro #1]  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora