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Thais

Cuando no estoy ocupada pensando en el cuerpo de Aang, en lo que me ha hecho y en lo que quiero que me dé, me sumerjo en mis escritos o en las conversaciones con Verónica.

Todo ha vuelto a la normalidad (si es que se puede llamar así a esto).

Aquella noche y esa mañana en la ducha solo sirvió para despertar los deseos más oscuros en mi interior, me había gustado la sensación y busco más. Mis sentidos están más agudizados al igual que mi apetito sexual por él.

Es una distracción exquisita.

¡Dios! Jamás había experimentado ese nivel de éxtasis. Es demasiado adictivo y perverso. Sin embargo, me gustó.

Aang y yo tenemos sexo todos los días. A veces más de tres veces al día e incluso mientras discutimos, siempre le pido dejarme ir, lo que hago con demasiada frecuencia, también discutimos por lo controlador que es. Pero en general, todo está bien. Más que bien entre nosotros.

Aunque estoy disfrutando inmensamente de tanto sexo duro, nuevos descubrimientos, no quiero seguir siendo una prisionera.

No quiero estar encerrada en contra de mi voluntad.

—¿Estás lista? —Aang me arranca de mis pensamientos mientras hago mis maletas para nuestro fin de semana en Londres.

—Sí, solo tengo que cerrar mi maleta de alguna manera y podemos irnos.

—Solo nos iremos el fin de semana, Thais —precisa Aang, mirando como lucho con la maleta.

Alzo los hombros. —No es mi problema que no quiera cerrarse.

—¿Cómo se va a cerrar si tienes el armario entero ahí? —gruñe. Luego suelta un suspiro. —Adelántate al auto, yo lo hago.

Me precipito a bajar las escaleras, una vez instalada en el asiento de atrás del coche, Aang salta a mi lado, cierra la puerta y le dice a Elliot que nos vamos.

—¿Mi equipaje? —le pregunto entrecerrando los ojos.

—¿Perdón? —dice, ocultando la diversión en su voz.

—¿Mi maleta?

—¿Qué maleta? —responde riendo, con mala fe.

Paso el trayecto sin hablarle, su sonrisa no hace más que enfurecerme. Aang suspira, al instante, sus dedos se entrelazan con los míos. Aprieto, cambiando de posición para mirarlo mejor a los ojos; veo diversión impresa en los duros ángulos de su rostro perfecto y relajados por primera vez.

Una inesperada oleada de ira me atraviesa. Frunzo el ceño y me controlo lo mejor posible para no hacer una rabieta.

Aang me atrae con brusquedad contra él y se apodera de mi boca. El beso es duro, salvaje, brutal y me pego aún más, perdiéndome en el frenesí. Y durante un instante nadie existe solo nosotros, nuestra pasión y ese placer intenso.

Me cuesta trabajo respirar cuando nos separamos, tengo los labios doloridos, siento el cuerpo en llamas, reclamando sus caricias.

Lo deseo.

Diosito. Por favor, necesito una alineación completa. Tal vez una cogida excesiva me reinicie las chakras y me compone el día.

Cuerpo, calma esas hormonas.

—Llegando allá nos ocupamos de ese pequeño problema —dice, refiriéndose a mi equipaje.

No me alejo de él sino hasta que llegamos a la plataforma reservada a los jets privados. Pasamos controles. Un avión nos espera y su fuselaje brillante lleva el logo de su empresa.

Thais [Libro #1]  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora