Aang
La miro desde mi balcón pensando que es más resistente de lo que yo pensaba y que está muy loca al decidir quedarse ahí afuera con aquel frío infernal. Lleva una hora ahí y no se mueve. Por esto decido entrar a su habitación enojado por tener que cuidarla de su propia insensatez. Seguramente se ha quedado dormida. Que siga en la misma postura no es normal.
Llego a ella y veo que sí tengo razón. La muy insensata se ha quedado dormida a la intemperie. Estoy tentado a irme, pero con este frío, si sigue aquí, cogerá una pulmonía, además, su cuerpo está acostumbrado al calor tropical.
Dudo en si despertarla o no; al final la tomo en brazos para dejarla en su cama y que con suerte no se despierte, para mañana pensará que llego sola y medio dormida hasta la cama. No quiero su agradecimiento, pues solo he tomado la molestia de hacerlo porque no me apetece tener que llamar a un médico y me retrase los planes de acostarme con ella, además, no es que haya hecho un gran sacrificio al cargarla. Pesa poco, el peso ideal para follarme en pie contra la pared o a mitad de la habitación.
La dejo en la cama y la veo moverse, creo que se va a despertar. Me quedo mirando sus ojos. No los abre. Pero aún así soy capaz de ver su ceño fruncido. La tapo con la sábana que hay cerca y me voy sin dejar signo alguno de mi presencia.
Es mejor así. No quiero que se haga ideas equivocadas, ella no significa nada para mí y jamás lo va a significar.
No soy un tipo romántico. No hago el amor, follo. Solo quiero bajarla a las tinieblas y luego que suceda ya no será un desafío. Y habrá salido totalmente de mi sistema y pasaré a la siguente.
Lo único que me atrae de ella es la promesa de un reto, las llamas eternas que profesan sus ojos en los cuales quiero quemarme.
Nada más que eso.
Solo es lujuria.
Al día siguiente hago ejercicio a primera hora de la mañana, porque si no lo hago en ese momento, estaría demasiado ocupado para hacerlo más tarde. Luego trabajo en mi estudio durante la tarde y la noche, dejo que mi cena se enfríe en la mesa de café, para horror de Anton, y finalmente me siento en mi estudio de abajo, mirando los informes que acaba de enviar Elliot. Mi casa está protegida por mi seguridad privada, pero evito todos los rastros en papel. Nunca imprimo un solo documento.
Todo se hace electrónicamente, mi información está protegida por un servidor privado y un firewall sólido.
La puerta se abre, pero no levanto la vista, asumiendo que es Anton trayendo otra cosa para cenar.
Pero no es él.
Es Thais.
Con unos jeans que llegan justo debajo de su ombligo y una camisa morada con cuello atada debajo de sus senos, parece que está lista para ir de compras con sus amigas. Su cabello negro esta descansando alrededor de sus hombros, luciendo brillante bajo la luz del candelabro.
Estoy enojado porque ella me había desobedecido, pero es difícil guardar ese rencor cuando el resultado fue igual de satisfactorio, no obstante. No tuve lo que quería.
Se toma su tiempo para llegar a mi oficina, como si mi mirada fuera el cañón de un rifle cargado. Sus brazos comienzan a los costados, pero los cruza cuando se acerca. Mira el contenido de mi escritorio y luego las pinturas que cuelgan sobre el papel tapiz. Cierro mi dispositivo y lo pongo sobre el escritorio.
Se queda cerca de la puerta, evitando el contacto visual como si eso la hiciera revivir la noche anterior.
Mi paciencia es poca. —¿Sí?

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Thais [Libro #1]
RomancePrimer libro de la saga «Placeres Culposos». Soy Thais Delgado, una estudiante universitaria que siempre ha estado enamorada de mi mejor amigo. Pero un día, por error, entro en el baño equivocado y me encuentro con Aang Briand, un enigmático magnate...